En un país duramente perjudicado por las políticas recesivas del ex presidente Macri (la economía del país decreció en tres de sus cuatro años de gestión) y las restricciones por la pandemia, el nivel de empleo fue de las variables económicas importantes más afectadas en los últimos tiempos y en el último año en particular.

Para el segundo trimestre 2020 se habían perdido 3.757.000 puestos laborales, de los cuales 289.000 correspondieron a asalariados registrados, 1.695.000 a asalariados informales y 1.774.000 a trabajadores cuentapropistas, según cifras del Indec.

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En la distribución por rubros, el personal doméstico sufrió una pérdida de casi 600.000 puestos, la construcción cerca de 400.000, y hoteles y restaurantes 304.000 puestos de trabajo.

Esta merma no se revirtió en la segunda parte del año – si bien sí repuntaron algo ciertos sectores-: el Producto Bruto Interno (PBI) descendió en el año 2020 con respecto al año 2019 (que ya arrastraba una recesión de dos años y fue muy malo) en más del 10%, la mayor caída de la que se tenga registro.

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Se trata de un indicador clave porque alude a la producción total del país, es decir la capacidad de su población para generar riqueza en un período, por lo que si se tiene en cuenta que cada año la población aumenta en torno al 1%, son cifras calamitosas.

En este sentido, con una población de algo más de 45 millones de habitantes (según datos oficiales), la tasa de actividad se calcula en un 47%, es decir que más de 22 millones de personas que se encuentran en condiciones de trabajar (“económicamente activa”).

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No obstante, solo se registran 11.762.000 ocupados, de los cuales 9.475.600 personas son asalariadas, incluyendo al sector privado (en junio de 2020, se contabilizan 5.781.000 personas asalariadas en el sector privado), sector público y el trabajo en casas particulares, y 2.287.000 tienen trabajados independientes (monotributistas y autónomos); razón por la cual cuando se pagó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), alcanzó a alrededor de 8.750.000 beneficiados.

Salarios y competitividad

Argentina tiene a inicios de 2021 un salario promedio (neto de bolsillo) de trabajadores industriales menor a 700 dólares por mes, a razón de 3,5 dólares la hora.

No se trata solo de uno de los más bajos de nuestra historia, sino que como pidiera Paolo Rocca, CEO del grupo Techint, es una remuneración peor a la recibida por igual trabajo en Brasil y, sin embargo, la economía argentina no logra competir con Brasil en la mayoría de la producción manufacturera.

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Ni que hablar cuando se comparan esas variables con países desarrollados, cuyo salario promedio ronda los 2.200 dólares mensuales, pero con una capacidad productiva mucho mayor, por las maquinas, equipos y tecnología que poseen.

Más allá de reflejar la cruda realidad que atraviesan los trabajadores argentinos, en este último caso se trata de un dato que, en forma lamentable, torna en al menos cuestionable a la premisa de sectores empresarios cuando se quejan, en forma repetida, del “alto costo laboral argentino”.