Por Alejandro Maidana

La pobreza alcanzó al 41,8% de la población del Gran Rosario en el primer semestre de este año y la indigencia al 13,3%. Hay 551.802 personas en el aglomerado que no cubrieron con sus ingresos el costo de una canasta básica de bienes y servicios. Y 176.166 de ellos ni siquiera pudieron costear el conjunto de alimentos esenciales.

Datos escalofriantes, números demoledores, panorama desolador. Si bien la pobreza no está íntimamente relacionada con el mundo delictivo (el punible de penas), ya que el que mora en las altas esferas sociales goza de buena salud, la misma a veces suele oficiar de ariete para que la pibada tropiece con nocivas tentaciones.

Pero claro, es menester complejizar el debate para poder intentar un análisis que pueda estar más cerca de comprender la profunda degradación social en la que estamos inmersos. Una mirada no segregadora, que pueda entender al «producto terminado»  de un sistema con un sinfín de tentáculos que busca oprimir y castigar, para luego brindar un falaz antídoto para el bienestar individual.

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«La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve», sostenía Martin Luther King, y esto es algo que podríamos aplicar a lo largo y ancho de un país que entiende solo a la misma, como el acto violatorio de la propiedad privada, relegando la manifestación de la misma en sus distintas formas. Despierta más nuestra ira y sed de venganza el despojo de un celular o de un bolso de nuestras manos, que los distintos modelos económicos que tienden a beneficiar a los de siempre, en detrimento de las grandes mayorías.

El hartazgo, brotando para descargar su furia sobre aquellos cuerpos que, por primera vez en su vida, son visibilizados. Aquellos que a lo largo de una historia expulsiva y meritocrática nunca dejaron de gritar y contemplar cómo sus voces se perdían en oídos tan sordos como antipáticos. Violencia e inseguridad, fundiéndose en la más profunda subjetividad, hoy más que nunca es imprescindible entender que en una sociedad con despampanantes cifras de desigualdad, se requiere avanzar hacia otros sentidos que puedan empujar un cambio de paradigma en la condición humana.

Bajo el disfraz de “arrestos civiles”

La denominada «justicia por mano propia» no es otra cosa que la exacerbación de los instintos más irracionales que nos atraviesan, descargados sobre un cuerpo resumido, una vez más, a la nada misma. Un conjunto de carne y huesos que brinda la potestad de avanzar sobre él por el solo hecho de su marginal procedencia.

Los países más seguros son los más equitativos y, si bien esto puede parecer un eslogan, las estadísticas se encargan de ratificarlo una y otra vez. Tomando esto como trampolín para un debate que debe complejizarse para no profundizar el amplio abanico de la violencia, es menester preguntarnos: ¿en qué lugar nos sitúa el linchamiento? ¿Cuál es la concepción de justicia? ¿Podemos ver más allá de nuestros ojos?

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En los últimos días, el asesinato de Franco Velázquez ha despertado un sinfín de hipótesis aún no resueltas. Por ello Conclusión dialogó con el Colectivo «La Bemba del Sur», un colectivo de talleristas que llevan adelante un imprescindible trabajo bajo el contexto de encierro, ya que Facundo supo pasar por esos espacios que buscan aportarle otro sentido a la sobrevivencia intramuros. El impacto de la muerte de este joven caló hondo en el espíritu de aquellos que lo conocieron y se animaron a soñar juntos un mañana diferente.

Los medios de comunicación y su rol estigmatizante, aquellos que ofician de jueces brindando un primer un fallo que impacta fuertemente en la opinión pública, que no es otra cosa que la reproducción de la voz de los grandes medios. “Las notas que relatan la muerte de Franco, no solo hacen foco en sus antecedentes penales, si no que hablan de un «arresto civil», disimulando así un linchamiento social. Linchamiento simbólico, cuando se anula a ese otro produciendo discursos estigmatizantes y segregatorios de una trama social que también lo contiene. Las prácticas policíacas nos atraviesan en lo cotidiano produciendo acciones y poniendo a disposición discursos, que el relato mediático refuerza, propios de las agencias punitivas”, expresaron desde el grupo.

