Por Alfredo Zaiat

La irresponsabilidad política, que tiene su extensión en el desorden en la gestión económica, no abandona al gobierno de Macri hasta sus últimos días. Detrás del marketing de buenos modales con convocatoria al diálogo en un desayuno y de la indulgencia de la prensa adicta, la alianza Cambiemos ha utilizado millonarios recursos en pesos y en dólares del Estado para una estrategia electoral donde fue derrotada. La cuenta de la campaña política más cara de la historia de elecciones en Argentina será pagada con una crisis de proporciones que deberá enfrentar el gobierno de Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner.

No sólo ha desviado millonarios fondos en pesos para sumar voluntades, entre esos movimientos de dinero el más reciente, por el cual deberá dar cuenta en Tribunales, tiene de protagonista al Ministerio de Producción y Trabajo. También ha utilizado dólares, primero con endeudamiento desaforado con emisiones en el mercado de capitales internacional y con el préstamo récord del FMI, para, con los dólares así obtenidos, manipular la paridad cambiaria con objetivos electorales. En los comicios de medio término, en 2017, tuvo éxito; en la elección presidencial, no.

Una y otra maniobra tiene elevados costos económicos. Pero la realizada con pesos es menos dañina porque, en última instancia, se hizo con una moneda que el Banco Central puede emitir. Sin embargo dilapidar millones y millones de dólares tiene un costo enorme en términos financieros y sociales. El Banco Central no los emite y esos dólares de deuda se tendrán que devolver, y la economía argentina no genera las divisas suficientes para cumplir con esos compromisos. Un default de deuda por la imposibilidad de tener los dólares para pagar tiene costos elevados en términos de estabilidad. Pero pagarla en una economía en recesión tiene costos todavía mayores por el brutal ajuste que exige.

La sucesión de presidentes del Banco Central durante cuatro años de macrismo ha realizado destrozos de proporciones. Fulminaron el patrimonio de la entidad monetaria, armaron la Bomba Lebac y para desarmarla armaron otra, la de las Leliq, dispararon la tasa de interés a niveles que despedazaron la actividad productiva y comercial, y, finalmente, rifaron reservas en forma grosera.

Vaciaron la caja de dólares del Banco Central después de inaugurar la gestión, en diciembre de 2015, con el levantamiento de las restricciones, facilitando así la fuga de capitales con un endeudamiento descontrolado, para terminar, en diciembre de 2019, con un régimen de control aún más estricto.

Tal es el nivel de impunidad con el que se manejan los economistas del macrismo que dicen que todo lo hicieron por el bien común mientras dejarán un cuadro financiero y socioeconómico dramático. Ese comportamiento desfachatado quedó en evidencia en la conferencia de prensa del día después de las elecciones del titular del Banco Central, Guido Sandleris.

Anunció una restricción casi total para la venta de dólares para atesorar después de dilapidar casi 23 mil millones de dólares desde el 12 de agosto pasado, el día después de la paliza electoral del Frente de Todos al oficialismo en las Paso. Un tercio de ese total, unos 7000 millones de dólares, fue para frenar el alza de la paridad apostando de ese modo a conseguir una mejor performance electoral del oficialismo. Otra irresponsabilidad de la gestión económica del macrismo.

En dos meses y medio rifó semejante cantidad de dólares sólo para favorecer las chances de Mauricio Macri. Y Sandleris se presenta ante la sociedad diciendo que las nuevas limitaciones son “para preservar las reservas durante la transición”. Tenía que haberlo hecho antes. Lo único que hizo el gobierno desde el día después de las Paso es llenar de minas el terreno que empezará a transitar el gobierno de Alberto Fernández a partir del 10 de diciembre próximo. Una de ellas es el desordenado e inconsistente control de cambios de Sandleris.

Fuente: pagina12.com.ar