En pleno proceso previo a las elecciones, la utilización de gigantografias con el rostro de los candidatos es una postal común en las grandes paredes de la ciudad o en los paneles de madera que se encuentran en las obras en construcción.

Desde hace mucho años, un recurso que forma parte de la estrategia para las campañas que tienen los candidatos políticos, es la utilización de estos afiches con el rostro de los postulantes a gran escala.

Pero a pesar de la gran cantidad de tinta que se utiliza en estos afiches gigantes, no se ve un argumento, idea o plan económico plasmado en los mismos. Solamente, sus caras, con sus mejores perfiles y con «rostro de aprobación».

Conclusión le consultó a los transeúntes, a los peatones de Rosario cual era su opinión sobre esta herramienta publicitaria tan utilizada por los candidatos políticos en campaña electoral.

«Lo que yo veo es que cada uno tiene un pequeño slogan, como si fuera una marca de perfume. Buscan que es lo que puede pegar en la juventud, tipo esto `Basta de boludeces´, `Pongámonos a laburar en serio´. Creo que son decisiones de marketing que se toman en oficinas, lejos de la gente que está trabajando de verdad«, sostuvo un docente.

Una mujer que transitaba justo bajo el paso de una esquina donde había cinco gigantografías, exclamó de manera contundente: «Me parece un gasto inútil».

«Es un producto más, son los vicios del capitalismo«, mencionó un hombre que transitaba por calle San Lorenzo antes de Entre Ríos, y agregó que «es una pena que la gente no se informe sobre esto«.

Al consultarle a otro peatón sobre el concepto de «industria política», el joven argumentó: «lamentablemente, veo que pasa el tiempo y nos estamos acercando a eso». «Si bien siempre hay candidatos que tienen ese concepto, y siempre se venden como un producto, creo que también muchos otros políticos que vienen de la militancia, terminan cayendo en ese facilismo de venta de producto«.

Sobre la responsabilidad de llegar a las propuestas y conocer a los candidatos, un entrevistado dijo que esa responsabilidad «es compartida. Ellos tienen la obligación de comunicar y no lo hacen, porque es muy escueto, es una frasecita; y la gente paralelamente debería preocuparse, pero siempre se desalienta la participación popular, se limita a la urna, se limita a no pensar».