POR PAULO VIGLIERCHIO

«Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento», dijo alguna vez quien fuera tres veces presidente de la República Argentina, Juan Domingo Perón. Su mítica frase se volvió un signo atemporal en nuestro país, elevándose como un dogma inobjetable que debe ser refrendado en cada oportunidad que lo requiera. La actualidad del país, donde se acumulan noticias que benefician a un grupo minoritario de la sociedad, acaudalado, en detrimento del grueso de la sociedad nacional, han puesto de manifiesto la necesidad de recordar a los legisladores quien tiene verdaderamente el poder.

En ese sentido, la actual gestión libertaria de Javier Milei se propuso como insignia de su gobierno llevar a cabo el Plan ‘Motosierra’, que empezó con una brutal devaluación ni bien asumió, en diciembre. Empezó con la transferencia de recursos de los sectores productivos a los de mayor riqueza. Ello vino aparejado de una importante licuación salarial, con recortes en áreas clave como salud, educación, ciencia, tecnología, recortes en la administración pública, aumentos de tarifas, alquileres, prepagas, combustibles, desregulación de la economía y una liberación salvaje de precios. ¿La variable del ajuste?, como siempre la clase trabajadora.

Todo ello provocó que los aumentos de los productos, sobre todo un rubro tan esencial como los alimentos, fueran totalmente desproporcionados. Una parte mayoritaria de los argentinos se vio obligada a reducir drásticamente sus gastos, empeorando día a día su calidad de vida, los olvidados jubilados teniendo que elegir si comprar medicamentos o comer, los considerados ‘lujos’ se volvieron imposibles. Había que «pagar la fiesta», la de los ricos.

Con precios internacionales y salarios de verguenza, el consumo lógicamente se desplomó. La receta del desguace aumentó los números de pobreza e indigencia, con un Gobierno que festeja el superávit y reducción del déficit fiscal a costa de haber sacado la pata del Estado en cada área, sin importarle que deja un montón de desempleados desamparados. Para encontrar mayor sustento, buscó legitimar su política con dos medidas clave: un Decreto de Necesidad y Urgencia y una Ley de Bases que tienen como objetivo profundizar el plan de entrega, sometimiento y saqueo de la patria en pos de intereses foráneos, al servicio del establishment financiero concentrado.

Precisamente, la ‘fundacional’ Ley Bases tuvo el visto bueno de la Cámara de Diputados de la Nación, teniendo como último escollo la aprobación del Senado para cobrar vida. Respecto a ello, mientras algunos funcionarios fueron coherentes con su prédica, rechazando de cuajo el proyecto firmes a sus convicciones e ideas de país, otros se quedaron en la pura alocución, siendo esclavos de sus palabras, borrando con acciones lo que habían defendido con la boca.

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Uno de esos casos fue el de la legisladora por el Partido Social Demócrata, Margarita Stolbizer, quien no la pasó bien durante su paso por la ciudad bonaerense de Bahía Blanca, el último fin de semana. Allí, algunos ciudadanos la peticionaron por su votación favorable en la Cámara Baja, cuando anteriormente se había pronunciado en contra de la iniciativa.

Otro que tuvo un momento complicado fue el presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda  y actual diputado nacional por La Libertad Avanza (LLA) en la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert, quien fue escrachado el lunes por la noche, cuando se tomó un descanso para cenar en el medio de la maratónica sesión, en un restaurante cerca del Congreso. 

Finalmente, quien padeció también una escena compleja fue el diputado del PRO, Nicolas Massot, que fue increpado por organizaciones de jubilados cuando se disponía a ingresar al anexo del Congreso.

Estos ejemplos ilustran como cuando los «representantes» del pueblo traicionan las consignas que el voto popular les encomendó, este puede hacer pesar el malestar de diversas formas. Pareciera que muchos buscan llegar, insertarse y acomodarse en el aparato político, dejando en un segundo plano lo que los llevó a ocupar esos lugares de privilegio, olvidándose que esas bancas solo deben ser ocupadas por verdaderos portavoces de las demandas de la sociedad.

Cuando esos derechos, conquistas y luchas que tanto costó conseguir en la historia argentina se ven avasallados y se contraponen con beneficios personales, no queda más remedio que recordarles a quienes tienen decisión que han desviado el camino del interés y la prosperidad nacional, por sobre todas las cosas.