¿Quién fue Franco? Los pibes tienen nombre, cargan una historia, y desde el Colectivo la Bemba del Sur no dudaron en socializarla. “Franco era pibito, lo conocimos con 21 años, flaco y alto, rubio, atento, inquieto y chamuyero. Tenía una sonrisa que siempre se le iba para un costado, mientras te guiñaba el ojo a lo lejos, desde el patio de algún pabellón. Sí, Franco estuvo en cana, pasó gran parte de su vida encerrado, pero no era solo un pibe con antecedentes penales, era un pibe vital, que hizo lo que pudo para volver a habitar la libertad por la que luchaba desde adentro, desde adentro suyo pero también desde adentro de la cárcel. Soñaba con estar afuera, caminando Rosario. Era familiero, anhelaba volver a estar junto a sus viejos y su hermana, su familia nunca lo dejó solo, siempre estuvieron”.

Franco transitó durante 3 años los espacios de la Bemba del Sur en las unidades penales N°11 y N° 3. “Al flaco le gustaba frecuentar todos los talleres, tan así que participaba de Filosofía para poner en práctica su personalidad apta para los discursos que a veces sonaban a chamuyo, pero no, eran reflexiones que habilitaban los debates y las reflexiones grupales. Era ansioso y no podía quedarse mucho tiempo sentado, te cebaba un par de mates dulces, tiraba algunas oraciones y paseaba por los pasillos mientras estaba en la capacitación de escritura y encuadernación”.

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Un recorrido que continuó en la unidad 3, donde transitó sus últimos meses antes de salir en libertad. “Ahí participó del taller de Herrería, donde su ansiedad lo llevaba a hacer una parrilla con patitas en pocos minutos que al apoyarse en el suelo se desarmaban o armando un banquito que quedaba chueco por apurarse con las medidas, a veces se enojaba y se iba por un rato cuando las cosas no le salían, al tiempo volvía y empezaba de cero, porque él era así de intenso pero inteligente y decidido. El espacio de Herrería tenía una pava eléctrica con cable corto y el enchufe estaba muy alto, él encontraba siempre la manera de calentar el agua para el grupo, porque el Flaco era así, creativo y dispuesto a resolver.

Franco si por algo se destacaba, era por ser un excelente bailarín de cumbia y no quedaba nadie sin pasar por la pista junto a él. “En cada festival de fin de año, esas piernas largas y flacas se movían con un swing inigualable. Así podríamos continuar relatando su tránsito por los espacios de la Bemba, uno por uno, porque el flaco fue mucho más que un número de matrícula en el penal más grande de la provincia de Santa Fe o en la más antigua de nuestra ciudad.

Hoy en Rosario, según las estadísticas del Indec publicadas hace tres días, hay más de 150 mil personas que viven en la indigencia, que no cubren las necesidades básicas. “Somos selectivos siempre en establecer quiénes son los que merecen la justicia y quienes merecen ser ajusticiados. Franco había salido de la Unidad 3 en octubre del año pasado y nada lo esperaba afuera. Sí los lazos que supo conseguir con esa astucia, inteligencia y ansiedad que lo caracterizaban. Para quienes egresan de prisión no existen políticas sociales que los contengan. El post encierro es desolador y de un desamparo desesperanzador. No hay una definición política traducida en asistencias, acompañamientos, inserciones reales a empleos formales, a proyectos que efectivamente operen en una construcción posible de vida. La semana pasada, Franco, nos había manifestado sus ganas de incorporarse a alguno de los espacios de capacitación post encierro de La Bemba, desde que recuperó su libertad, por burocracia, por necesidad laboral o por una pandemia mundial, nunca pudo retomar los espacios con los que nuestro colectivo cuenta afuera. También nos habló de su preocupación por su madre y su padre, personas adultas y de riesgo que en este contexto lidian día a día por sobrevivir, los mismos que al flaco nunca le soltaron la mano, ni aún en un confuso episodio que hoy lo tiene en la tapa de todos los medios de la ciudad”.

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Desde La Bemba acercaron una última reflexión: “Los medios siguen criminalizando no solo a les pibes si no también los barrios que ellas y ellos habitan antes y después de caer en cana. El linchamiento o el actualmente llamado «arresto civil», que solo le pone un tinte romántico y heroico a la escena, no puede ser nunca una opción, salvo que nuestros sueños no estén más construidos sobre las bases de un mundo más igualitario, si no en las bases de sociedades primitivas. Es imprescindible recordar que todos somos parte y responsables de repensar estas prácticas, para volver a la pregunta: ¿qué tipo de sociedad somos capaces de construir si el aniquilamiento del otro es lo que opera para construir justicia?

Imagen principal gentileza de Rouse