Franco Casco, Julio López, Luciano Arruga, Iván Torres, Santiago Maldonado… el oscuro hilo conductor que los conecta es que todos ellos fueron víctimas de desaparición forzada a manos de distintas fuerzas de seguridad.

Sobre la hipótesis de la responsabilidad y complicidad del Estado en esos crímenes el cineasta Patricio Escobar construyó su último trabajo, Antón Pirulero, que se presenta este viernes a las 19 en Rosario, en el marco de una actividad convocada por la Multisectorial contra la Violencia Institucional para conmemorar el cuarto aniversario de la desaparición y muerte de Franco Casco.

«El disparador para el documental fue la aparición del cuerpo de Luciano Arruga como NN en el cementerio de la Chacarita.  Luciano fue desaparecido en Lomas del Mirador en la ciudad de Buenos Aires por la policía bonaerense el 31 de enero de 2009. Luego de varios años de infructuosa búsqueda, la familia junto al Cels y otros organismos de Derechos Humanos consiguió que la causa pase al fuero Federal y sea caratulada como Desaparición Forzada de Persona.

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«Recién en ese momento pudieron interponer un Habeas Corpus y a partir de allí la investigación se abrió y encontraron el cuerpo de Luciano», señaló el director en entrevista con Conclusión.

Patricio Escobar tiene amplia experiencia en documentar el lado oscuro de la sociedad y la historia oficial. Su película «La crisis causó dos nuevas muertes» es una obra casi mítica, así como «Sonata en Sí Menor» sobre un operativo militar conjunto de Uruguay y Argentina para secuestrar y desaparecer a  15 personas y el encubrimiento de la prensa y «Bienaventurados los mansos», sobre la relación de la Iglesia y el Estado. 

Antón Pirulero: la maquinaria bien aceitada

Según los datos de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), desde el retorno de la democracia en el año 1983, son 290 los desaparecidos. «Cifras oficiales no hay- dice Escobar- es lógico, sino el Estado se autoincriminaría».

En su película, Patricio Escobar toma 8 casos emblemáticos, Iván Torres, Daniel Solano, Andrés Nuñez, Julio López, Luciano Arruga, Franco Casco, Elías Gorosito y Santiago Maldonado, y a través de una minuciosas investigación, desarrolla la premisa de la complicidad de todos los poderes del Estado para que esas desapariciones hayan sido posibles.

«No es nada fácil desaparecer a una persona. Para que eso sea ocurra,  hay toda una maquinaria en funcionamiento. Los únicos que tienen esas herramientas para desaparecer son los órganos del Estado. De ahí el nombre de la película, Antón Pirulero, porque cada cual atiende su juego para que esto funcione así. El Poder Judicial, el Poder Político y y las fuerzas de seguridad son los que articulan de cierta forma para que se pueda desaparecer a alguien de un día para el otro».

Durante la investigación Escobar pudo corroborar esa hipótesis. «Basta leer las causas judiciales, en todas se repiten ciertos elementos fundamentales: no aceptaron el Habeas Corpus, no aceptan caratularlo como Desaparición Forzada, lo pasan como búsqueda de paradero, la policía sospechada se investiga a sí misma, investigan a los familiares, no le creen a los testigos, aparece información y pistas falsas diciendo que la persona en cuestión fue vista viva en otro lado vi… todo eso que pasó con Franco Casco en Rosario, pasó con Luciano Arruga en Buenos Aires, y  con Iván Torres en Comodoro Rivadavia. Pasó también con Daniel Solano en Choele Choel, pasó con varios chicos en Paraná… en todos los casos se repite, una cosa lleva a la otra, como si fuera un mecanismo».

«Ya cuando la película estaba en su etapa de montaje ocurre lo de Santiago Maldonado -recordó el cineasta, Y ahí se volvió a repetir todo lo que pasó con los otros chicos. Eso fue muy fuerte y por eso decidimos incluirlo al final».

Escobar relató que su idea era poder transmitir lo que le provocó a él la desaparición de En cuanto a Maldonado,desde el punto de vista narrativo yo quería transmitir lo que me provocó a mi la desaparición de Santiago Maldonado. «Veníamos investigando todos estos casos, y de repente surge un caso en Esquel, que cobra una importante visibilidad para la sociedad y con él ocurría exactamente lo mismo que con todos los otros casos que habíamos relatado. Y no con casos recientes, con casos de la década del 90 y del 80.  Por eso lo pusimos al final, como un raconto de todos los casos, que estaba pasando de nuevo… y que, lamentablemente, va a seguir pasando, de eso estoy seguro».

