Por @RafaelArrastia*

“¿Para qué sirve el coucheo?” se preguntaba Alberto Fernández días atrás, y es justamente para estar entrenado en estas ocasiones donde el inconsciente toma más poder que el permitido por el yo.

Tal vez la dimensión ética (subjetiva) de este candidato, profesor universitario e hijo de un juez, se quebró ante la sola acusación de corrupción que le hicieron ante cámaras, o sea no ante miles de televidentes, sino ante la mirada del Gran Otro que es la ley de nuestros mayores y que siempre es inconsciente. Y el día de la madre es justamente un día muy especial para que el superyó le juegue a uno una mala pasada.

Como señaló este lunes Claudio Jacqelin desde el diario La Nación «se advirtió en Fernández cierta incomodidad, signada probablemente, por la centralidad de la corrupción, la búsqueda de una moderación del estilo agresivo del domingo previo, y los dardos que recibió también de los demás candidatos, por ser quien encabeza la carrera electoral. Riesgos del que va ganando».

Analizamos a Fernández porque le lleva 20 puntos al segundo, y vemos que la presión recibida durante la semana por el tema del dedo índice dejó sus huellas, ya que en esta oportunidad -con razón- no soportó que lo tilden de autoritario.

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La cuestión es que Macri en la última semana profundizó la inflación, el riesgo país, la decadencia de la industria y del comercio, también la catástrofe sanitaria y social, entre otras variables, es decir no hizo nada para mejorar la situación de millones de indigentes hambrientos y empresarios desesperados, pero eso sí, se coucheó a full y además  se retroalimentó con miles de fieles aplaudidores en actos públicos.

Las preguntas que quedaron fueron: ¿Quién cayó en la trampa de hablar de la corrupción y no instalar en este último debate el desastre de la economía?

¿Fueron acaso los asesores o el mismo Fernández que no se animó a verse en un espejo antes de cruzar el telón?

Porque el coucheo es eso, es poder mirarse en un espejo sin temor a ver o escuchar en los vídeos previos algo que no coincide con la imagen que uno tiene de sí mismo.

El entrenamiento en medios es como hacer terapia con un analista, pero el analista que te escucha y te devuelve la pregunta es la cámara del training, y es tu propia mirada.

En un momento, el abogado Fernández – especialista en derecho penal – quería decir «conflicto de intereses» pero no hubo caso, no le salió la figura con la que el macrismo maquilla la corrupción del modelo, es decir, la infiltración legal de las  corporaciones a los lugares de control del Estado.

Metafóricamente diríamos que es un partido de fútbol sin referí, como sucede con las tarifas que sufrimos todos.

Macri mejoró muchísimo en este segundo debate, está claro que no le gusta perder a nada, y mientras a Alberto Fernández se lo notaba incómodo de local, Mauricio estaba chocho de visitante.

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También mejoró mucho Nicolás Del Caño, que regresó de Ecuador y denunció con más vigor las urgencias sociales y las injusticias de Argentina mientras que el propio Fernández se distraía en aclarar las acusaciones del oponente en vez de hablar del costo de la comida o de los medicamentos.

En tanto, Roberto Lavagna (que sigue con las pantuflas puestas) fue el único que mencionó la palabra «discapacidad» en su discurso, tal vez como emblema de un sector de cinco millones de personas de las más atacadas por este modelo.

Por su parte, Gómez Centurión también mejoró un poco su performance respecto del debate anterior y sobre todo amplió su discurso, pero Espert brilló, se lució como Facundo Campazzo en el Mundial de Basquet, un petiso para las encuestas que se le animó a los grandes.

Si bien más de la mitad de la población ve a Espert y a Centurión como segundas marcas de Juntos por el Cambio, los dos se dieron el lujo de construirse una imagen en la derecha argentina, tal vez más duradera que la del «alica-alicate» de otras épocas.

Frases de Espert como «es necesario derribar el edificio legal de las leyes laborales en Argentina” o «piquetero que corta la calle, piquetero que va preso; cuidado Grabois contigo”, más su apoyo a Rodríguez Larreta en Capital Federal, lo posicionan como un futuro referente de la oposición.

En definitiva, a una entrevista televisiva o más aún a un debate, se debe ir con una «agenda propia» y estar entrenado para que las palabras del otro no perforen el inconsciente propio, porque de lo contrario se empezará a hacer terapia al aire.

Eso no es bueno por más que el plan de gobierno propio sea muy superior al del contrincante.

*Psicólogo social y Coach de Psico-Oratoria.