Por Diego Fusaro*

Colin Crouch, en su precioso estudio La extraña no muerte del neoliberalismo, plantea una pregunta digna de la máxima atención, que no podemos pasar por alto en absoluto: ¿Por qué el neoliberalismo emergió reforzado de la crisis telúrica de las sub-primes de 2007?

Ante una falla tan flagrante del sistema, un colapso que produjo el cataclismo de 2007 hubiera sido del todo plausible, incluso antes deseable, pero no, todo lo contrario: el liberalismo no ha frenado su marcha. De hecho, se ha reforzado transformando dinamita en hormigón. ¿Por qué pudo pasar esto?

En su estudio War on Democracy, Dardot y Laval proponen una respuesta: las élites turbofinancieras han logrado hacer aparecer la crisis como provocada por las ineficiencias públicas y la deuda estatal, a quienes eligieron para que se les devolviera la crisis: hicieron que los empleados y los jubilados pagaran la crisis, como si de ellos dependiera el fracaso del sistema financiero.

Salvar los bancos fue el nuevo lema indecente, que aún resuena con impunidad en el debate público. Los maestros del discurso y los circos mediáticos han optado, más habitualmente, por volcar la realidad, atribuyendo la responsabilidad de la crisis de las finanzas privadas al Estado, pudiendo así atacarlo de frente.

Han remodelado la realidad mediática, para inducir a la opinión pública a aceptar de buena gana y con estúpida euforia el desmantelamiento de lo público y del Estado: han fortalecido, de hecho, el sistema liberal criminal, debilitando aún más las únicas defensas que aún podían, al menos en parte, contrarrestarlo.

Fue la deuda pública más pesada -se dijo- la que provocó la crisis de 2007, por lo que fue necesario tomar represalias contra el Estado y la esfera pública. Los cataclismos de las finanzas especulativas, por otro lado, no debían ser objeto de debate. Y, de hecho, no lo fueron. Esto, además, es una prueba de que, como recuerdan Dardot y Laval, en el neoliberalismo todo obstáculo se convierte en oportunidad: la crisis financiera se ha montado para liderar la ofensiva contra el Estado, contra los salarios y contra la ciudadanía.

Es, una vez más, la crisis como método de gobierno: y gobernar a través de la crisis – Foucault dixit – significa gestionar esta última como un arma en beneficio de las clases dominantes que viven del capital. No hay crisis que no sea utilizada por el capital y sus gobiernos para acelerar e intensificar la transformación de la economía en beneficio de los gobernantes, rompiendo los límites restantes. Ya sea la crisis terrorista (2001), la crisis económica (2007) o, nuevamente, la crisis de salud (2020).

 

*Fuente: Articolo Ventuno Il Giornale.