En los tiempos que corren, actuar de buena fe suele leerse como un acto de una ingenuidad tal, que es apenas tolerado. El que actúa de buena fe no sólo está expuesto a la voracidad de los timadores sino a la indiferencia y variadas tardanzas de la Justicia. Así, al menos, le pasó a Diego, quien trató de permutar su auto con el de otra persona, fue estafado y a día de hoy, cuatro años después, tras múltiples denuncias y presentaciones judiciales, sigue reclamando sin éxito alguna respuesta de la Justicia.

Una permuta en mal estado

En el año 2018 Diego Fabbri decidió permutar su auto Peugeot 207 por un Chevrolet Corsa. “El auto estaba a nombre de mi hijo, entregué todos los papeles en regla. Pero este hombre me entregó sólo la tarjeta verde, y una papelería que estaba a nombre de otra persona porque aún tenía que hacer la transferencia”, explicó a Conclusión.

Mientras esperaba que el trámite se concrete, Diego comenzó a usar el auto. Y tres días después, en un control vehicular, los inspectores le reclamaron que la cédula estaba vencida y no estaba a su nombre, por lo cual, fue remitido al corralón.

Ante esto, Fabbri recurrió al hombre con el cual hizo la operación, DS, para que lo ayude a sacar el vehículo y terminar de poner todo en regla. “Me dijo que sí, que me quede tranquilo, que lo resolvía. Vino a mi casa, se llevó lo que me había dado, e incluso me sacó, sin que me dé cuenta, el boleto de compraventa que habíamos hecho cuando hicimos la permuta”.

Cuando vio que las semanas pasaron y la situación seguía sin resolverse, Fabbri comenzó a averiguar por otros medios si el auto seguía en el corralón, y así se enteró que lo había retirado otra persona que no era otro que un supuesto nuevo dueño.

“Este hombre le vendió el auto a otro y me dejó sin nada, sin Corsa, sin 207, sin nada. Así que hice la denuncia”. La misma fue por estafa y quedó a cargo de la fiscal Raquel Almada. El vehículo fue bloqueado en el registro automotor por presunta estafa y la fiscal llamó a declarar a DS. “Lo llamaron a declarar, pero todo quedó ahí, pasaron los meses y la causa no avanzó en nada”.

El periplo de Fabbri continuó. En el año 2019, tras mucho buscarlo, logró dar con el Peugeot 207 y lo encontró nada menos, que frente a una comisaría. Cuando ubicó al supuesto nuevo dueño, que no era otro que un primo de DS que trabajaba en esa comisaría, y le reclamó por el auto, este lo amenazó con dispararle, llamó a su primo, lo golpearon entre varios y luego lo dejaron todo un día detenido. Así, a la causa se le sumó entonces otra denuncia por la agresión sufrida, aunque eso tampoco prosperó.

Junto a su abogado, Diego trató con múltiples presentaciones lograr que la causa avance. Recurrieron a la Fiscalía, presentaron documentación, y requirieron el secuestro del vehículo, dado que seguía a nombre de su hijo, pero nada dio resultado. “No me llevaron el apunte, interpuse pronto despacho, escritos, hice también denuncia ante la fiscal regional y tampoco tuve respuesta”, subrayó a este medio el abogado Juan Ignacio Sosa Quinteros.

Poco después, DS falleció y el vehículo quedó en manos del primo y afectado al servicio de la Unidad Regional II, tal como detallaba el documento que llevaba junto al parabrisas.

Así las cosas, Diego averiguó uno de los lugares donde el efectivo policial que se había apropiado del auto prestaba servicios adicionales, y encontró que estacionaba en un lugar no permitido. “Llamé a Tránsito, pero cuando la grúa se lo iba a llevar, este hombre amenazó a todos los inspectores, llamó también a su jefe, y finalmente, solo le hicieron una multa. Se salieron con la suya”.

Final abierto

A fines de 2021, el vehículo fue incendiado intencionalmente, frente a la casa del hombre que se lo apropió, en Génova al 5600.“Obviamente no hizo la denuncia, ya que el auto no está a su nombre. Pero todo lo demás está en la Fiscalía, fotos, denuncias, las multas que durante todos estos años nos llegaron a nombre de mi hijo, el acta que Tránsito le hizo cuando impidieron que la grúa se los lleve. Después que se lo quemaron, el vehículo quedó ahí un par de meses y ahora, ya no está”.

El auto de Diego Fabbri ya no existe, podría decirse que pecó de ingenuo, pero lo cierto es que actuó de buena fe. Cuando esa buena fe fue estafada y se convirtió en un daño patrimonial, Diego recurrió a la Justicia.

A lo largo de los años hizo presentaciones, denuncias, escritos, requerimientos, pero no consiguió respuestas de ningún tipo, más allá de los golpes y amenazas. Tanto más increíble resulta la situación, cuando se toma en cuenta el aspecto de que el vehículo apropiado quedó al servicio de las Unidad Regional II. El auto ya no existe, queda por verse si, en algún momento, existirá el resarcimiento, aunque sea una pizca de justicia.