Fue duramente criticada la metodología del Sínodo de Obispos que se celebra por estos día en el Vaticano convocado por el papa Francisco para encarar los retos de la familia moderna. Trece cardenales reclamaron cambios.

En una misiva remitida al Papa el 5 de octubre y publicada ayer lunes por el periodista italiano Sandro Magister, los altos prelados de la iglesia manifestaron su temor de que todo esté ya decidido y que las discusiones estén condicionadas..

Los cardenales puntualizaron acerca de un supuesto condicionamiento que podría existir en torno de los debates que se están llevando adelante: «La ausencia de propuestas y de las correspondientes discusiones y votaciones parece desalentar un debate abierto y limitar las discusiones a los ‘circoli minori’; por consiguiente, nos parece urgente que se restablezca la redacción de propuestas que deberán ser votadas por todo el sínodo», observan los hombres de fe.

Los 13 firmantes temen que la asamblea, en la que participan unos 400 obispos y cardenales de todo el mundo, se concentre en la cuestión de autorizar la comunión para los divorciados que se vuelven a casar por lo civil.

En el mismo sentido, los religiosos se lamentaron que el papa Francisco eligió un grupo de prelados cercanos a él para participar de la redacción final del documento  y que los mismos hayan sido «nombrados, y no elegidos», prerrogativa del Papa, que es quien tiene la última palabra.

La primera etapa de este pequeño concilio se celebró el año pasado con el título «Los desafios pastorales de la familia» y no pocas críticas internas y externas. Francisco fue preparando el camino con delicadeza y con reiteradas declaraciones sobre la necesaria apertura a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, una nueva manera de ver la homosexualidad y sobre la necesidad de agilizar los procesos de nulidad matrimonial.

Una de las primeras voces contra esas intenciones aperturistas, a las que ahora se une la del cardenal Antonio María Rouco, es la del cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Nombrado para ese cargo por Benedicto XVI, alemán como Müller, el llamado ‘policía de la fe’ se ha mostrado radicalmente en contra de abrir la comunión a los divorciados y recibió el apoyo de varios colegas, el más destacado el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, sobresaliente miembro del Opus Dei.

“No pensemos que el Sínodo va a inventar nada nuevo, la doctrina es la de siempre”, opina Cipriani. La réplica, en ocasiones virulenta, les ha llegado por boca de los cardenales Walter Kasper, Reinhard Marx y Óscar Rodríguez Maradiaga, miembros del consejo de ocho prelados llamados por Francisco para asistirlo en las reformas que dice querer abordar.

Texto completo de la carta:

Santidad,

Mientras inicia el Sínodo sobre la familia, y con el deseo de verlo servir provechosamente a la Iglesia y a usted en su ministerio, respetuosamente le pedimos que tome en consideración una serie de preocupaciones que tienen otros padres sinodales y que nosotros compartimos.

Si bien el documento preparatorio del Sínodo, el «Instrumentum laboris», tiene puntos admirables, también tiene secciones que se beneficiarían de una sustancial reflexión y reelaboración. La nueva metodología que guía el sínodo parece asegurar una excesiva influencia sobre las deliberaciones del sínodo y el documento sinodal final. Tal y como está, y dada la preocupación que han expresado muchos padres acerca de varias secciones problemáticas del mismo, el «Instrumentum» no puede servir de manera adecuada como texto guía o fundamento de un documento final.

Algunos ambientes considerarán que a la nueva metodología sinodal le falta apertura y genuina colegialidad. En el pasado, el método de presentar propuestas y votarlas tenía como valioso fin saber la posición de los padres sinodales. La ausencia de propuestas y de las correspondientes discusiones y votaciones parecer desalentar un debate abierto y limitar las discusiones a los «circoli minori»; por consiguiente, nos parece urgente que serestablezca la redacción de propuestas que deberán ser votadas por todo el sínodo. Votar un documento final llega demasiado tarde en el proceso para una revisión total del mismo y un ajuste serio del texto.

Además, la falta de participación de los padres sinodales en la composición del comité de redacción ha creado unnotable malestar. Sus miembros han sido nombrados, no elegidos, sin consulta previa. Del mismo modo, cualquiera que forme parte de la redacción de cualquier texto a nivel de los «circoli minori» debería ser elegido, no nombrado.

A su vez, estos hechos han creado el temor de que la nueva metodología no siga el espíritu tradicional y la finalidad de un sínodo. No se entiende la necesidad de estos cambios en la metodología. A un determinado número de padres les parece que la nueva metodología está configurada para facilitar unos resultados predeterminados sobre cuestiones importantes que son objeto de controversia.

Por último, y es tal vez lo más urgente, varios padres han expresado su preocupación de que un sínodo planificado para afrontar una cuestión pastoral vital -reforzar la dignidad del matrimonio y la familia- pueda llegar a estar dominado por el problema teológico/doctrinal de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Si así fuera, esto inevitablemente levantaría cuestiones aún más fundamentales sobre cómo la Iglesia, en su camino, debería interpretar y aplicar la Palabra de Dios, sus doctrinas y sus disciplinas a los cambios en la cultura. El colapso de las iglesias protestantes progresistas en la época moderna, acelerado por su abandono de los elementos clave de la fe y de la práctica cristiana en nombre de la adaptación pastoral justifica una gran cautela en nuestras discusiones sinodales.

Santidad, le ofrecemos estos pensamientos en un espíritu de fidelidad y le agradecemos que los tome en consideración.

Fielmente suyos en Jesucristo.

La lista de los obispos que firmaron la carta:

Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, Italia, teólogo, anteriormente presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia.

Thomas C. Collins, arzobispo de Toronto, Canadá.

Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York, Estados Unidos.

Willem J. Eijk, arzobispo de Utrecht, Holanda.

Péter Erdõ, arzobispo de Esztergom-Budapest, Hungría, presidente del consejo de las conferencias episcopales de Europa y relator general del sínodo en curso, como lo fue también de la precedente sesión de octubre de 2014.

Gerhard L. Müller, anteriormente obispo de Ratisbona, Alemania, y desde 2012 prefecto de la congregación para la doctrina de la fe.

Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban, Sudáfrica, presidente delegado del sínodo en curso, como lo fue también de la precedente sesión de octubre de 2014.

George Pell, arzobispo emérito de Sydney, Australia, y desde 2014 prefecto en el Vaticano de la secretaría para la economía.

Mauro Piacenza, Genova, Italia, anteriormente prefecto de la congregación para el clero y desde 2013 penitenciario mayor.

Robert Sarah, anteriormente arzobispo de Conakry, Guinea, y desde 2014 prefecto de la congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos.

Jorge L. Urosa Savino, arzobispo de Caracas, Venezuela.

Tras conocerse la carta, varios cardenales, entre ellos el italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán, y el francés André Vingt-Trois, arzobispo de París, negaron haber firmado la carta.

Hace unos días, el Papa, quien preside las reuniones, respondió indirectamente a los purpurados invitándolos a no dejarse arrastrar por «la hermenéutica conspirativa».