Por David Narciso

El triunfo del oficialismo en Río Negro tiene como primer punto a destacar que por primera tendrá una gobernadora mujer. Si bien llega como candidata muleto del actual mandatario Alberto Weretilneck a partir de que la Corte nacional le cortó el camino a la reelección, que haya sido la elegida o la que tuvo que elegir Weretilneck para reemplazarlo, demuestra la progresiva consolidación de las mujeres en primeras líneas de poder.

Otro dato que destaca es la flojísima performance electoral de Cambiemos. Tercero muy lejos en Neuquén, Río Negro y en las internas de Chubut. Segundo por amplio margen en San Juan. Y cabe recordar que todo esto empezó con la interna de Cambiemos en La Pampa, donde el colorado McAllister del PRO perdió sin atenuantes contra el candidato de la UCR.

Un tercer eje de lectura, quizás el más rico en cuanto a variantes e implicancias, es que el resultado en Río Negro se resolvió en un sentido muy parecido al de Neuquén y las primarias de San Juan, es decir marcando preferencia por candidatos y fuerzas políticas identificadas con los intereses provinciales y alejados del binarismo macrista-kirchnerista.

Vale advertir que se trata de tres elecciones y en provincias de relativo peso nacional, por lo tanto es importante no sacar conclusiones anticipadas. Hecha esa salvedad es un hecho que existe un denominador común que caracteriza a las tres provincias.

Este punto explica el entusiasmo con el que el gobernador Miguel Lifschitz recibió el resultado de Río Negro. Si bien los socios principales son la UCR y el Partido Socialista, dos fuerzas que reivindican su carácter nacional, el Frente Progresista tiene más impronta provincial que nunca, con un PS prácticamente recluido dentro de los límites de Santa Fe y una UCR que tras la ruptura con Cambiemos por amplia mayoría se concentra en el proyecto provincial. Por eso Lifschitz resalta, entusiasta, el carácter provincial de quienes vienen ganando las primeras elecciones. En definitiva, lo que hace es subir el Frente Progresista a los parámetros de la ola ganadora, por más que todavía sea prematura.

En Neuquén fue aplastante la victoria del Movimiento Popular Neuquino. En San Juan se impuso el gobernador Sergio Uñac y se posicionó a un suspiro de la reelección. En Río Negro acaba de obtener un resonante triunfo Juntos Somos Río Negro, la fuerza provincial del actual gobernador.

El rionegrino Weretilneck supo navegar durante su mandato cerca del gobierno nacional. Negoció, hizo acuerdos, defendió los tarifazos y se sacó fotos pero no resignó identidad, entre otras razones porque conduce un espacio con fuerzas de diferentes extracción y origen que pueden digerir la estrategia dialoguista pero no entregarse a los brazos del poder central. Ese posicionamiento cerró el crecimiento de una versión local de Cambiemos, mientras el peronismo quedó clavado en el tercio del electorado. Hay que hacer la salvedad de que Miguel Pichetto dio una mano sacándole el cuerpo al frente peronista que encabezó el kirchnerista Martín Soria.

El próximo domingo va a las urnas Entre Ríos. Son elecciones primarias y también aquí el oficialismo llega con buenas perspectivas. El gobernador Bordet cerró un acuerdo electoral con su antecesor Sergio Urribarri, con lo cual Unidad Ciudadana quedó adentro.

En ese punto tiene similitud con el armado victorioso de San Juan, donde el actual gobernador cerró con su antecesor José Luis Gioja, en la actualidad cercano a la ex presidenta. Esto podría llevar a interpretar que en ambas provincias la grieta se está resolviendo a favor de fuerzas electorales que contienen al kirchnerismo, pero una lectura más ajustada muestra al kirchnerismo colaborando con triunfos conducidos por gobernadores explícitamente despegados del juego de la grieta, que se replegaron sobre los intereses de su pueblo, gestionaron sobre esa base y con ese discurso son revalidados en las urnas.

Esto se da en momentos de crisis y redistribución del poder a nivel nacional, vivida por los electorados provinciales entre la desilusión y el desconcierto, probablemente sin saber bien cómo posicionarse, replegándose sobre sí mismos para reafirmar su identidad local, la que descansa sobre la idea del país federal en el que las provincias preceden a la Nación.

También hay que considerar las variables en Entre Ríos. Si el próximo domingo el candidato más votado de las primarias fuese el radical Atilio Benedetti, entonces el escenario se abriría a otros análisis. Ahí sí le permitiría a Macri vender esa elección como triunfo propio, con la posibilidad de extrapolar expectativas por tratarse de una provincia cuya composición social y estructura productiva tiene más similitudes a las de la Región Pampeana, donde descansa la base electoral dura de Cambiemos, que a Cuyo o la Patagonia.

¿Por qué podría Macri asumir como propia una buena performance electoral de Benetti? Porque el candidato de Cambiemos en Entre Ríos tiene el mismo problema que José Corral en Santa Fe: sea por falta de instalación de la candidatura o por otros motivos, ambos prefirieron nacionalizar la campaña a pesar del pésimo momento del gobierno antes que caminar en soledad. Una victoria de alguno de ellos es una victoria de Macri.

Si se miran en detalle los resultados de Río Negro, Neuquén y San Juan, además de que vienen ganando gobernadores despegados de la grieta, en las tres provincias el kirchnerismo se impuso a Cambiemos por amplísimos márgenes. Quizás este dato sea el que siguen con lupa en Casa Rosada y el Instituto Patria en vistas a la elección en la que se jugará la Presidencia de la Nación. Porque a pesar de que en las primeras provincias se afianzan referentes y alianzas de posicionamiento y discurso local, incluso donde manda el PJ, nada indica que la suma de esas individualidades resulte en la construcción de un proyecto nacional alternativo a los liderazgos que mandan hoy en día, liderazgos por Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner.