Por Agustín B. Zarazaga

En Santa Fe está muy claro el escenario político en torno al delito, la violencia urbana y el narcotráfico. La salida de Marcelo Sain del Ministerio de Seguridad provincial solo lo trasluce.

Las facciones en disputa, ninguna del todo inocente ni del todo culpable, quedarán aún más enfrentadas con la partida de Sain, pararrayos para propios y ajenos en medio de la tormenta perfecta que golpea, vía economía criminal, hace varios años en la bota.

Es que todos los problemas parecían últimamente centrarse en la controvertida figura del ministro, el más operado del interior. Más allá de las cifras de homicidios y balaceras que azotan a Rosario, las cuales no conmovieron a su antecesor, las principales broncas en su contra fueron despertadas por audios filtrados de forma ilegal. No se puede descartar que hayan salido desde dentro del oficialismo.

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Sin embargo, hoy celebra el bloque que conforman los caciques opositores, desde Miguel Lifschitz a Maximiliano Pullaro, pero también el senador Armando Traferri. Sí, un peronista que nadie puede negar en las elecciones jugó para el PJ, pero antes y después forjó una alianza eficaz con el socialismo (también satélites radicales) santafesino. No es el único de su especie.

Esta semana, Pablo Javkin, quien partidariamente integra el Frente Progresista pero se mostraba reticente, eligió su lugar. Sobre los ya amañados modos de no hacerse cargo por parte de los intendentes de Rosario, más vale ni hablar.

En ese bloque también habría que sumar funcionarios judiciales, como han caído detenidos fiscales, empresarios y también se ha intentado investigar a políticos, por ahora sin éxito ante la eficiencia de la protección corporativa, para la cual siempre hay premura.

También hay para la prensa, que hizo su parte. Principalmente el grupo mediático más poderoso de Rosario (y la provincia), que todos saben cuál es.

Sus periodistas más intelectualmente nobles, reconocen en charlas de camaradería el rol que los medios que los emplean jugaron, atacando desde el día uno la gestión en Seguridad, algo que ellos mismos han podido contrastar respecto a lo que sucedía con el anterior gobierno. Sobre los intereses que mueven esas aguas, no hace falta aclarar para oscurecer el río Paraná.

Otros han optado por sumarse a las filas de una tropa ingrata: la del periodismo mártir, caracterizado por creerse siempre más importante que la realidad y estar envuelto en velos de una solidaridad parecida a la endogamia.

Así las cosas, la vida sigue para los santafesinos, que deberán lidiar con el agobio cotidiano de más de un revés. Como si nada.

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En cuanto al oficialismo, puede decirse que Omar Perotti sacrificó al comandante en jefe de su batalla central, como él mismo definió, al vaticinar la llegada a Santa Fe del orden y la paz, allá por 2019, cuando la campaña permitía el sueño colectivo de “despertar al gigante”, consagrado en las urnas.

Será difícil remontarlo, en medio de conflictos varios que atraviesa la gestión, como ocurre con todos los oficialismos azotados por la pandemia; aquí, allá y en todas partes. Ni que hablar en Argentina, tierra austral donde el manejo de la economía bate récord de impericia hace más de un lustro.

También cabe la posibilidad de que el gobernador oxigene su administración y la relance. Luce improbable lograrlo antes de las elecciones legislativas. La oposición, todo indica, tiene la mesa servida. En política, no obstante, creer en los milagros no es solo un acto de fe.