LUNES, 02 DE DIC

“El discurso de mano dura viene con un contrato de armas bajo el brazo”

Carlos Cruz Santiago fue líder de una de las pandillas más peligrosas de México, pero luego del asesinato de un compañero su vida cambió. Fundó una ONG y hoy trabaja contra la violencia en los barrios más pobres de toda América Latina.

Por Franco Albornoz

Es el quinto hijo de padres que migraron del campo a la ciudad. Aprendió en la calle los códigos de la violencia. Traficó armas, falsificó documentación, robó… fue partícipe e ideólogo de gran cantidad de delitos que lo convirtieron en uno de los líderes pandilleros más temidos de la ciudad de México. Su nombre es Carlos Cruz Santiago, un hombre que durante la década del 90 encabezó una de las bandas criminales más peligrosas y numerosas del DF.

Llegó a manejar 5.000 personas y dominó doce barrios en las zonas más “picantes” de la capital mexicana. Pero después del asesinato de un compañero, en el año 2000, su vida cambió. Entendió que la violencia no resuelve los problemas, y fundó una organización llamada Cauce Ciudadano que en la actualidad trabaja en toda América Latina con el objetivo de desterrar la violencia del territorio.

Carlos Cruz Santiago pasó de ser pandillero a educador, y en diálogo con Conclusión contó su increíble historia: cómo es convivir con la muerte, cuándo se convirtió de víctima en victimario y de qué manera se dio el proceso transformador que hoy lo tiene trabajando contra el crimen en los barrios más pobres de Rosario y de Latinoamérica.

La exclusión es violencia

“La primera vez que vi un homicidio tenía cinco años”

— ¿Qué recordás de tu infancia y del barrio dónde naciste?

— La infancia la pasé en un barrio popular muy complicado, ubicado al norte de la ciudad de México. La primera vez que vi un homicidio tenía cinco años y presencié como apuñalaban a una persona. Allí la violencia estaba naturalizada y hoy puedo decir que los jóvenes no deben tomar eso como normal. No es normal asesinar a alguien, ni ver como asesinan a otro ser humano. Soy el quinto hijo de cinco hermanos. Mis padres fueron migrantes, del campo a la ciudad y siempre buscaron romper con el espiral de violencia que generan la marginación y la pobreza. No por la violencia en sí, sino porque la exclusión es violencia. Ellos son de una época dónde México aún contaba con el modelo de Estado benefactor.

— ¿En qué momento pasaste de ser víctima a victimario?

— Cuando llego al Bachillerato me encuentro con una fuerte violencia institucional donde el partido gobernante controlaba grupos juveniles para “apretar”, como le dicen en Argentina, para evitar que se piense en la democracia y en la participación. Siempre vinculados a delitos de extorsión, robo y demás. Empezamos a luchar contra eso, pero por desgracia todo mecanismo de autodefensa se convierte en lo mismo contra lo que luchas. Eso fue un gran aprendizaje, porque pensábamos que por la vía violenta podíamos cambiar las cosas. Sin embargo la realidad es que nos vimos involucrados en más hechos violentos. Había entrado para estudiar física y terminé conociendo la violencia como instrumento de control político.

“Todo mecanismo de autodefensa se convierte en lo mismo contra lo que luchas”

— ¿Cómo estaba compuesta la banda y en qué delitos estaban involucrados?

— En mi experiencia robos, tráfico de armas y extorsión, y había otros compañeros involucrados en otras cosas. El debate interno era si teníamos que meternos o no con la droga. El cierre de fronteras de los Estados Unidos hizo que en México se empiece a pagar el transporte de droga con más droga. La verdad que estar vivo hoy es un logro.

Política y pandillas: un negocio de millones de dólares

“El vínculo político hace pedazos la organización juvenil”

— ¿Cuál era la relación que tenían con el gobierno y dirigentes políticos?

