Por Florencia Vizzi

Cuando el pasado 11 de febrero dos pescadores probaban suerte en la zona de Parque Sur, no imaginaban lo que el Arroyo Saladillo les devolvería, ni la macabra historia que comenzaría a develarse esa tarde, en el momento que el anzuelo de la caña de uno de ellos arrastró un brazo humano y una bolsa de nylon negra a la orilla. Así, a cuenta gotas, los investigadores y pesquisas que rastrillaban la zona fueron recuperando lo que alguna vez había sido el cuerpo de María Isabel Ruglio. La trama de lo que ocurrió con ella y el macabro final que le tocó en suerte empezó a conocerse hace tan sólo tres días atrás, cuando finalmente pudo ser identificada. Parte de esa trama fue revelada por el fiscal Adrián Spelta este viernes, durante la audiencia en la que fueron imputados los principales sospechosos de haber acabado con su vida motivados por la codicia.

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En siete partes

Josefa R. C., más conocida en el barrio como Pepi, y su marido, Marcelo F., a quien algunos apodan Huevo o Momia, fueron acusados formalmente del delito de homicidio agravado por codicia. Según expuso el fiscal en una audiencia bastante extensa, «entre las últimas horas del día 6 de febrero y las primeras del día 7, ambos mataron a María Isabel Ruglio para luego desmembrarla en 7 partes: cortaron la cabeza, los brazos y las piernas y el tórax en dos partes utilizando elementos cortantes». Según Spelta, la tremenda secuencia ocurrió en el domicilio que la víctima compartía con los acusados, más específicamente dentro de una pileta de material sólido, en desuso, ubicada en el  patio trasero de la casa.

«Dicha acción tuvo como única finalidad quedarse con la vivienda de la victima «, aseguró Spelta.

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El perro Kimbo y una cronología negra

Entre el momento en que los restos de María Isabel, Marisa como solían decirle los vecinos, fueron encontrados y el día en que fue identificada, la investigación estuvo empantanada. Nadie reclamaba por la mujer reconstruida en la morgue, y no había denuncias por desapariciones o búsquedas de paradero que coincidieran.

Pero un llamado que llegó a la Fiscalía, proveniente desde Santa Fe, en el cual una prima de Marisa relató que nadie podía dar cuenta de ella desde hacía casi un mes, le permitió a Spelta y a los investigadores comenzar a atar cabos y llegar a la zona de Uriburu al 500 donde viviría la mujer desaparecida. Sin embargo, la investigación realmente comenzó a avanzar cuando, a través de las huellas digitales, se confirmó la identidad de Marisa, la propiedad fue allanada y la pareja detenida. Recién entonces los vecinos, aliviados, comenzaron a hablar.

Durante el allanamiento a la finca de Uriburu 522/524, lugar donde también funciona una verdulería, se logró secuestrar, entre otros elementos, bolsas de nylon negras similares a las usadas para descartar el cuerpo, una sierra con mango de madera y una cuchilla grande, con rastros de sangre, una copia de denuncia en la comisaría 15 y dinero en efectivo entre muchas otras cosas.

En el procedimiento también participó Kimbo, uno de los canes de la Unidad Regional II, el único especializado en seguir el rastro de restos humanos en descomposición. Kimbo ya había obtenido un rol protagónico en la búsqueda que se extendió a lo largo del Saladillo y gracias a su desempeño fueron encontradas partes del cuerpo descartado, escondido entre camalotes y vegetación. El comportamiento del can al ingresar a la vivienda fue inequívoco, se dirigió directamente a la parte trasera y se metió en la vieja y abandonada pileta de material sin dejar de ladrar. También señaló el desagüe de la misma y la alcantarilla. El luminol hizo el resto, revelando grandes cantidades de sangre en la zona marcada por el perro y en distintos lugares de la vivienda. También el químico reveló restos de sangre en la sierra, la cuchilla de cocina y otros cuatro cuchillos tipo Tramontina.

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Según reconstruyó Spelta en la audiencia, Marisa fue vista por los vecinos del barrio por última vez el 6 de febrero. Cuando la ausencia de la mujer comenzó a llamarles la atención y empezaron a preguntar a Pepi y a su marido dónde estaba, ellos contestaban que se había ido de vacaciones a Santa Fe.

Sin embargo, a medida que la ausencia atravesaba los días, la inquietud comenzó a acrecentarse y los conocidos de Marisa insistieron con las preguntas, lo que despertó el enojo de Marcelo, que en varias ocasiones advirtió que dejen de preguntar por ella porque «los vecinos hablan al pedo e inventan historias de todo tipo».

La curiosidad probablemente, la desató un hecho ocurrido también el 6 de febrero, y que relató una mujer que tiene un negocio frente a la casa. «Ese día la verdulería cerró más temprano. Nos llamó la atención porque siempre cierran entre las 21 y las 22, pero ese día cerró a la tardecita. Estaba todo oscuro y toqué timbre varias veces, pero no salió nadie a pesar de que la puerta estaba entreabierta. Le dije al chico del gimnasio que vino y también empezó a tocar timbre y nada. Entonces avisamos a la policía y, mientras esperábamos, salió Marcelo y nos dijo que no hagamos más ruido que había problemas con la mujer de la casa. En ese momento llegaba la policía y cuando él los vio venir se metió rápido adentro y cerró la puerta. La policía también tocó timbre un par de veces pero nos dijeron que no podían entrar porque no tenían una orden. Al día siguiente la verdulería abrió a las 11, cuando siempre abren a las 9″. 

