Por Aldo Battisacco – Enviado especial a Buenos Aires – Todo pasó una noche en un quincho de la embajada de Grecia, en el que algunos embajadores de la Unión Europea compartían junto al flamante Canciller argentino Rafael Bielsa y Eduardo Valdéz -representante ante la Santa Sede-, una sustanciosa charla y un crepe de langostinos.

En un momento, un funcionario europeo preguntó ¿Ustedes son peronistas o progresistas?, a lo que Valdez respondió: «Somos lo mismo, salvo que los progresistas primero pasan por el psicoanalista». Para después agregar: «A diferencia de los progresistas, nosotros actuamos, tomamos decisiones, tratamos de cumplir. Ellos, en cambio, viven de la culpa, la crítica, y terminan en la esterilidad».

Haría falta negar la historia reciente para terminar con estas cavilaciones -a las que, con denodado apego se aboca cierta dirigencia- en torno a la figura de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un momento en que se juega con tiempo de descuento en la política nacional. Se terminó la especulación.

Mas allá de la puntillosidad requerida por inquietos adversarios internos -con cierta devoción por una doctrina que jamas se encargaron de actualizar- y los de afuera que necesitan rotular para direccionar sus dardos, la ex presidenta irrumpió en el edificio del PJ Nacional para participar de la reunión convocada por el Consejo Directivo y la Mesa de Acción Política.

El resultado de esta decisión se vio con la nutrida presencia de medios que se hicieron eco del arribo de la ex mandataria a la sede del PJ y la reacción que provocó en los dirigentes que estuvieron presentes y las declaraciones de algunos competidores en la carrera presidencial.

La política salió de la pantalla chica y se instaló en la calle. Vaya si se sabe de que se trata cuando lo que se gestiona son emociones colectivas, no queda más que el seguidismo o abandonar, el después presume que todo devendrá en interpretaciones.

Todo indicaría que vuelve la política como articuladora en el espacio y el tiempo, resta saber si la agenda social será gobierno.

Quienes hemos seguido de cerca este proceso renegamos de la idea que lo acontecido se pueda resumir en una foto, fue y es un largo camino del compromisos con la idea de construir una alternativa-proyecto de país, que sustituya al plan de gobierno en marcha, que se materializó en esos rostros.

Todos ellos guardan una historia común de procesos pasados, que se identifican con un modelo que expresa antinomia con la realidad que viven los argentinos. Si no fuera tan cierto, las elecciones provinciales no hubieran arrojado los resultados que vimos.

El gobierno está preocupado ahora por el rechazo que concitó a lo largo y ancho de todo el territorio nacional -sobrados méritos tiene- más que por la figura de la ex presidenta, a la que prefería como rival.  La agenda social profundizó su marca y se tradujo en resultados electorales.

Tal vez el temor de los habitantes de Balacarce  50, radica en que no contaban con este repentino y fugaz alineamiento que se muestra organizado y con objetivos claros.

Porque no solo fue la decisión de Cristina la que la convierte en protagonista de este año electoral, es el consenso racional y emocional -también lugares de la política- que construyó el hecho político de este miércoles en lo que fue, para propios y extraños.

Cuando la política vuelve a la calle y se nutre de pueblo, poco queda por inventar en las usinas del mundo mediático.