Por Diego Fusaro*

Hace tiempo que entre los deseos de la clase financiera-líquida global hay uno que, como aún no se ha realizado, reaparece con frecuencia: la eliminación irrevocable del dinero en efectivo.

Este último —se dice— debería ser reemplazado en su totalidad por el dinero electrónico, gestionado a través de tarjetas y aplicaciones. Para confirmar nuestra tesis, según la cual el coronavirus ha hecho posible el tránsito a un nuevo (y más radical) modelo de capitalismo, no debe escapársenos ver cómo, entre las muchas medidas propuestas, la abolición del dinero en efectivo no ha fracasado.

Este era el titular, por ejemplo, de Avvenire, el 9 de mayo de 2020: “Ahora abolimos el dinero en efectivo”. Veamos otro: “La distancia social y la disminución irreversible de los pagos en efectivo” (La Repubblica). Sin embargo, el resumen más detallado del programa de digitalización del dinero en efectivo en relación con el Covid-19 puede encontrarse en una entradilla de Romagna, que dice: “Se sabe que las monedas y los billetes pueden ser vehículos de transmisión de gérmenes, si no de virus. También sería conveniente limitar su uso en la medida de lo posible fomentando el uso de tarjetas de crédito, tarjetas de débito y dinero electrónico, a fin de contrarrestar la propagación mundial de Covid-19” (Ravenanotizie.it).

En resumen, el dinero en efectivo llevaría el virus y esto sería una razón más para abolirlo. Lo que no está claro es por qué el virus preferiría, para transmitirse, el dinero en efectivo a los terminales de los puntos de venta y a las tarjetas electrónicas, y no nos sorprendería que, de la populosa tribu de virólogos de la televisión, alguien se aventurara a explicárnoslo.

Sin embargo, está muy claro por qué el capitalismo financiero ha apuntado durante mucho tiempo a la digitalización del dinero. La razón oficial —la tapadera— es la lucha contra la evasión de impuestos. Sin embargo, si la razón fuera realmente esa, no se entendería por qué no se empieza a luchar contra la evasión legalizada de los grupos de comercio electrónico, los gigantes multinacionales y los cínicos especuladores financieros: categorías que, según la ley, pagan el 3% de los impuestos (frente al 65% de las empresas nacionales “normales”).

La verdad es que los “globócratas” sin fronteras aspiran a sacar dinero por las siguientes razones: 1) el dinero en efectivo es, al menos en parte, administrado libremente por el ciudadano, mientras que el dinero digitalizado está localizado directamente en manos del sistema bancario; 2) el sistema bancario puede beneficiarse parasitariamente de las transacciones digitalizadas; 3) con el dinero electrónico, éste es rastreado ininterrumpidamente (en línea con la empresa totalmente controlada); 4) si el dinero está en manos del sistema bancario, será fácil, con un clic, silenciar y matar —metafóricamente— a los disidentes, interviniendo su cuenta (lo que, evidentemente, no es posible a través del acaparamiento privado de dinero en efectivo); 5) con el dinero en manos del sistema bancario, prevalece la pérdida de la cuenta “material” del dinero y el endeudamiento de categorías cada vez más amplias de personas.

Como he tratado de mostrar más extensamente en Glebalizzazione, el homo indebitatus es, por definición, el nuevo esclavo del sistema contemporáneo, tomado en los dispositivos de captura y atado a las cadenas invisibles de la deuda de usura. El coronavirus parece ser una valiosa oportunidad para acelerar el proceso de transición a la plena digitalización del dinero.

*Fuente: El Inactual.