“La delincuencia, con los agentes ocultos que procura, pero también con el rastrillado generalizado que autoriza, constituye un medio de vigilancia perpetua sobre la población: un aparato que permite controlar, a través de los propios delincuentes, todo el campo social…” Michel Foucault. 

El encierro y sus fantasmas, susurros de un sueño que esconde tantos miedos como el deseo herido de libertad. Rejas y muros aferrados a un designio tan oscuro, como la matriz misma de un Estado que apelará a todo lo que tenga a su alcance, para defender su statu quo.

Los presos, los privados no sólo de la libertad, aquellos que pelean por reinsertarse en una sociedad que ya le cercenó esa posibilidad cuando las suelas se gastaban en las calles, y no en el transitar errante de los pabellones. Qué mundo les espera fuera de esa comunidad tumbera conformada por los olvidados, los desechados, por los que siempre han pululado en los márgenes de un libro escrito por miserables embusteros.

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Un horizonte amigado con las penumbras que encuentra en ese raquítico rayito de sol que se asoma con vergüenza, la esperanza viva de un futuro luminoso. Es por ello. Que el aula universitaria de la Unidad Nº 6, podría considerarse como el arma más poderosa con la que pueden contar aquellos que buscan en el encierro, destruir las cadenas que apresan su alma.

Nahuel Ominetti forma parte del Colectivo La Bemba del Sur, y hace más de 10 años que viene realizando talleres y diversas actividades dentro de las unidades penitenciarias del sur de la provincia.  En diálogo con Conclusión, comentó quiénes lo integran y la labor que realizan: “El Colectivo La Bemba del Sur está conformado por profesionales, estudiantes e investigadores de distintas universidades de Rosario que fueron encontrándose en distintas prácticas dentro de las cárceles. En el marco de los talleres que se realizan, compañeros comienzan a vislumbrar que distintos jóvenes pretendían continuar con sus estudios y hasta ese momento el Estado no se los estaba garantizando, allí se consolida una inquietud que pudimos transformar en acción”.

El año pasado a través de la Secretaria de Extensión de la facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, nace el programa “Educación en cárceles”, con el objetivo claro de que aquellos jóvenes que pugnaban por terminar la secundaria, y los que deseaban comenzar con una carrera universitaria, lo puedan hacer.

“En un primer momento a comienzos del año pasado, comenzamos a trabajar con algunos jóvenes inscriptos en las carreras de Trabajo Social y Comunicación Social. En lo particular me encargo de esta última y acompaño a un interno que tiempo atrás supo estar en la cárcel de Piñero y hoy tiene un sueño de libertad concreto”, expresó Nahuel.

En la Unidad  Nº 6 se fue conformando el aula universitaria, esto llevó a solicitar pedidos de traslado para que los internos puedan gozar de este derecho. Esta aula simboliza un desplazamiento de aquellas afincadas en los edificios tradicionales, la idea de desafiar lo “intramuro” fue un hecho relevante. “Acompañar el proceso respetando los imaginarios de cada individuo es premisa fundamental, ya que debemos prepararlo para el afuera”.

Tanto en los talleres que se dictan en las cárceles, como las trayectorias socioeducativas que están llevando adelante los jóvenes que comenzaron carreras universitarias, intentamos disputarles sentidos al encierro. Sabemos que las cárceles van a seguir existiendo reproduciendo esa lógica tutelar que tiene y que resulta aberrante”, indicó.

“Es por ello que procuramos buscar otra forma de habitarlas, generando lo que nosotros llamamos ciertos contextos de posibilidad, haciendo circular la palabra, los sentidos, reflexionando críticamente sobre lo que sucede adentro y en otros lados. Disputar esos espacios y verlos en clave de lo posible, y no de lo correccional”, relató Ominetti con un claro posicionamiento sobre las estériles políticas de encierro y castigo.

Sobre como transitar y proyectar esta indispensable iniciativa, fue tajante: “Nuestra postura es claramente política, consideramos que en realidad no hay que reinsertar a nadie, si hablamos de reinserción, hablamos de un sujeto que está desviado de la sociedad y lo que hacemos es quitarle la responsabilidad cívica, la responsabilidad que tiene la sociedad en esto, y esa no es la idea. Apuntamos a ver esto desde otra perspectiva, política y social, anclando el trabajo en las desigualdades que se vive en el afuera”.

“La idea de interpelar la función social que tiene la universidad, es uno de los ejes fundamentales en donde gira nuestra actividad. Como la pensamos, si es un claustro que forma sólo profesionales, o si la misma debe cumplir cierto rol social. Es por ello que una manera de interpelar esto, fue llevando el aula dentro de la institución como la carcelaria”.

La práctica concreta nos muestra que desde el aula universitaria de la Unidad 6, los jóvenes están saliendo periódicamente a estudiar durante la mañana, mientras que otros permanecen hasta la tarde. “Allí se pudieron instalar computadoras, el aula también cuenta con una pizarra, lo que se buscó claramente es emular de la mejor manera a las aulas universitarias del afuera. Cuando los estudiantes se acercan a la misma, lo hacen con uno o dos acompañantes, cabe destacar que también impulsamos la idea que una o dos veces al mes, los docentes de las cátedras, puedan llegarse para brindar la clase de manera personal. En lo personal trabajo con Luciano, quién rindió la primera materia de Comunicación social aprobando la misma. Tenemos la certeza que este es el camino para transformar ciertas lógicas que se vienen imponiendo hace siglos”, concluyó Nahuel Ominetti.