Por Florencia Vizzi

Belén Giorgis es profesora de zumba y, desde el año 2018, dicta clases en el Club Náutico Sportivo Avellaneda. La zumba es su pasión, algo que sabía transmitir muy bien, ya que en pocas semanas sus clases se volvieron multitudinarias. Sin embargo, abruptamente, la relación con el club terminó, luego de que el presidente de la institución irrumpiera en una de esas clases a los gritos, la maltratara y la tratara de «pelotuda» delante de todos los presentes. No fue el primer gesto de violencia de género del que era víctima por parte del dirigente. Un año antes, en una reunión laboral el hombre la palmeó en la cola, sin ningún pudor. Ahora, las cosas se dirimirán en la Justicia, en el fuero penal por los hechos de acoso y violencia de género y en el laboral, por los más de dos años que se desempeñó como profesora en la institución sin estar registrada.

«Arranqué dando tres clases por semana. Al principio eran muy pocas alumnas, pero al poco tiempo las clases se volvieron masivas. Esta es mi pasión,  y lo hago con amor, siempre priorizando el bienestar emocional y físico de mis alumnas», contó Belén con la voz quebrada. «Había un ida y vuelta mágico con los alumnos».

«El 17 de febrero fue miércoles. Ese día, estaba terminando de dar una clase, en una cancha de sintético que está a la vista de todo el mundo, cuando lo veo a Pablo Creolani, el presidente del club, detrás del enrejado que caminaba y gesticulaba como loco. En un momento, empieza a los gritos desde ahí atrás, yo no entendía muy bien lo que me estaba diciendo y de golpe escucho: ‘Al final, yo pensé que la única pelotuda que no me hacía caso es mi mujer, pero veo que la otra pelotuda sos vos’. Belén se quedó como petrificada mientras el hombre seguía la diatriba, pero en ese momento comprendió que no podía tolerar ese tipo de violencia y maltrato.

No era este el primer episodio que había tenido que soportar por parte del presidente del club. Tiempo atrás, durante una reunión laboral, en la cual la profesora solicitó formalmente que la institución se hiciera cargo de la membresía internacional que deben pagar todos los que enseñan la disciplina, el hombre le contestó «No te hagás problema» y acto seguido le dio una fuerte palmada en la cola.

«Tengo ese momento grabado, estábamos al lado de la puerta que da a la parte trasera de la oficina de Deportes, y cuando me doy vuelta para irme me mete la mano en la cola. Yo soy chiquitita de contextura, y el tipo es enorme, y tengo grabado el sonido de la mano cuando me golpeó. «Me quedé paralizada, no lo podía creer, di media vuelta y me fui, no reaccioné y no atiné a decir nada. Fui a mi casa, comí, me bañé, y no dije nada a nadie, ni siquiera a mi marido o a una amiga, a nadie. Me hizo mucho daño guardar eso durante tanto tiempo», contó a este medio, con visible angustia.

Violencia de género, acoso y violencia laboral

Los dos episodios sufridos por Belén Giorgis dejaron secuelas. El primero, que mantuvo durante mucho tiempo en silencio, y el segundo, que fue presenciado por decenas de personas, incluso, por la esposa del hombre que la había maltratado. «Me gritó y me insultó porque supuestamente no estaba respetando correctamente los protocolos. Eso lo vieron no sólo las mujeres que estaban ahí, los chicos, sino todos los socios que estaban en los alrededores», recordó Belén.

«Después de este episodio, esa noche volví a mi casa y me sentía muy, pero muy mal. De hecho, me descompuse y tuve que terminar yendo al médico, que me dijo que tenía que hacer reposo y no estaba en condiciones de dar ninguna clase».

La docente hizo todo lo que corresponde en este tipo de situaciones y presentó los certificados médicos ante la institución. Sin embargo, no sólo no obtuvo ningún tipo de respuesta, sino que a partir de ese día, dejaron de pagarle el sueldo. Y ya no pudo volver a trabajar.

El maltrato no fue gratuito y de hecho, Belén sigue con tratamiento psicológico. «Adelgacé un montón, me palpitaban los ojos» recuerda mientras la voz se le vuelve a quebrar. «Tuve un montón de repercusiones físicas y estoy en tratamiento. Y ese tratamiento corre por mi cuenta, porque yo no tengo ART ni ningún tipo de cobertura».

«Siempre estuve en negro. Sin ningún tipo de registro, ni siquiera como monotributista, pasaba por tesorería y me daban un sobre. Hubo un par de veces que como no podía ir a buscar el pago, lo transfirieron a la cuenta bancaria de mi esposo. Esas transferencias, por suerte, quedaron registradas y hoy sirven como prueba de que el club me pagaba».

Ese día de febrero no sólo implicó la violencia y la humillación pública, sino que significó quedarse sin trabajo. De hecho, el club Naútico aún le adeuda el sueldo de ese mes. «Me ha sido muy difícil todo esto, perdí todo. Estoy con medicación porque empecé con ataques de pánico, me despertaba a la madrugada con las pulsaciones a 120 y dolor en el pecho. No fue gratuito el maltrato, ni para mi ni para mi familia. Desde ese día no volví a trabajar. Además, mi trabajo es mi pasión, era conectarme con la gente, disfrutar, compartir».