— En aquel tiempo, la relación de muchos «líderes pandilleros» previos a mí, era de una sumisión completa. Yo fui unos de los primeros que planteó que no había que tener contacto con la política. Eso nos costó que mucha de nuestra gente termine en la cárcel, porque el objetivo que tenían era utilizar esas bandas para romper huelgas, golpear estudiantes y controlar las escuelas. Yo sé que el vínculo político hace pedazos la organización juvenil, de hecho, cuando fundamos Cauce Ciudadano había políticos que me llamaban para decirme que estaba tirando a la basura un negocio de millones de dólares.

— ¿Cuándo fue que decidiste hacer ese quiebre y dejar la vida que llevabas hasta ese momento?

— A los 17 años empecé a preguntarme por qué. Todo cambió en el año 2000 cuando asesinaron a un compañero y me empecé a preguntar para qué, ya no por qué. Cuál era el sentido de la muerte. Ahí me di cuenta que había que frenar y empezamos a organizarnos de forma diferente. En ese tiempo no estábamos solamente en nuestra escuela y en nuestro barrio, sino que nos habíamos extendidos a otros colegios y comenzamos a hacer alianzas. Eso generó el efecto inverso, elevó la violencia y generó niveles de prisión, hospitales y panteones muy grandes.

“Todo cambió en el año 2000 cuando asesinaron a un compañero”

— ¿Cómo reaccionaron tus compañeros de pandilla ante esa decisión?

— Dijeron que Carlos Cruz estaba enloqueciendo y que no tenía sentido. Pero bueno, cuando uno quiere hacer un proceso de cambio, hay que cambiar el estilo de vida y la conducta, sino no es real. Muchos no estuvieron de acuerdo, pero otros tantos dijeron: “Él nunca se equivocó, nunca nos llevó a la muerte”.

Cauce Ciudadano: estar tranquilos y ser felices

“Aun habiendo sido victimarios, nos convertimos en referentes para las víctimas”

— ¿Qué es Cauce Ciudadano?

— Cauce Ciudadano es una autoconstrucción para la paz que surge en el 2000 y hoy está presente en 69 municipios en todo Latinoamérica. Nace como una alternativa para dos cosas: estar tranquilos y ser felices. Hemos cumplido la segunda, pero no la primera. Lamentablemente la tranquilidad es muy compleja de encontrar en México. Lo que sí encontramos es una organización y un movimiento que tiene un peso político y social. Aun habiendo sido victimarios, nos convertimos en referentes para las víctimas.

Mano dura, meritocracia y derechización social

“La corrupción de los modelos neoliberales de América Latina generaron un capitalismo mafioso y más crimen organizado”

— ¿Se puede relacionar la corrupción política y empresarial con los crímenes en los barrios más pobres?

— Cuando tienes un arma que ingresó de manera ilegal a un país, entonces tienes una ruta de corrupción e impunidad. La corrupción político – empresarial mata, no hay dudas. Desde Cauce creemos que vencer a la corrupción es lo que hace falta para pacificar los territorios. Es importante que los argentinos sepan que los modelos neoliberales y mafioempresariales rompen al Estado y generan más y más crimen organizado.

— En Argentina está de moda la palabra “meritocracia”, ¿cuál es el rol del Estado cuando al mismo tiempo hay una “derechización” de la sociedad en general?

— La meritocracia es una de las “renuncias” que le pueden generar un alto costo a Argentina, hace que el Estado renuncie a su papel de rector de la política que permite resolver la conflictividad social. La violencia política reproduce la violencia económica; y la violencia económica reproduce la violencia social. La corrupción de los modelos neoliberales de América Latina generaron un capitalismo mafioso que permitió que se instale en la región una mafia capitalista. Si no se rompe ese círculo, Argentina está destinada a padecer la anulación del Estado. La meritocracia anula al Estado, y esa anulación es sustituida por el crimen organizado. Desde la pedagogía de la ternura tenemos que construir un Estado tierno para transformar la vida de las personas.

