Por Florencia Vizzi

José Natanson es politólogo, escritor, periodista de larga data y director editorial de Le Monde Diplomátique . En los últimos tiempos, ha publicado vastos análisis sobre el declive del kirchnerismo, el ascenso del macrismo y algunas variantes, en las que acuñó ciertas definiciones, del estilo «nueva derecha democrática», que irritaron a algunos y fascinaron a otros.

En su último paso por Rosario, para dictar un seminario de formación sindical, visitó los estudios de Conclusión y, casi con resignación, tuvo que volver sobre esa definición.

Casi sobre el fin del gobierno de Mauricio Macri, ¿sigue sosteniendo que se trata de una «derecha democrática«?

—Bueno, esa ha sido una cuestión controvertida. Yo creo que esa definición se sostiene en la medida en que se trata de un gobierno que llegó al poder de manera democrática, ganando elecciones y que fue revalidado en elecciones de 2017 de manera muy apabullante. Ganó muy bien en en varios lugares del país y, si entrega el poder el 10 de diciembre de este año, va a haber sido un gobierno que complete un período democrático. Obviamente, con muchos o algunos problemas en la alteración del Estado de Derecho, que también hay que señalarlo. Hay detenciones arbitrarias, abuso de la prisión preventiva por parte de la Justicia Federal , hasta que punto el gobierno es el artífice de esto, o cómplice de esto ya es más difícil dilucidarlo, pero creo que a grandes rasgos ha sido y es un gobierno que se mueve en esos parámetros. Uno puede tener 20.000 definiciones de democracia, pero en algún momento hay que trazar una línea y decir bueno, hasta acá este sistema, este país dejó de ser democrático y se convirtió en una dictadura y yo creo que esa línea el macrismo no la cruzó. Yo veo más bien una continuidad democrática del 83 hasta ahora, no es que hubo algo hasta el 2015 y se interrumpió lo cual no quiere decir que no sea un gobierno que produjo un cataclismo social, una crisis económica que aumentó la pobreza, todo lo que ya sabemos. Yo no estoy haciendo una evaluación socioeconómica de la gestión de este gobierno que creo que fue pésima.

— ¿Por qué la define como «nueva derecha»?

Yo lo que quise decir es que era una derecha que estaba marcando diferencias con las dos experiencias de reforma neoliberal que habíamos tenido, que eran la dictadura y el menemismo. En cuanto a la dictadura, porque claramente se trata de un gobierno no democrático y Martínez de Hoz no era el ministro de economía de un gobierno democrático, y porque también venía marcando algunas diferencias con el menemismo. Por decir, el macrismo llegó al gobierno en un contexto de normalidad y no de emergencia como el de Carlos Menem, y que eso hizo que, sobre todo, al principio tuviera una política menos drástica. Además, el menemismo ya había privatizado las empresas, ya había desregulado la economía, ya la había abierto… el kirchnerismo revirtió algunas de esas políticas, pero no revirtió todas. entonces algunas de esas tareas ya estaban hechas, por eso decía que era otra derecha.

 

The end of the grieta

José Natanson tiene un estilo, que evidentemente disfruta, que es utilizar ciertas formas provocativas para plantar fuertes debates. The end of the grieta fue una serie de tres artículos de opinión, publicados por el diario Página/12, que comenzaron con el corrimiento de Cristina Fernández de la candidatura presidencial, la unción de Alberto Fernández como el elegido para ese lugar y el nacimiento del Frente de Todos y tuvo su última entrega luego de las PASO, con el arrasador triunfo de los Fernández.

Como su «nueva derecha democrática», The end of the Grieta también levantó polvareda, despertó amores y odios y exacerbó algunos ánimos a ambos lados de la supuesta fisura.

—¿Cuál es la hipótesis que planteás en estos artículos?

—De todas las hipótesis posibles que se manejaban acerca de la decisión de Cristina de bajarse de la candidatura y designarlo a Alberto Fernández en su lugar, la que más me interesaba, la que me parecía más descriptiva, era la idea de la hipótesis de ponerle fin a la grieta, entendiendo la grieta como dos minorías, una kirchnerista y una antikirchnerista, que no llegan a construir una mayoría, a cubrir el 50 o 55 % o si lo hace lo hace de forma muy episódica, pero que tienen el poder suficiente para gobernar la argentina, como hizo el cristinismo y como hizo el macrismo. Y que Cristina, en forma muy inteligente y sagaz, creo yo, dijo: «creo que lo que yo expreso no alcanza, necesitamos algo más amplio, la unión de todo el peronismo, y si yo estoy al frente esa unidad no se va a producir». Porque la mera presencia de Cristina genera una gran división en electorado y dirigentes. Cuando Cristina se corrió y dijo Alberto, esa unidad se produjo.

