(Por Clara Razu/ ESPECIAL para #MotorDomingo)

Las “pequeñas”, que tienen entre 10 y 49 empleados explican el 23% del trabajo en relación de dependencia. Mientras que las “medianas” que son aquellas que emplean un rango de 50 a 500 trabajadores, representan el 22% del empleo registrado.

Si clasificamos a las PyMes por la actividad que desarrollan se observa que el 30% se dedica al comercio minorista, el 10% a la actividad manufacturera (industria), el 11 % a la actividad agropecuaria, y el 39% a la prestación de servicios.

Los distritos donde se localizan el mayor porcentaje de las mismas (70%) son Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), y las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.

En CABA hay 42 PyMes cada 1000 habitantes, mientras que en las regiones de NEA y NOA solo 7 cada mil habitantes. El Centro, Cuyo y la Patagonia registran entre 12 y 15 PyMes cada 1000 habitantes.

Todos estos datos sirven para evaluar la importancia de las PyMes en los procesos de crecimiento y desarrollo económico. Si se considera que una microempresa nace en promedio con tres ocupados y las medianas con 85 empleados, y que mediante los procesos de innovación e inversión crecen rápidamente aumentando su planta, todas las medidas de fomento por parte del gobierno apuntan a reforzar el papel protagónico de estos actores.

La generación de empleo de las PyMes dota a un importante segmento de la población de ingresos salariales que en su mayor proporción lo destinan al consumo en el mercado interno. Ese mercado es abastecido por la producción de estas empresas, ya que solo el 1% de las PyMes exporta su producción.

El consumo en términos generales es el 70% de la demanda agregada, ya que los sectores de menores ingresos para cubrir sus necesidades, deben gastar la mayor parte de los mismos, o sea que la producción de bienes necesaria para satisfacer el consumo, crece, y con ese crecimiento, también crece la inversión necesaria, retroalimentando la creación de nuevos puestos de trabajo, estimulando los encadenamientos productivos, y dando lugar a una mayor recaudación impositiva, derivada del aumento de la actividad económica, encabezada por los impuestos indirectos, los que tienen relación directa con dicha actividad, por ejemplo el IVA (Impuesto al Valor Agregado).

La pandemia puso en evidencia como nunca antes la importancia de las personas en la generación de valor, en función de su participación, y que la centralidad económica descansa en la circulación de las personas que son las que producen y consumen bienes y servicios.

Es claro que la circulación de las personas por sí misma no garantiza el consumo, que no significa “superficialidad”, sino satisfacción de necesidades, y para muchos, por suerte, la “igualdad de derechos de acceder a los bienes y servicios que satisfagan sus necesidades”, desde la alimentación, el abrigo y el acceso a los servicios necesarios para sostener condiciones de vida digna.

Esos derechos requieren de recursos monetarios suficientes para pagarlos, porque no está de más recordar que en un modelo capitalista no acceden a los bienes y servicios quienes los necesitan sino quienes tienen los recursos monetarios para pagar por ellos.

La inyección de dinero en el mercado a través de los programas estatales de subsidios, ya sea de manera directa a partir de asignaciones de dinero, o a partir de congelamiento de tarifas, tarifas diferenciadas para sectores vulnerables o zonas geográficas con condiciones especiales, el subsidio de tasas de interés para que las instituciones financieras amplíen el menú de acceso al crédito a través de tarjetas, en fin toda la lista de programas de inclusión y auxilio que van desde la Tarjeta Alimentar, Ingreso Familiar de Emergencia, Programas de Ahora 12,18, 24 y 30, etc. Así como la restitución de medicamentos gratuitos para jubilades y pensionades, representan en términos económicos una masa de dinero que, volcada en el mercado, dinamiza la actividad de las PyMes y emprendedores que necesariamente para ampliar su producción ampliaran la dotación de personal, que se sumaran también con sus ingresos al mercado interno. Esta retroalimentación es el efecto multiplicador, necesario para motorizar el crecimiento y desarrollo.

Multiplicar es la tarea, multiplicar derechos, actores, incluyendo a todos, todas y todes, nada que la teoría económica como parte de las teorías sociales no haya desarrollado, desde Keynes hasta Piketty…

(*) Docente investigador- Asistente Observatorio Regional PyME en Universidad Nacional de La Matanza.

Fuente: motoreconomico.com.ar