Delincuentes balearon un centro de rehabilitación de jóvenes adictos en el este de Córdoba capital, generando gran preocupación por el crecimiento de la violencia y el narcotráfico en aquella provincia.

El lamentable episodio tuvo lugar el martes 14 de marzo por la tarde, cuando dos delincuentes balearon la casa que pertenece al padre Mariano Oberlin, en la zona de Campo de la Ribera, donde 40 niños y jóvenes llevan adelante su recuperación de adicciones.

El mismo lugar ya ha sido blanco en el pasado de robos y amenazas, siendo él mismo amenazado de muerte hace pocos años.

El hecho lo dio a conocer el propio cura a través de su cuenta de Facebook, quien denunció también que días antes del ataque sufrió un robo en su centro parroquial.

Según denunció el religioso, el delincuente realizó dos disparos con una escopeta recortada contra el hogar y se subió a un auto color bordó, donde otra persona lo esperaba para huir rápidamente.

He dudado mucho en publicar esto, por temor a las represalias (tanto de un lado como del otro), pero esos disparos al boleo ya son demasiado como para quedarse callado”, dijo el cura en un texto que publicó en su cuenta de Facebook, que luego cerró: “Y si no confrontamos a quienes pretenden adueñarse del barrio, llegará un momento en el que va a ser muy difícil volver atrás. La gran mayoría de la gente de nuestros barrios quiere vivir digna y honesta”.

A continuación, esta fue la carta publicada el miércoles 15 por Oberlin, donde narró los hechos y se lamentó por los llamativos ataques:

Ayer a la tarde, alrededor de las 16 hs, un tipo se asomó por la tapia perimetral del centro de rehabilitación que tenemos en el Campo de la Ribera, en donde viven 40 chicos, y disparó al boleo dos tiros con una escopeta recortada. Inmediatamente se subió a un auto bordó, y salió a alta velocidad. Esto ocurrió a 40 metros de una de las casillas policiales de la costanera. En su huida, el auto pasó por en frente de la escuela, en donde habían cuatro policías custodiando la salida de los chicos. Ahí mismo esquivó a un colectivo al que casi choca, e inmediatamente esquivó a una palita mecánica nuestra en la que venía de trabajar en la limpieza del basural uno de los chicos de nuestra comunidad. Inmediatamente los encargados del espacio llamaron a la policía. Acudió un móvil a entrevistar, y luego se fue. Hasta allí, toda la policía actuó como simple espectadora. Yo no estaba en ese momento. Llegué cerca de una hora y media después. Frente a la inactividad de la policía, y dada la gravedad del hecho, que podría haber terminado en alguna/s muerte/s, salimos con algunos de los que vieron el auto a ver si lo podíamos encontrar. Dimos varias vueltas por el barrio, hasta que nos dimos con él, e inmediatamente salió a toda velocidad cuando pasamos por su lado en la dirección contraria. Dimos la vuelta y lo seguimos por varias cuadras, hasta que pudimos tomarle la patente. Buscamos registros de la misma, y encontramos que está registrada para un vehículo distinto en Buenos Aires. Obviamente la patente es adulterada. Lo llamativo es que, aunque nosotros dimos con el auto dos horas después del hecho, la policía no ha tenido resultados hasta ahora. Y aunque nosotros no tengamos aún pruebas filmográficas (que las estamos gestionando porque hay dos domos de la policía ubicados en lugares desde donde se puede seguir la acción), estamos hablando de un auto claramente identificado con marca y color, que circula con una patente adulterada y, al menos ayer después de haber cometido el hhecho, con una escopeta recortada en poder de su conductor, el cual hasta dos horas después seguía rondando las inmediaciones.

He dudado mucho en publicar esto, por temor a las represalias (tanto de un lado como del otro), pero esos disparos al boleo ya son demasiado como para quedarse callado. Y si no confrontamos a quienes pretenden adueñarse del barrio, llegará un momento en el que va a ser muy difícil volver atrás. La gran mayoría de la gente de nuestros barrios quiere vivir digna y honesta.