Por Esteban Guida*

En medio de un clima de gran incertidumbre y volatilidad por la situación económica del país, el Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, encabezó junto a su par de la cartera de finanzas, Luis Caputo, una apresurada y forzada conferencia de prensa que dejó más dudas que certezas.

En rigor de verdad, el ministro no anunció ninguna medida económica relacionada con la situación actual del mercado cambiario y las fuertes especulaciones en torno a la capacidad de pago de la deuda pública de la Administración Central y el Banco Central de la República Argentina (BCRA).

Lo que hizo, fue declarar una nueva promesa de reducir el déficit primario achicando el gasto y reduciendo el presupuesto destinado a obra pública; una mala noticia para el conjunto de los argentinos que padece cada vez más el rigor del ajuste de las cuentas públicas.

Las medidas económicas provinieron, en cambio, de quien aparece como el vencedor en la lucha por el apoyo político de parte del Presidente de la República; es decir, Federico Strurzenegger. En efecto, minutos previos a que Dujoven se exponía ante las cámaras, el BCRA resolvía elevar la tasa de referencia a la astronómica cifra del 40%, buscando generar incentivos suficientes para frenar la escapada al dólar.

Se sabe que esta medida generará más especulación, más recesión y menos generación de empleo, aspectos que incumben principalmente al gabinete económico. Por eso, no sería descabellado pensar que la conferencia de prensa de Dujovne haya resultado una especie venganza por el papelón que el presidente del BCRA tuvo que pasar el 28 de diciembre pasado, cuando los ministros anunciaron, en su presencia, el fracaso de la política antiinflacionaria y el cambio de metas de inflación para el 2018.

Esta vez le tocó a Dujovne hacer el papelón. Papelón porque se lo vio dar un mensaje al mundo de las finanzas, explicando lo inexplicable, y reconociendo como una cuestión secundaria que las medidas tomadas por el BCRA irían en contra de los objetivos de su cartera, ya que frena el crecimiento económico, desalienta los planes de inversión productiva atenta contra la generación de empleo.

Pensar que la promesa de reducir el déficit fiscal primario, hecha por un gobierno que ha recurrido a deshonrar su propia palabra, pueda llevar tranquilidad a los mercados, es pecar de inocente, o subestimar peligrosamente a los argentinos. La apuesta está en patear la pelota para adelante y ganar tiempo para que los mercados se reacomoden; en otras palabras, sostener un dólar bajo hasta que los operadores se logren salvaguardar las ganancias extraordinarias que han logrado en los últimos tiempos.

Nuevamente, los intereses nacionales quedan subsumidos al de quienes detentan en poder financiero. El conjunto de los argentinos tendrá que pagar las consecuencias de una política monetaria y cambiaria destinada, casi exclusivamente, a garantizar la renta de los jefes de quienes ocupan varios cargos en el Poder Ejecutivo Nacional.

Esto no resulta ninguna novedad. No se puede decir que esta situación aparece como novedosa ni que no se haya anticipado lo que se proponía e iba a hacer este gobierno. Estuvo todo dicho desde el comienzo y muchos sectores acompañaron y siguen acompañando la tentación de lograr ganancias extraordinarias en poco tiempo; vaya si lo es un 40% anual, con la posibilidad de convertir la renta a un dólar subvaluado y fugar las divisas sin costo alguno.

De hecho, el Ministro Caputo dijo con toda tranquilidad que el gobierno ya lleva emitido el 85% de la deuda que tenían pensado tomar en todo el 2018; qué pasó, se adelantaron por mera glotonería financiera, o porque sabían que el acceso al crédito se complicaría por estos tiempos?

A pesar de lo revoltoso del contexto, lo mejor es no desesperarse. En estos ríos revueltos, los pescadores que siempre ganan son los que tienen mucha información y muchísimo dinero, cazando a quienes intentan salvaguardar algún ahorro logrado con esfuerzo y trabajo. Habrá que esperar para saber cuál fue el arreglo político entre el gobierno y los bancos, cuyos ex empleados se encuentran al timón de la política económica.

Todo sigue el curso que marca la fiel defensa de los intereses corporativos, en un país que no termina de reaccionar, porque se debate entre la vigencia de una conciencia nacional, versus la codicia del bolsillo.

*Fundacion@pueblosdelsur.org