Por Jorge Alberto Ripani

Esta semana consultado por la acusación que se le hace de “traidor”, el Senador del justicialismo Miguel AngelPichettoaseveró: “en política esa palabra no existe, no es una palabra que tenga incorporada en el diccionario.”
En las brevísimas siguientes líneas argumentativas, intentamos sustentar la afirmación contraria: en política si existe la traición.

Una aclaración. El artículo no es sobre la persona de Pichetto, quien nos parece uno de los hombres más inteligentes del justicialismo. No hablamos de su conocida trayectoria apoyando a Carlos Menem, luego a Eduardo Duhalde, seguidamente como jefe de bloque del FPV de los Kirchner y ahora votando a favor de las leyes más importantes de Cambiemos. Tampoco del liderazgo sin votos en su provincia que ha elegido abrumadoramente por el proyecto de los hermanos Soria. No se quiere discutir aquí si es o no un “traidor” sino su aseveración que consideramos incorrecta.

En el diccionario de política de Rodrigo Borja encontramos la palabra “tránsfuga: Es quien huye de un lugar a otro y, en sentido figurado, quien reniega de sus principios ideológicos, abandona su partido político y se pasa al bando contrario. El transfugio —palabra ausente del diccionario castellano, pero insustituible— denota en sus autores falta de firmeza ideológica, debilidad de convicciones, exceso de pragmatismo, oportunismo político, deserción, felonía y anteposición de intereses personales.”

El líder político e intelectual del movimiento al que pertenece Pichetto, señala que “quien lucha contra un compañero es un enemigo o un traidor que se ha pasado al bando contrario… ¿qué son los traidores o los tránsfugas dentro de un organismo institucional de la política? Son los microbios, son los gérmenes patógenos que entran en el organismo, y tan pronto entran, generan sus anticuerpos igual que el otro microbio y generan sus autodefensas para la organización institucional. Hemos visto muchos actos de las autodefensas que se han producido en el movimiento. Es decir el movimiento se defiende por sí, porque los movimientos o los partidos políticos o las organizaciones institucionales que no tienen sus autodefensas desaparecen como habría desaparecido el hombre.” (Perón, Actualización política y doctrinaria para la toma del poder).

Maquiavelo dice “cuando un príncipe dotado de prudencia ve que su fidelidad en las promesas se convierte en perjuicio suyo y que las ocasiones que le determinaron a hacerlas no existen ya, no puede y aún no debe guardarlas a no ser que él consienta en perderse”. Con buen criterio es el primero en distinguir entre ética privada – moral y ética pública – política. En resumidas cuentas, significa que el político no siempre debe aplicar su moral para gobernar si desea conservar el poder. Y el poder siempre está pensado en Maquiavelo con miras a un principio de utilidad. En este caso es la unión de Italia para su grandeza.

En el caso del justicialismo el fin es la “felicidad del pueblo y la grandeza de la nación”. Una comunidad organizada con justicia social, soberanía política e independencia económica.

En la política el conductor debe dar el ejemplo. La lealtad es un valor político para esta corriente de pensamiento que se celebra el 17 de octubre. Porque si los dirigentes “no están persuadidos de que ésta es una función de sacrificio y no una ganga, el que no esté armado de la suficiente abnegación, que no sea un hombre humilde y trabajador, que no se crea nunca más de lo que es ni menos de lo que debe ser en su función, ese partido está destinado a morir tan pronto que trascienda que los hombres que lo conducen no tienen condiciones morales.”

Consecuentemente “El conductor no puede decir la primera mentira; el conductor no puede cometer la primera falsedad ni el primer engaño; debe mantener una conducta honrada mientras actúe, y el día que no se sienta capaz de llevar adelante una conducta honrada será mejor que se vaya y no trate de conducir, porque no va a conducir nada. (Perón, Manual de conducción política).

Argentina ha conocido casos extremos de traición política como el de Francisco Ramirez y Estanislao Lopez con José Gervasio Artigas o el de Augusto Vandor. Por ejemplo luego del asesinato de Vandor, Perón declaró que «Yo le dije: a usted lo matan; se ha metido en un lío que a usted lo van a matar. Lo mataban unos o lo matan otros, porque él había aceptado dinero de la embajada americana y creía que se los iba a fumar a los de la CIA. ¡Hágame el favor!

Le dije: ahora usted está entre la espada y la pared: si usted le falla al Movimiento, el Movimiento lo mata; y si usted le falla a la CIA, la CIA lo mata. Me acuerdo que lloró. Le dije usted no es tan habilidoso como se cree, no sea idiota, en esto no hay habilidad, hay honorabilidad, que no es lo mismo”.

En relación a esto, según el justicialismo “el peronista trabaja para el MOVIMIENTO. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo; lo es sólo de nombre… En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: Primero la Patria, después el Movimiento y luego los hombres.” (Perón, 20 verdades).

Por todo lo expuesto, podemos concluir que en política si existe la traición. Para el justicialismo consiste en pasarse al bando del contrario y manejar la ética política sin tener en vista la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.

Y esto está vinculado estrechamente con la relación entre conductor y pueblo. La traición política no es privada entre particulares sino pública, del dirigente con el pueblo. Para la teoría política del justicialista no vale todo. Hay valores políticos a alcanzar.

Insistimos. No estamos evaluando que Pichetto sea un “traidor” sino que su afirmación de que en la política no existe la palabra “traidor” es incorrecta.

* Abogado especializado en Derecho Político e Historia Constitucional / estudioripani@hotmail.com