El chico del gimnasio también habló con los investigadores después de la detención y contó que, después de varios días de no ver a la señora Ruglio, le preguntó a Marcelo por ella, y el hombre contestó de malos modos, diciendo que desde hacía varios días la señora estaba encerrada en su casa y no los atendía, que se empezó a manejar sola y no hablaba con ellos. «En un momento dado me dice que deje de preguntarle por la señora delante de todos porque los vecinos se alertan, me dice que no hable más, porque los vecinos hablan y que ella había dejo una carta diciendo que se había ido a Santa Fe a ver a la familia».

Pero la que, finalmente, se animó a alertar a la familia fue Coca, una amiga muy cercana de Marisa cuya propiedad lindaba con el fondo de la de ella. El 19 de febrero,  Josefina Basilia Robert, tal el nombre de Coca, llamó a Mirta Alicia Negretti, una prima de Ruglio que vive en Santa Fe y le preguntó si estaba allí porque hacía varios días que no sabía nada de ella.

«Me dijo que Marisa estaba muy bien, muy contenta y que el 8 de febrero habían quedado para ir a jugar a las cartas pero nunca fue. Esto le llamó la atención a Coca, que preguntó en la verdulería por Marisa y allí le dijeron que se había ido de vacaciones a Santa Fe», relató la mujer al fiscal.

Negretti también contó que su prima conoció al matrimonio en un almacén o mercadito, hacía un año y medio atrás y se mudaron a vivir con ella. «Marisa vivía en la parte de adelante y ellos atrás. Al principio la relación fue buena, Marisa hablaba maravillas de Pepi, pero después algo pasó creo que se pelearon y las cosas comenzaron a andar mal. Yo le dije que eso no iba a terminar bien».

El maestro de los cuchillos

María Isabel Ruglio conoció a Josefa en un minimarket, ubicado en Uriburu al 400, donde trabajaba Marcelo. El dueño del local también contó a la Fiscalía parte de la historia.

El hombre conocía a Marcelo desde hacía muchos años, desde antes que se fuera a España. «Yo tenía una pescadería y él era pescador. Se que una de las cosas que hizo en España fue dedicarse a trabajar con las patas de jamón. Siempre contaba que tenía que ser muy cuidadoso y preciso con los cortes, que tenía que cortarlo en trozos muy pequeños y que tenían que ser perfectos, sino lo echaban».

El hombre lo calificó como un experto de los cuchillos y relató también que cuando era pescador manejaba todo tipo de cuchillas con gran habilidad.

Este no era un dato menor, a la luz de la forma precisa en que fue desmembrado el cuerpo de María Isabel Ruglio. Sin embargo, ese desmembramiento no representa ningún tipo de agravante legal ya que fue hecho post mortem.

Uno de los datos que resaltó la Fiscalía y que retomó el juez Florentino Malaponte cuando dictó la prisión preventiva para ambos imputados fue que aún no pudo determinarse la causa de la muerte y que el descuartizamiento tuvo también el rol de ocultar la forma en que la mujer falleció. Si bien, la autopsia reveló algunos golpes en la zona del rostro de la víctima, aún se desconoce qué la mató.

El fiscal Adrián Spelta les atribuyó a ambos el delito de homicidio calificado por codicia en calidad de coautor, crimen al que corresponde una pena en expectativa de cadena perpetua. 

«Nosotros no hicimos esto»

«Tengo 58 años como me voy a meter en un follón de estos, por favor… es que ni loca, ni loca». Con voz ronca, apenas audible, y un marcado acento andaluz, Josefa S. C. eligió hacer uso de la palabra durante la audiencia para negar todas las acusaciones.

Contó que conoció a Marisa hacía cosa de dos años y que se hicieron amigas, que ella vivía en el Fonavi y que como tuvo un accidente que le dificultaba usar las escaleras, la mujer les ofreció que vayan a vivir con ella. Sólo tenían que compartir los gastos y ayudarla con las tareas de la casa. Ellos podrían vivir en la parte trasera, en forma independiente y hacerse compañía.

«Marisa siempre se portó bien conmigo, yo quería ayudarla, porque ella estaba muy sola y tomaba muchas pastillas, yo quería que ella estuviera mejor y pudiera salir. La acompañé cuando la operaron de la columna, me hice cargo. Yo se lo debía porque ella siempre se portó bien conmigo».

A pesar de que muchos de los testimonios dieron cuenta de que hubo una amistad y de que Ruglio les había prometido venderles la casa por un valor menor al real cuando pudieran concretar la venta del Fonavi, esos mismos testimonios revelaron que en algún momento algo ocurrió y esa relación se quebró. De hecho, más de uno señaló que Marisa los había echado de la casa.

Sin embargo, Pepi negó esas circunstancias, insistió en el afecto y la amistad mutua y señaló que, ante la desaparición, fue varias veces a hacer la denuncia y que tuvo que insistir para que se la tomen porque no eran parientes. De hecho, señaló que en un momento, Marisa quiso hacerla su apoderada y ella se negó.

También relató que el principio les ofreció venderles la casa pero también se negó porque pensó que si la compraban después iban a tener problemas con los hijos.

«Nosotros no hicimos esto, de esta manera es la única forma que jamas nos pudiéramos quedar con nada. Hay que tener sentido común y ser un poquito listos… de esta manera no iba a conseguir nada, porque yo ahora tengo todas mis pertenencias allí y estoy con lo puesto. Hacer esto es la única forma de no conseguir nada. Cualquiera que tenga cabeza sabe que así no me quedaba nada».

«Ella nunca fue mala con nadie, ni con nosotros. Siempre nos ayudó. Había una buena relación con ella, no había ninguna necesidad de esto, ninguna, no somos tan ambiciosos como para arruinarnos la vida de esta forma, yo tengo 58 años, lo que menos pretendo es arruinarme la vida así».