El 8 de septiembre se cumplen cuatro años del homicidio de Iván Mafud en manos de la policía de Santa Fe. Su familia, pareja y cuatro hijos pequeños, viven desde aquel día una pesadilla. Sumado a la falta de un ser amado, padecen la indiferencia del Estado que no sólo no hizo justicia, porque dejó en libertad a todos los responsables sino que en una sentencia bochornosa cuestionó la conducta de la víctima y le cargó la responsabilidad del vil accionar policial que terminó con su vida.

Como nunca antes había ocurrido, previo a dar lectura al vergonzoso fallo que absolvió a la mayoría de los involucrados y sólo dictó una condena mínima para el responsable de la bala que le dio muerte a Mafud, la presidenta del  tribunal, Eleonora Verón junto a sus vocales, Mariano Aliau y Juan Carlos Curto se tomaron un buen tiempo para explayarse sobre los considerandos de la sentencia antes de dar a conocer las condenas de cada uno de los policías involucrados. Algo poco habitual ya que los fundamentos se exponen días después de la lectura de la sentencia, tiempo establecido por el Código Procesal Penal. En esa extensa explicación no ahorraron palabras para ventilar intimidades de la víctima y de su pareja, cuestiones que nada tenían que ver con la cosa juzgada en dicho debate.

A días de cumplirse cuatro años de la tragedia que cambió radicalmente la vida de la familia de Iván Mafud, Conclusión dialogó con quien fue su pareja, Leila Rodríguez, que hoy con apenas veintiocho años está sola a cargo de sus cuatro pequeños hijos de 5, 6, 7 y 11 años.

La situación económica actual es apremiante para todos, pero desde que “pasó lo que pasó” Leila perdió todo. Lo más importante, su ser amado y padre de sus hijos y con ello toda la estabilidad que con sus vaivenes, como le ocurre a todo el mundo, mantenía unida a la gran familia que habían conformado desde la más temprana edad, a la que se sumaron padres y hermanos.

Leila trata de mostrarse fuerte, con una entereza envidiable frente a la adversidad, porque “si yo me caigo no se qué sería de mis hijos”. Pero la realidad la azota de tal forma, que no le resulta fácil soportar y por momentos se quiebra: “Hoy no tengo para darles de comer a mis hijos y nadie me escucha. El gobernador no me da una respuesta, su esposa me bloqueó en WhatsApp y su secretaria no me responde”.

Lo cierto es que Leila desde que la policía asesinó a su pareja, perdió el trabajo, perdió la casa, su auto y toda la estabilidad económica. “Lo único que pido es un trabajo, tengo cuatro hijos a los cuales hay que darles de comer todos los días, tienen que vestirse, ir a la escuela”, con todo lo que eso implica.

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Al parecer, los responsables de este homicidio se hacen los distraídos. La policía depende directamente del Poder Ejecutivo, en este caso del ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro quien tampoco se hace cargo del accionar de sus subordinados. A eso se suma que las distintas reparticiones que se encargan de la asistencia a las víctimas, sólo pueden ofrecer un tratamiento psicológico que, “si vuelvo a mi casa y sigo teniendo los mismos problemas y no les puedo poner un plato de comida en la mesa a mis hijos, no sirve de nada”.

A pesar de haber transcurrido cuatro años de la fatídica madrugada en que Iván perdió la vida “todavía no pude estabilizarme”, contó Leila ahogada en llanto. Pero lo peor es que “tenemos problemas en el colegio, las maestras me llaman la atención porque los chicos no van. Mi hija necesitaba un cuaderno y ayer se lo pude comprar. Lo único que puede estabilizarnos es poder resolver la cuestión económica”, porque en otros aspectos no se puede volver atrás.

“Mandar a los chicos a dormir sin comer es terrible. Tuve que hacerme la desentendida y a la mañana siguiente me desperté pensando en buscar una salida pero no tenía plata ni para un boleto de colectivo”.

La situación familiar tampoco es la mejor, “el papá de Iván se enfermó de cáncer y es irreversible, la mamá también está muy mal. Me ayudaron mucho pero ahora se les hace difícil a ellos también por todos los gastos que tienen. Mi mamá no puede trabajar, cobraba una pensión por discapacidad que le sacaron y le están por rematar la casa”.

Se puede vivir en un cuento de hadas, pero todo puede volverse una pesadilla en cuestión de segundos. Y eso fue lo que pasó la madrugada del 8 de septiembre de 2014.

Es cierto que Iván había tenido problemas de adicciones, pero ya los había superado. “Los informes de la granja donde estuvo en recuperación exponen los mejores conceptos sobre la conducta de Iván. No era una persona violenta, todo lo contrario”.

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El destino hizo que Iván se cruzara esa noche con un móvil policial comandado por los oficiales Oscar Jáuregui y Eva Monzón. Su auto no llevaba la patente trasera y al verse perseguido por el móvil policial Iván se asustó y no acató la orden de detener la marcha. Ese fue el momento crucial en que Jáuregui inició la persecución e informó a la Central 911 la clave 5 indicativa de enfrentamiento.

A la persecución se lanzaron otros móviles del Comando Radioeléctrico  al mando de Matías Maidana, quien luego sería el autor del disparo letal, y Alfredo Correa; otro móvil en el que viajaban Walter Machuca y Ayelén Bustamante; y por último otro auto policial al mando de Gerardo Amarilla y Jonatan Sánchez que extendieron la persecución por varias calles de la zona sur de la ciudad hasta la intersección de la ruta A012 donde Mafud esquivó una patrulla de Seguridad Vial al mando de Eduardo Malisani, Diego Franco y Víctor Vélez que también se acoplaron al derrotero.