“La meritocracia anula al Estado, es una de las “renuncias” que le pueden generar un alto costo a Argentina”

— ¿La acción punitiva es la solución para combatir la violencia y el narcotráfico?

— Cada vez que alguien viene con un discurso de mano dura, viene con un contrato de arma bajo el brazo. Nosotros en América Latina tenemos una campaña que se llama #InstintoDeVida que pretende generar políticas de reducción de homicidios que no pasen por la policía. Tiene que ver con entender la epidemia del homicidio como un problema de salud pública.

Rosario, México y el narcotráfico

— Con Cauce comenzaron a estudiar algunos barrios de Rosario atravesados por la violencia, ¿qué conclusiones sacaron luego de ese trabajo?

— Creemos que el problema se centra en una baja supervisión por parte de los padres y, particularmente, en una baja expectativa de vida: los chicos dicen “ya está, mañana voy a morir”. A partir de allí, implementamos el Programa Retoño en el cual buscamos a personas (líderes barriales) en el territorio que, por su propio andar en la vida, se hayan ganado la credibilidad y confianza de los jóvenes. Entonces las formamos, luego las capacitamos para que aprendan a interrumpir violencia y luego les ofrecemos herramientas para que se especialicen en mediaciones. No se trata de educarlos, sino de tomar referentes de La Tablada y Villa Banana, por ejemplo, para que ellos hagan el proceso de transformación con los jóvenes.

— ¿Rosario y la ciudad de México son similares en cuánto a su vinculación con el narcotráfico?

— Hay una gran equivocación cuando se compara a Rosario con México. Si bien Rosario tiene problemas, no es comparable. Aquí se pueden delimitar entre que calles está naturalizada esa violencia y usar la información para saber dónde va a entrar el programa social, para saber porque los presos de Coronda nos dicen “ayúdenme con mis hijos para que no terminen como yo”. ¡Perdón!, entonces tengo que pensar que hay un sector de la sociedad que no quiere reproducir más violencia. México tiene características diferentes, y es que empresarios y políticos mafiosos usan como carne de cañón a los jóvenes de los barrios. El modelo neoliberal anuló al Estado y fue cubierto por el crimen organizado. “No puedes regular la salud; entonces hagamos tráfico de órganos”, “no puedes controlar el oro porque lo desregulaste para que entraran las mineras canadienses; no importa el crimen organizado esclaviza personas para trabajar en las minas”.

«Empresarios y políticos mafiosos usan como carne de cañón a los jóvenes de los barrios»

— ¿Y qué crees que deben hacer los rosarinos para evitar la escalada de violencia?

Una cosa es hacer inteligencia, seguridad ciudadana, y otra decir “ese negro tiene que estar en la cárcel”. Dos cosas tienen que hacer los rosarinos según mi punto de vista: la primera comenzar a trabajar sus microracismos, porque son profundamente racistas. Y la otra es entender que el proceso de exclusión no sólo es social, sino también económico.

“Los rosarinos deben comenzar a trabajar sus microracismos”

— En los últimos años, México sufrió el asesinato de cientos de periodistas y militantes sociales… ¿cómo impactan esas muertes en la sociedad mexicana?

— Estamos frente a la posibilidad de iniciar el cambio de régimen. Pero el régimen mafioso que gobierna México se defiende y no quiere caer. Hoy los sectores de derechos humanos y periodistas somos los más atacados dentro del país y muchos de ellos fueron asesinados. En Argentina nunca escuché que mataran a una Madre de Plaza de Mayo, en México asesinaron a decenas de mujeres que buscaban a sus hijos. Estamos en la encrucijada de saber si México está dispuesto a destruir ese entramado de corrupción e impunidad. Más allá de 220 mil muertos, 32 mil desaparecidos, medio millón de desplazados y paramilitarismo en todos lados, México tiene que empezar a construir la paz.

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