Desde las comunidades campesinas, indígenas, pescadoras artesanales y de barrios populares del Movimiento Nacional Campesina Indígena (MNCI), la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y la organización internacional Vía Campesina -como parte de la inmensa diversidad de comunidades rurales de nuestro país- celebramos y creemos es un paso importante la intervención del Estado en la futura expropiación de la empresa agropecuaria Vicentin, quebrada y vaciada por sus dueños.

Durante décadas venimos trabajando como CLOC – Vía Campesina internacional y otras organizaciones populares en la propuesta de Soberanía Alimentaria, en respuesta a las políticas neoliberales que los organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y corporaciones transnacionales promovían bajo la consigna de “seguridad alimentaria” y a través de una supuesta “revolución verde”. La misma impuso la explotación de la tierra a través de monocultivos, agrotóxicos y organismos genéticamente modificados (OGM) en manos de transnacionales como Syngenta, Bayer-Monsanto, Dupont y otras.

La Soberanía Alimentaria es hoy una estrategia reconocida en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que busca terminar con el hambre en el mundo y está plasmada en la Declaración de Derechos de las y los campesinos y otras personas que viven en zonas rurales, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 2018.

La Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos a decidir sobre su modo de producir alimentos, teniendo en cuenta territorios, culturas, semillas propias; garantizando en los mercados locales alimentos sanos, variados y accesibles; y cuidando a la madre tierra.

Esta intervención implica un paso importante para ir tomando más conciencia de lo estratégico que es, para todo el pueblo, no solo decidir qué producir y cómo, sino que los bienes naturales y los medios de producción estén en manos de quienes producen alimentos. Que la tierra, los ríos y el mar tengan una función social y no sean rehenes de las multinacionales agroexportadoras.

La Soberanía Alimentaria es la columna vertebral del Derecho a la Alimentación de la humanidad.

La Soberanía Alimentaria es un proyecto político, un proceso complejo que requiere el compromiso de todos los pueblos: el campesinado, los pueblos indígenas, la pesca artesanal, el mundo académico y de la comunicación; de todas y todos los trabajadores, cooperativas, sindicatos; y con un estado presente y activo. Es una tarea colectiva de todas y todos los que apuesten y crean en fortalecer el arraigo en los territorios, en volver a la tierra, en sembrar y multiplicar las semillas nativas, en ser guardianes de la madre tierra y de las generaciones futuras.

Volver al campo. Volver al re-encuentro con semillas y sistemas productivos comunitarios y agroecológicos que garanticen la salud de la población; el intercambio de conocimientos, saberes y genética; descomprimir las grandes ciudades; terminar con el hambre, la pobreza, las desigualdades sociales y de género que garanticen construir un país más justo.

Soberanía Alimentaria es construir, todos los días, una reforma agraria integral, feminista y popular para el buen vivir de los pueblos.