Por Nancy Pazos*

No hubo eufemismos. Esta semana, en el prime time televisivo, Jorge Asís hizo público un secreto a voces: que el establishment, círculo rojo o clase dirigente empresarial analiza, especula o anhela —según el caso— que en las próximas elecciones el gobierno pierda igual o peor que en septiembre y que la consecuente crisis política, económica y social desencadene una Asamblea Legislativa. ¿Remember 2001?

La revelación no estuvo acompañada de un zócalo rojo con título catástrofe. Al contrario, en la misma enunciación el propio Asís relativizó la posibilidad y terminó poniéndola en el sitial de la fantasía política.

Ahora bien. El conjunto de creencias de los trabajadores de una metalúrgica de La Matanza no pesa lo mismo que las especulaciones del establishment. El pensamiento de los laburantes, con suerte, engrosa los números de una encuesta. La clase dirigente marca la presión financiera sobre el Banco Central, marca el ritmo de inversión de las empresas, de la liquidación de exportaciones y hasta del devenir de los precios. Es decir, influye directa y específicamente en las consecuencias económicas para todos los argentinos.

El círculo rojo es el poder permanente. Sobrevive a todos los gobiernos y no necesita revalidarse en las urnas. Son los mismos que se desilusionaron con Macri, que siempre odiaron y odian a Cristina Kirchner y que miran con un dejo de esperanza (porque ya no se enamoran más) a Horacio Rodríguez Larreta.

Son también los 2521 beneficiarios finales de las firmas offshore que llevaron a la Argentina al tercer puesto de los Pandora Papers, después de Rusia y de Gran Bretaña, que el Consorcio de Periodistas Internacional reveló esta semana.

Si tenemos en cuenta que como país estamos en el puesto 62 a nivel global de Producto Interno Bruto por habitante, que representamos el 0,87% del Producto Mundial y el 0,6% de la población de todo el planeta entenderemos que estar en el podio de dueños de cuentas en paraísos fiscales nos revela como el país con más ricos evasores por habitantes del planeta.

Reuters.

¿Qué calificación amerita el que elude su responsabilidad fiscal en un país con récord de pobres? Hay que decirlo con todas las letras. La evasión impositiva VIP tiene peores consecuencias económicas para el país que la corrupción política. Y tiene mucha más tolerancia social.

Que quede claro que la corrupción es nauseabunda, repudiable y obviamente condenable. Pero en el mundo representa el 5% de las cuentas off shore. El 30% es dinero proveniente del narcotráfico y otros delitos y el 65% son cuentas de empresas multinacionales y o personas con altísimos patrimonios.

Y ese es el verdadero karma del país. Una burguesía que no tiene conciencia alguna de su rol social. Que no quiere perder nunca. A la que aún no se le escuchó una sola autocrítica por su rol en los, como gustan recordar, 70 años de decadencia argentina. Como si en vez de co-responsables por su lugar en la élite de la sociedad, fueran igual de víctimas que los obreros de la metalúrgica de La Matanza.

Los Bolsos tirados por José López en el Monasterio son una propina para el remise al lado de los millones depositados en las off shore por los mismos que, encima, se dan el lujo de dar clases de moral y señalar con el dedo sentados en el cafecito del Patio Bullrich.

Va de suyo que bien preso y condenado está López. La comparación no es justificatoria. Es para iluminar un cáncer de la sociedad que, por alguna extraña razón, como si hubiéramos sufrido una lavado de cabeza colectivo, nunca ponemos en el tapete. Y por ende nunca tenemos en cuenta.

EFE.

Ahora bien, por más impulso inicial a la reactivación del país que pueda dar el Estado, la inversión genuina y el crecimiento del país es imposible sin un compromiso de la clase dirigente empresarial. Como país entonces nos encontramos en un verdadero dilema.

La grieta hoy, más que oficialismo-oposición, es entre Gobierno y establishment. El contrapoder de Cristina en términos políticos, más que Macri o Larreta, son los factores de poder que se sienten representados por la oposición pero no son exactamente la oposición. ¿Cómo se crece entonces si las dos partes que se tienen que poner de acuerdo se odian y no se hablan?

Cuando Cristina eligió a Alberto Fernández pensó que el actual Presidente podría tender puentes con ese sector social, con los dueños de las principales empresas. En eso Alberto también falló. Él se justifica ante propios y extraños alegando que la condición del establishment para llegar a un acuerdo era “la cabeza de Cristina”.