La diferencia con Santiago se dio, tal vez en la visibilidad que tomó el caso y en cómo caló hondo en la sociedad. «Creo que fueron varias razones. Una fue un estado de ánimo general en relación a un gobierno marcadamente represivo como el de Mauricio Macri, mucho más que el anterior, aunque todos los gobiernos tienen sus desaparecidos, y lo de Santiago funcionó como un detonante. Por otro lado, él tenía un perfil distinto a los otros, que por lo general son pibes pobres. Todos los otros casos que investigamos son chicos de 16 o 17 años, de clases sociales castigadas, excluidos, que viven en las villas, que son víctimas de un constante hostigamiento de la policía, que son usados por las fuerzas policiales para robar o para manejar drogas en los barrios, que entran y salen de la comisaría, los golpean, los meten adentro, los golpean de nuevo, los sacan y los vuelven a meter».

Según Escobar ese hostigamiento es norma en todos los barrios de todo el país, en Buenos Aires, Santa Fe,  Córdoba, Tucumán,  Formosa, Paraná… En todos lados.

«Eso -afirmó- hizo también que la visibilización fuera diferente». «Al menos para mí. Eso es un poco lo que dice la abogada Verónica Heredia, de la familia Maldonado, que en general cuando son pibes excluídos los jueces y los fiscales dejan pasar porque no le importan a nadie».

En ese sentido, Escobar recordó que la sociedad también es parte de esa maquinaria, porque «darle la espalda a la cantidad de desaparecidos que hay en los barrios pobres es formar parte de la maquinaria también. Y  eso es lo que queda claro en el documental».

¿Sistema de control?

«Andres Núñez desapareció en 1990 en La Plata a manos de la policía. Esa misma policía años después, estuvo implicada en la desaparición de Julio López. En Paraná empecé a investigar el caso de Elías Gorosito. En el 2002 se lo llevó la fuerza policial de esa ciudad y nunca más apareció. Mientras lo investigaba, encontré otro caso igual, ocurrido allí  en 1994. Parecía increíble, era como calcado, exactamente igual, pero 10 años antes», detalló el cineasta.

Inevitablemente surge el interrogante. ¿Se trata de una maquinaria montada en forma consciente como un sistema de control o son  resabios de viejas épocas?

En ese sentido Escobar refirió que es un debate que se refleja en la película. «Hay abogados que plantean que sí, que es sistemático y hay otros que dicen que no, que lo sistemático fue la dictadura. Los que afirman lo primero dicen que si bien no tiene la característica de la dictadura, en la cual hay un grupo de personas que se juntan para decir vamos a desparecer y aplicar el terror en esta población o en estos militantes, sí hay un sistema en el cual las leyes están hechas de tal forma y los jueces y los fiscales están formateados de tal forma que no es casual que los desaparecidos sean los pibes de los barrios pobres».

Sin embargo, Escobar afirmó que «como director de la película sí cree que está planteado como una sistematización del Estado, que conoce estos temas y no les interesa investigarlos o evitarlos».

En cuanto a ello, el director refirió: «El Estado argentino fue condenado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso de Iván Torres. Lo condenaron porque el Poder Judicial no declaró el caso como desaparición forzada, eso es fundamental.  Y es también lo que pasó en el caso de Franco Casco. Si desde un principio se hubiera caratulado como desaparición forzada, se hubiera podido investigar a la policía y se hubiera evitado que se investiguen a sí mismos y que hagan desaparecer pruebas o que planten pistas falsas. Con Maldonado pasó lo mismo, entonces la Gendarmería se tomó su tiempo de limpiar todos los rastros y 20 días después cuando se declara finalmente desaparición forzada y va otra fuerza a investigar, ya estaba todo hecho. Lo mismo pasa en todos los casos. Y ni hablar de los que ocurrieron antes del 2000. Esos casos son los más impunes, porque salvo que algún policía se quiebre, o por algún acuerdo o negocio con el juez, nunca se llega a saber que pasó»

Escobar detalló también que otros de los elementos que se parece en todos los casos es la persecución a los testigos, los persiguen implacablemente hasta que les hacen cambiar la declaración o directamente los matan.

«En el caso de Iván Torres, hubo siete testigos muertos. En los otros casos no les creen a los testigos, en el caso de Luciano Arruga varios  dijeron que escucharon como le pegaban en la comisaría y el juez no les creyó. Te dicen son testimonios de chicos que están ahí adentro y le tienen bronca a la policía. Así pasó con Casco también, hubo cantidad de testigos que dijeron que se escuchaban los gritos de Franco mientras le pegaban. Ahí en la séptima tiene una celda destinada a golpear y a torturar a los presos y no les creyeron»

El documentalista no duda en afirmar que «sin la complicidad del Poder Judicial, del Ejecutivo y de la policía, sería imposible desparecer una personas». «Sin esos engranajes de la máquina sería imposible. De hecho, cuando aparecen los cuerpos, en el caso de Franco Casco, o de Andres Núñez o de Luciano Arruga es una confirmación de los bien que funciona esa maquinaria. No es que la máquina se rompió porque el cuerpo apareció, es al revés, lo que cuentan esos cuerpos es lo bien que todo funcionó»

Antón Pirulero se exhibe en Rosario este viernes 19 de octubre a las 19 en  La Bartolina (Salta 2817) con entrada libre y gratuita.