—¿Cómo ve la figura de Alberto Fernández, en esta línea de ponerle fin a la grieta?

—Creo que podría ser el hombre adecuado para este momento de la Argentina, porque me parece que es un tipo que, por un lado, tiene una capacidad de integración política, conoce a los intendentes, a los gobernadores, a los sindicatos y a los empresarios y que, además, fue muy crítico del kirchnerismo durante mucho tiempo, entonces nadie le puede decir que fue un chupamedias. Se fue del kirchnerismo a la nada, planteando que estaba en desacuerdo con un montón de cosas. Después estuvo en ese desierto del «no kirchnerismo» durante un montón de años y ahora volvió con esa idea de unir al peronismo…y pareciera ser el hombre adecuado. Después veremos cómo le va.

Latinoamérica, Brasil, evangelismos y otras hierbas

¿Cómo ve el momento actual de América Latina? ¿Vuelve a virar hacia el abanico de la centro izquierda o eso es sólo una sensación?

—Yo creo que América Latina está muy dividida, que vamos a tener gobiernos de derecha en Brasil, Chile, probablemente en Uruguay en octubre, y que vamos a tener un gobierno más progresista en Argentina que probablemente va a poder hablar mejor con Bolivia y podría ayudar mejor a Venezuela. Creo que no hay un giro a la izquierda rotundo, como el que hubo en su momento, ni tampoco hay una hegemonía de la derecha, sino que vamos a tener una región más bien disputada.

—¿Y como ve la relación entre Argentina y Brasil?

—Va a tener que progresar, aún cuando a uno no le guste Bolsonaro, es el presidente que eligieron los brasileros y va a haber que establecer una convivencia, porque Argentina tiene una agenda importante con Brasil. Está el acuerdo con el Mercosur, está el acuerdo con la Unión Europea pendiente, hay muchos temas que se cruzan con Brasil, así que van a tener que convivir.

—¿Que opinión te merece ese acuerdo Mercosur-Unión Europea?

—La verdad es que no lo sé. Hay que esperar a ver como evoluciona y conocerlo un poco más. Es posible que se estanque, que no avance, desde el lado del Mercosur y desde el lado de Europa. Francia e Irlanda, Francia sobre todo, están esperando cualquier excusa para enterrarlo, porque piensan que no les conviene.

— En las últimas elecciones, aquí en Santa Fe, algo que sorprendió bastante fue la performance de Amalia Granata, cuyo partido logró alzarse con seis bancas en la cámara de Diputados, con el apoyo de una importante iglesia evangelista y un discurso bastante conservador. Es imposible no hacer un parámetro con el caso brasileño, salvando las distancias, cuyas iglesias evangelistas han sido clave en los últimos años en la política y es imposible no preguntarse si vamos por un camino similar…

—En los últimos años hubo un avance muy notorio en América Latina en materia de derechos que tienen que ver con la diversidad sexual, pluralidad, derechos de las mujeres, derechos de las minorías, derecho a la identidad sexual… Ese avance generó una reacción, de un sector importante de la sociedad que piensa que eso está mal. En Brasil se manifestó a partir de la candidatura de Bolsonaro, que condensa esos sentimientos, aunque Bolsonaro expresa otras cosas también. En Argentina, por lo que yo pude leer y por lo que entiendo, el evangelismo no tiene el peso político que tiene en Brasil. El fenómeno de Amalia Granata me parece un fenómeno más circunscripto a un lugar y hay que ver si se sostiene, si es duradero. En Brasil las iglesias evangélicas representan un poder real, en su momento algunas también apoyaron a Lula… En la Argentina todavía no llegamos a ese lugar, aún las iglesias evangélicas no detentan tanto poder ni adquirieron ese peso político. El caso de Amalia Granata habrá que ver como evoluciona. Aunque la candidatura de Gómez Centurión, que va por ese lado, podría estar anunciando algo así.