La alocada carrera transcurrió por el término de media hora hasta llegar a la ruta 9 donde Iván se cruzó con otro patrullero de Seguridad Vial al mando de Gabriel Sguazzini y Alejandro Gómez que con una maniobra logró esquivar, pero de todos modos recibió varios plomos policiales que lo enviaron directo a la cuneta donde quedó inmovilizado.

Inmediatamente llegó el móvil de Maidana y Correa y dispararon a mansalva con sus armas reglamentarias y sin ningún tipo de justificativo, porque a pesar de intentar argumentar que fue un enfrentamiento, los vidrios de las ventanillas del Fiat Marea que conducía Mafud, estaban levantados. En ese acto desmedido por parte de los policías, Iván recibió cinco impactos, uno de ellos mortal, disparado por Maidana, según el informe forense. Eso no fue todo, el Sub Jefe del Comando Radioeléctrico de Rosario, Norberto Dilda, quien como Oficial Superior le cabía dar las directivas del caso, fue acusado de falsedad ideológica e incumplimiento de los deberes de funcionario público junto a Fabián Díaz, tsmbirn fueron acusados de sustraer del auto dinero y una sillita de bebé.

Cuando empezó la lectura de la sentencia “había algo que me decía que no iba a salir todo como esperaba. Cuando los fui escuchando me fui imaginando cuál era el final y los 4 años fueron vergonzosos, lo esperaba porque así pasa en todos los casos”, en los que interviene la fuerza policial en su peor faceta.

“De todos modos la sentencia fue apelada y los abogados están esperando que les den la fecha y ahí vamos a saber si se puede modificar algo”, aseguró Leila.

De acuerdo al fallo judicial, muchos interrogantes quedaron sin respuestas. Pero la madre de todas las preguntas es ¿por qué mataron a una persona que se asustó por no llevar la patente de su auto? La respuesta la tienen sólo los protagonistas de esta triste historia.

A pesar del secuestro de las armas en el auto de Mafud, un revolver calibre 22, que según la pericia balística no era apto para disparar y una pistola Bersa calibre 22 en cercanías del auto ¿Quién puede asegurar que esas armas eran propiedad de la víctima?

Los policías también dijeron que había dos ocupantes más dentro del vehículo, lo cual se comprobó que era falso. Surge indefectiblemente una duda y es la posibilidad de que las armas hayan sido “plantadas”. En el momento que fueron detenidos quince policías por el hecho, el secretario de Seguridad provincial, Omar Pereyra manifestó que se trata de “un delito gravísimo”, y dijo que el gobierno apunta a una “autodepuración de la fuerza a fin de tener una policía creíble y confiable”, que con el fallo de la justicia santafesina ese objetivo se observa lejano. Además, el funcionario remarcó que “esta es una causa que se inició apenas ocurrido el hecho y la Justicia fue avanzado con apoyo de la División Judiciales de la Regional II para fundamentar las acusaciones que van desde coautoría de homicidio a incumplimiento de deberes de funcionario público y falsedad ideológica”. Por otra parte, Pereyra remarcó que “el policía está formado en una serie de normas, principios y responsabilidades como funcionario público por el poder de policía que el Estado delega en él para que haga ejecutiva la seguridad pública. Pero tenemos en ese contexto un grupo de delincuentes que, utilizando el uniforme policial, ejecutan mal su tarea. Y en el peor de los casos, como en éste, incurren en un delito gravísimo”.

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Otra duda que surge de la lectura de los considerandos, mencionados para cuestionar la conducta de la víctima y ventilar secuencias de la intimidad de la pareja, es la prueba en la que se basaron los jueces para afirmar que hubo un enfrentamiento. Un taxista que casualmente  se encontraba en Puente Gallego observó un tiroteo entre dos automóviles y llamó al 911. Dijo que escuchó detonaciones de distintos calibres, sorprende la agudeza auditiva del taxista para captar ese detalle. Sin embargo, cuando fue llamado a declarar dijo que escuchó “una bomba de estruendo y un petardo”, prueba suficiente para los jueces para asegurar que se trataba de un enfrentamiento, sin embargo cuando el taxista, testigo casual del hecho, declaró en el juicio no pudo confirmar su versión anterior y dijo que no vio de donde salieron los disparos y que escuchó detonaciones de diferente calibre.

La realidad en este caso supera la ficción, lo cierto es que hasta el 8 de septiembre de 2014 la familia tenía una vida hermosa, “Iván era  muy compañero, tanto mío como de su mamá”, recordó Leila, y agregó “los tres éramos muy unidos.  Él en casa me ayudaba mucho con los nenes… uno trabajaba y el otro se ocupaba de las cosas de la casa… y así… después de estar internado el era muy pegado a nosotros y siempre avisaba absolutamente todo lo que hacía…”.

“Éramos una gran familia, todo era felicidad”, de esta forma cerró Leila la entrevista, con lágrimas en sus ojos, sin poder comprender todavía por qué sucedió esto. Pero por sobre todo espera una respuesta y una solución de parte de quienes generaron esta difícil situación que hoy vive junto a sus hijos. La solución está en manos de quienes tienen la posibilidad de levantar un teléfono y ofrecerle un trabajo. Esa respuesta Leila la espera del Estado que provocó esta tragedia, esperemos que tomen debida nota y actúen en consecuencia.