Es posible que sea cierto. Pero nunca hay un solo responsable en las desavenencias. Ni maritales ni políticas. El nuevo puente que puede unir partes irreconciliables es Juan Manzur: su agenda no pública ya está minada de esos encuentros. Esta semana se encontrará con quien es, posiblemente, el hueso del establishment más duro de roer.

Pero Manzur no es el único en ese intento de proeza. Cristina bajó del pedestal de reina alejada del mundanal ruido con el que todos la caricaturizan, y se puso el overol. Empezó a recibir, en principio, a todo aquel que se muestre dispuesto a una charla sensata y profunda siempre que empiece con una autocrítica.

Los que pasaron por la experiencia, que no son pocos, se muestran sorprendidos. La vicepresidenta muestra en privado rasgos de sensatez casi antagónicos con sus diatribas públicas.

Está claro que el ejercicio va más allá de las elecciones de noviembre. El kirchnerismo tiene claro que no hay futuro si no se concilia un pacto económico-empresario-gremial-social. La discusión está en que ningún pacto serio puede empezar barriendo bajo la alfombra.

Ni a los pobres e indigentes ni a los errores pasados de ambos bandos. De ahí esta invitación a empezar con la autocrítica.

Franco Fafasuli – Infoabe.

Pero quizás más que enfatizar en las zonas erróneas mutuas haya que apelar a las fortalezas. Así como el establishment tiene bajo el colchón (o en las off shore) los dólares que se necesitan para hacer despegar el país -y eso lo reconocen todos-, habría que reconocerle al kirchnerismo su intrínseca capacidad de contención social.

No hay conciencia en el círculo rojo de que el país atraviesa sus peores índices de indigencia y pobreza sin que los habitantes de los countrys se tengan que armar porque sienten, como en el 2001, que van por ellos. Si Cristina, aunque sea como ilusorio factor de esperanza futura, no existiera, ¿habría alguien capaz de tener sosegada hoy tanta desigualdad estructural?

El crecimiento de la izquierda en todo el país como tercera fuerza, muy por arriba de los libertarios que son -por ahora- solo un fenómeno urbano, no debería pasar desapercibido para nadie.

Ahora bien, hasta aquí cómo se están moviendo las piezas en lo alto del poder real. En el mientras tanto el gobierno empezó a bailar al ritmo Tucumano.

Manzur impuso durante las dos primeras semanas un ritmo tan frenético que no son pocos los que encendieron las luces de alarma. Primero, porque a la luz de la hiper ejecutividad actual cada día que pasa queda más en claro la parsimonia anterior.

Manzur no solo impuso reuniones de gabinete cada quince días, sino que lleva un prolijo tablero de control al mejor estilo macrista, para ver y auditar los avances de gestión.

Al parecer no solo el ego de Santiago Cafiero está herido al ver la diferencia. El propio Presidente quiso ser parte de la última reunión conjunta para subirse a la ola.

Claro que no es lo mismo una reunión de trabajo en un salón de la Casa de Gobierno que una reunión de gabinete, Presidente incluido, en el Museo del Bicentenario. Increíble pero real, cuando Alberto mete las narices en la gestión cotidiana no hace más que ralentizar los tiempos.

Una trampa que deberá sortear pronto Manzur si no quiere terminar anulado en el mejor aporte que puede hacer al gobierno por el propio Presidente.

Otro ejemplo es el acto de mañana. ¿Hay necesidad de que Manzur gaste energía personal en armar un acto multitudinario en Tucumán para que Alberto recupere autoestima? El Presidente debería seguir tomando notas en reuniones pequeñas. La masividad hoy relacionada con su persona es irritante. Por más que todas las restricciones se han levantado, el recuerdo del encierro está más latente que el alto costo de la energía en épocas de Macri. Sobre todo para aquellos que no los votaron. Y sobre los que el gobierno aún tiene esperanza de recuperarlos.

Bonus Track

En los próximos días el gobierno anunciará un convenio con Brasil por el que empezaremos a exportar energía. En un momento en que la energía está en crisis en el mundo, Argentina no solo exportará a precio super conveniente sino que tiene una cláusula de salida por la cual si el sistema nacional lo requiere se puede suspender el envío del excedente a Brasil sin ningún punitorio. Una manera limpia de recibir esos dólares que tanto necesitamos.

*Fuente: infobae