Causa judicial

«Primero transité todos los caminos legales, hice las denuncias tanto en el fuero laboral como en el fuero penal. Y después, decidí hacerlo público y las repercusiones fueron impresionantes», remarcó Belén a este medio. «Porque era como un secreto a voces, todo el mundo sabía que esto pasaba, pero nadie lo decía. Afortunadamente conté con el apoyo de mucha gente, mucha gente del club que vieron lo que pasó y se han solidarizado conmigo. De hecho, tenemos una lista de 22 testigos que se han ofrecido a testificar cuando sea necesario».

En cuanto a la cuestión judicial, la abogada de Belén, Vanina Grosso apuntó que se hizo la denuncia en el Ministerio Público de la Acusación, interviene el fiscal Diego Meinero, de la Unidad de Delitos Sexuales.  «Los hechos que investiga son la denuncia por violencia de género, conforme a la ley Nº 26.485, de Protección Integral a las Mujeres, e investiga también el delito de abuso a la integridad».

En cuanto al tema laboral, la letrada señaló que se inició el reclamo enviando los telegramas correspondientes. «Dada la situación de pandemia, y entendiendo que los abogados tenemos que ser, más que nada, auxiliares de la justicia, previo a judicializar este caso, acudimos al Ministerio de Trabajo. Tuvimos una audiencia el día 7 de julio y tenemos una próxima audiencia el día 29 de julio porque la vocación nuestra ha sido siempre contribuir a la paz social y tratar de autocomponer este conflicto», remarcó.

Pero la postura del club está muy lejos de conciliar. Según detalló Grosso, «lejos de enfrentar esta situación, responden con el rechazo y desconocimiento de la relación laboral».

«Es paradójico ya que, era el propio club el que subía a su página oficial los videos de las clases que dictaba mi clienta, clases multitudinarias. Trabajó dos años y siete meses en la institución, no es una profesora que hizo un reemplazo ocasional. Trabajó allí mucho tiempo y las clases eran masivas. Luego con el tema de la pandemia, hubo que reducir la asistencia. Era una profesora reconocida como tal por todos los socios del club Náutico porque incluso, los fines de semana se la convocaba para realizar eventos, tanto en el club, como en la isla que corresponde al club, que se la denomina El Biguá. Entonces, está claro que era una profesora muy conocida por todos», insistió la letrada

Además, la letrada relató que la institución además de rechazar a su pupila como trabajadora, les envió a ambas cartas intimidatorias «Nos han amenazado, tanto a la trabajadora como a mí en forma personal, con la clara intención de que abandonemos el justo reclamo. Por supuesto que, de inmediato, pusimos en conocimiento a la Fiscalía», remarcó Grosso.

En ese sentido, la abogada insistió en desmentir rumores y afirmaciones que apuntan que este conflicto tendría que ver con alguna cuestión política relacionada a las elecciones de la institución. Grosso aseveró: «Esto no tiene nada que ver, este hecho de violencia pública, de descrédito, de deshonra, de ridiculización ante una clase entera, existió, es conocido por muchos de los socios del club y las socias van a prestar testimonio bajo juramento de decir verdad porque estuvieron presentes allí. Lo más conmovedor es que muchas de las socias presentes son esposas de los miembros de la comisión directiva, y se han solidarizado con Belén y han mandado cantidad de mensajes de audio que ahora están en manos del fiscal».

Otro de los puntos que tanto la abogada como Belén señalaron es que se trata de una institución importante, un «club de gran envergadura, que tiene poco menos de 10.000 socios, con cuotas altas y que, además, cobra una cuota extra por la actividad». «No estamos ante un emprendimiento familiar pequeño que no tiene ingreso suficiente para registrar al trabajador. Es indignante, porque estamos hablando de un club que tiene suficientes recursos como para tener a sus trabajadores anotados», puntualizó Grosso.

Además, la letrada apuntó que es importante señalar que se le dio, y se le sigue dando, a la institución la posibilidad de enfrentar el problema y sentarse a dialogar. «Pero el club siempre ha adoptado una actitud negacionista y ha rechazado a la trabajadora como tal. Ha habido evasiones, dilaciones, cartas amenazantes hacia la trabajadora y hacia mi, con la clara finalidad de que uno desista de un reclamo tan justo, y con tanta cantidad de testigos».

Por último, la abogada señaló que las cosas se hubiesen solucionado con un pedido de disculpas público y con el reconocimiento de la situación. «Yo me reuní en varias ocasiones con el abogado del club, fuimos al Ministerio del Trabajo y estamos en esa etapa intentando encontrar una recomposición, pero la postura del club es la negación y el rechazo. Además, es importante dejar en claro que responsabilizamos a la Comisión Directiva toda, por tener a una empleada fuera de todo registro, sin aportes, sin seguro, debiendo costear su tratamiento médico de su bolsillo. La precarización es otro tipo de maltrato, porque una trabajadora registrada, frente a esta situación, goza de la posibilidad de concurrir al médico, hacer el reposo y el tratamiento correspondientes, presentando los certificados pertinentes. Y seguiría percibiendo su salario, y gozando de todas las prestaciones médicas y farmacológicas que le corresponden».