“Macri no toma vino”, señalaba un reconocido bodeguero, en una mesa compartida con otros colegas y algunos periodistas, justo días después de que asumiera la Presidencia el líder de Cambiemos.

Esto lo da a conocer el periodista Juan Diego Wasilevsky, subsecretario de Redacción de iProfesional.com y especialista en temas vinculados a la industria del vino.

Cuenta que el empresario, responsable de producir cada año millones de litros y acostumbrado a estar en el top 10 de las compañías más relevantes de esta industria, mencionó este dato al pasar, pero detrás de sus palabras había un dejo de preocupación.

Su temor era que el Jefe de Estado no llegara a comprender en su totalidad, la compleja realidad que padecía el sector vitivinícola.

Especialmente, durante la última etapa del kirchnerismo, cuando la disparada de costos afectó la rentabilidad y, además, dinamitó la competitividad cambiaria, por lo que la exportación pasó a ser un negocio a pérdida en los segmentos de más bajo precio.

Esfuerzos insuficientes

A un año de esa charla, iProfesional volvió a contactarse con el mismo bodeguero. Tras recordarle ese almuerzo y sus expectativas por el arribo del macrismo al poder, el empresario sintetizó la realidad del sector con una frase de un ex presidente: “Estamos mal pero vamos bien”.

Con este poder de síntesis resumió lo que muchos productores sienten en la industria: celebran que en los últimos doce meses se hayan corregido varios de los desfasajes que afectaban al negocio.

Pero, acto seguido, advierten que los esfuerzos por “normalizar” esta industria todavía no son suficientes.

¿La razón? Variables como la alta inflación, la caída del poder adquisitivo y el flagelo del atraso cambiario impidieron que esta rama de actividad clave dentro de las economías regionales vuelva a la senda del crecimiento.

Si hay un dato que sirve para ilustrar cómo en los últimos años la industria vitivinícola estuvo a la deriva, ése es el que refleja la cantidad de bodegas inscriptas en el registro nacional que están operando.

Cierran 20 bodegas por año

Las estadísticas del Instituto Vitivinícola están lejos de ser alentadoras: en 2010, se contabilizaban unos 984 establecimientos que efectivamente estaban funcionando.

Como contrapartida, en 2016 quedaron 864 bodegas operativas, según informa la página oficial del organismo.

Es decir que, en el transcurso de apenas seis años, unos 120 establecimientos dejaron de elaborar vinos. Esto equivale a que, en promedio, están cerrando unas 20 empresas por año.

Entre las muchas bodegas que quedaron en el camino, entre los casos más resonantes se pueden mencionar a Infiel Wines (Mendoza), Bodega Dos Andes Wines (Neuquén), Bodega Valle Perdido (Neuquén), Ave Wines (Mendoza), Viale y Dujovne Bodega y Viñedos (Mendoza), Cinco Lunas (Mendoza) y Herbert & Helmut Ditsch Creadores de Vinos (Mendoza).

Con el cartel “en venta”

En diálogo con iProfesional, Miguel Astorga, presidente del Colegio de Corredores Inmobiliarios de Mendoza, afirmó que el nivel de bodegas medianas y grandes que actualmente se encuentran a la venta es “muy elevado”.

En julio último se contabilizaban unas 30 empresas disponibles para la compra, cuando lo normal, según el experto, es que el número no supere los 10 emprendimientos.

A este problema, Astorga sumó el de la baja tasa de retorno, en un contexto de alta inflación: “Es necesario que mejore la ecuación financiera, porque son proyectos a largo plazo y con una rentabilidad del 5% al 6% en dólares pero con costos en pesos que suben de a dos dígitos, el negocio no termina siendo tan atractivo”.

Difícil en los dos frentes

La industria vitivinícola enfrenta problemas en los dos frentes: tanto en el mercado doméstico como en el de exportación.

A nivel local, las bodegas deben lidiar con una torta de consumidores cada vez más chica, en un escenario en el que se han sumado más jugadores.

“Hace ya más de una década que estamos en un proceso de disminución del volumen consumido de vinos en la Argentina, lo que lleva a un mercado donde existe cierta saturación de marcas y más bodegas compitiendo”, resumió el consultor Javier Merino.

El experto agregó que este panorama se agravó durante el último año, dado que “cuando el poder adquisitivo de los consumidores se deteriora, esto tiende a afectar con más fuerza los bienes más prescindibles, como es el caso del vino”.

Según datos del Observatorio Vitivinícola, entre enero y octubre de 2016 (último dato disponible), los despachos de vinos fraccionados totalizaron 787 millones de litros, lo que representó una caída interanual del 8%, marcando el peor registro en más de una década (ver cuadro).

Vino vs. cerveza

En los últimos años, el vino también enfrentó a un rival de peso: la cerveza, de la mano de grandes multinacionales pero también de pequeños proyectos artesanales, como Antares y Otro Mundo, que ganan cada vez más porción de mercado.

Un dato clave es que en 2016, la caída en el consumo de vino cuadruplicó a la de la cerveza, lo que dejó más en evidencia la crisis sectorial.

Lo que preocupa entre los bodegueros es la tendencia:

-En 2005, el consumo per cápita de vino llegaba a los 34 litros. En la actualidad es del orden de los 24 litros (caída del 27%).

-En el caso de la cerveza, en 2005 se consumían 30 litros per cápita pero en los últimos años despegó hasta los 43 litros actuales (suba del 43%).

Merino sumó otro problema que deben enfrentar las empresas del sector vitivinícola: las políticas de descuentos que imponen los supermercados y cadenas de vinotecas.

“La realidad es que una porción importante de vinos son hoy vendidos gracias a promociones, lo que impacta luego en los balances de las bodegas, pues los canales comerciales descuentan esos beneficios de la liquidación de compras”, explicó el experto.

Pérdidas millonarias 

Según el experto, en los últimos años, las bodegas argentinas perdieron un negocio equivalente a las 36 millones de botellas anuales, producto de los altos costos que las dejaron fuera de competencia.

Según datos del Observatorio Vitivinícola, pese a la devaluación de fines de 2015, los envíos al exterior durante 2016 no mejoraron.

Entre enero y octubre se exportaron 219 millones de litros por un total de u$s691 millones. Esto implicó una caída del 4% en volúmenes y del 1% en divisas.

Lo más preocupante es que, considerando ese lapso, se trató de la peor performance –en términos de litros- desde el año 2005.

“Podemos concluir que, para la industria del vino, la inflación ha sido muy nociva tanto en el mercado interno como la exportación”, afirmó Merino.

Como consecuencia de este doble “torniquete”, en los últimos tres años, la facturación global del mercado vitivinícola se achicó en más de $3.000 millones.

“Si la inflación baja y esto impacta en forma positiva sobre los salarios, entonces podemos esperar una recuperación del mercado del vino”, afirmó Merino.

La gran duda es qué sucederá con el negocio de la exportación, en momentos en que el ministro Nicolás Dujovne apunta a una mejora de la competitividad por la vía indirecta.

Es decir, bajando impuestos, mejorando la infraestructura y abaratando los costos logísticos.

«Todo eso es positivo, claro. Pero su impacto recién se sentirá en el mediano plazo. Necesitamos soluciones que tengan efecto inmediato», reflexionó el bodeguero que hace un año veía con inquietud a un presidente que no suele disfrutar de un buen Malbec argentino.