Luego de lograr una importante revisión del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional el gobierno afirma que la Argentina no está en riesgo de default. En realidad, lo que se está diciendo es que, si todo sale según lo previsto, el país tendrá cubierta las necesidades de financiamiento externo hasta finales del 2019, puesto que esta modificación implica el adelantamiento de los desembolsos proyectados para los años 2019, 2020 y 2021.

La situación es en extremo delicada, no sólo porque el gobierno nunca acertó uno sólo de sus pronósticos (¿por qué acertaría en este?), sino porque esta perspectiva no da ninguna certeza para el día después de mañana.

Los anuncios relacionados con esta nueva etapa de “enamoramiento” entre el gobierno argentino y el FMI, estuvieron enfocados sobre el nuevo criterio de administración del esquema cambiario y sobre las medidas para estabilizar la cotización del dólar. Pero tal como habíamos anticipado antes del fracaso del primer acuerdo ratificado el 20 de junio, ahora el gobierno anuncia y confirma que la recesión (desempleo, cierre de empresas, pobreza, exclusión, regresividad, etc.) es su único y último camino para corregir los desequilibrios gravosamente auto infligidos.

Aun suponiendo que el gobierno lograra cumplir con sus planes hasta el 2019 inclusive (cosa que, vale reiterar, implica más pobreza, destrucción del aparato productivo y deterioro social) queda una pregunta que todavía nadie ha podido contestar: ¿qué le espera a la Argentina después del 2019?

En sus frecuentes y reiteradas apariciones mediáticas, los funcionarios del gobierno y los economistas afines (aunque a veces críticos desde una posición ortodoxa extrema) apuestan a que el equilibrio fiscal alcanzado permita volver recomponer el flujo de préstamos internacionales que el gobierno de Macri tuvo desde sus primeros días al mando.

De hecho, los comentarios más o menos críticos de este grupo de consultados refiere a la manera en la que el gobierno debe cumplir a rajatabla con las imposiciones del fondo para evitar un inmediato default en caso de que la Sra. Lagarde decida ponerle fin a este “amor de verano”.

Es preocupante observar que el gobierno y su coro de economistas eluden hablar de la manera en la que la Argentina se va a insertar en el esquema internacional para generar riqueza de manera genuina, y recomponer lo destruido garantizando la solvencia del sistema más allá de las elecciones del año que viene. Esto es, porque a pesar de que reconocen los errores y desequilibrios ocasionados durante su propia gestión (y con todo el poder a su disposición), defienden directa o indirectamente el actual modelo extranjerizante, primarizador y regresivo, que retrotrae la realidad nacional a la etapa pre-peronista en la que unos pocos gozaban sobre el sufrimiento de las grandes mayorías populares.

La búsqueda por corregir los desequilibrios macroeconómicos generados por la irresponsable y fraudulenta política económica del gobierno macrista, no son una excusa válida para consolidar un modelo económico que nunca garantizó un nivel de vida digno y acorde a los valores y expectativas culturales de su pueblo.

La estrategia comunicacional inteligentemente diseñada y aplicada con gran profesionalismo por el gobierno de Cambiemos, apunta a consolidar el colonialismo cultural con el propósito de lograr un pueblo convencido de que le corresponde la pobreza y la subordinación a los poderes del mundo.

Aunque a veces parece que esta estrategia cala hondo en la mente de muchos argentinos, difícilmente logrará terminar con los valores trascendentes que han fundado una nación orgullosa y desafiante. La propuesta superadora es aquella que se insubordine al dictado de los poderes anti nacionales y logre ofrecer una salida sobre la base del bienestar del conjunto de los argentinos.

Esteban Guida
fundacion@pueblosdelsur.org