El salto estratosférico del precio del dólar con la consecuente alza de tasas cala hondo no sólo en variables macroeconómicas que el gobierno creía tener encauzadas sino también en el bolsillo de los argentinos y en la caja de las empresas, es decir, en el conjunto de la economía.

El endurecimiento de la política monetaria del Banco Central (tasas al 40%, la más alta del mundo, por lejos, para intentar frenar al dólar), ahora encerrojada además por el Fondo Monetario Internacional, genera complicaciones a quienes precisan financiamiento bancario, vasos sanguíneos de las economías modernas.

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Por ejemplo aquellos ciudadanos de a pie que pretendan sacar un crédito, estarían pagando actualmente, con las tasas de referencia del BCRA como están, un costo financiero total (CFT) cercano, en algunos bancos, al 80%.

El CFT incluye no sólo la tasa de interés sino todos los otros cargos asociados (seguros, mantenimiento de cuentas, etc.) y es, según el propio Banco Central, la principal variable que se debe tener en cuenta al elegir un préstamo personal, prendario o hipotecario.

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La suba de tasas y del dólar ha generado un efecto dominó en el ámbito crediticio. Como consigna el periodista Claudio Zlotnik, por ejemplo, si uno abona sólo el monto mínimo de la tarjeta de crédito, el saldo impago queda atado a una tasa del 79,1%.

Esto es 10 puntos más que en abril o mayo. Los préstamos personales también se encarecieron súbitamente: en junio, bancos privados cobraban un CFT promedio de 62,6% anual; ahora escaló a 78,4%.

Queda claro que los aumentos salariales corren muy por detrás de las tasas de interés de mercado, y a la hora de afrontar cuotas mensuales de un crédito, la situación de las familias puede ser acuciante.

Recesión hasta nuevo aviso

Por su parte, las empresas, sobre todo medianas y pequeñas, también quedaron «a la intemperie» en medio de la tempestad.

Además de la baja de la actividad y una Afip que se muestra muy rigurosa, el costo del financiamiento, un recurso providencial para estos entes, se les ha elevado fuertemente. Muchos cheques comienzan a ser rechazados y la cadena de pagos comienza a estirarse, algo que advirtió el propio ministro de Producción, Dante Sica.

Es el ejemplo de dos casos mencionados en un artículo de Zlotnik, y que son recursos utilizados usualmente por las pymes: los adelantos en cuenta corriente (en pocas jornadas el costo subió de 40 a 54%) y el descuento de cheques, utilizado para conseguir liquidez por pequeñas y medianas empresas que necesitan cubrir algún rojo urgente.

El ministro de la Producción asumió con la tarea de apuntalar la competitividad de las exportaciones (y aumentarlas). Se mostró preocupado por las pymes y cómo las afecta el actual escenario económico.

Actualmente, una empresa que cambia un cheque, pierde a manos del banco alrededor de $3000 cada $100.000.

En tanto, los créditos indexados por UVA parecen haber desaparecido hasta nuevo aviso del mercado. Incluso muchas sucursales bancarias retirado los carteles que los promocionaban.

En las oficinas del gobierno nacional todo esto lo saben. El Banco Central acaba de publicar su relevamiento de expectativas en el que los economistas consultados consideraron para este año un crecimiento de 0,5% (es decir, de aquí en adelante, recesión hasta nuevo aviso).

El flamante ministro de la Producción nacional, Dante Sica, parece también haber tomado nota de esta situación y salió a anunciar «un acuerdo con doce bancos públicos para descontar cheques de hasta 90 días a pymes a una tasa final del 29% anual, entre otras medidas que le seguirían.

Respecto al problema de fondo, que en este sentido es la tasa de referencia del BCRA clavada en el 40%, si bien en el gobierno reconocen que es una crifra «excepcional» para frenar el dólar, no se sabe hasta cuándo durará la eventualidad.

Si bien reconocen los efectos negativos, en el gobierno nacional creen que lo primero que hay que terminar de controlar es «la corrida», calmar el escenario financiero y recien después, con estabilidad, buscar bajar la tasa. Eso sí, nada se decidirá, al menos en este aspecto, sin el aval previo del FMI.