Por Florencia Vizzi

 

«El juez Filocco llegó a decirme que mi hija era una puta, que se había calentado y que ya iba a volver. Bueno, le informo al juez Filocco que todavía no volvió». Finalmente, siete años y seis meses después de la desaparición de su hija Paula, Alberto Perassi pudo sentarse frente a un Tribunal que sí quería escucharlo y contar el durísimo derrotero que él y su familia transitaron en la búsqueda de «los huesos de su hija». Enfundado en el chaleco antibalas que desde hace años se ve obligado a usar, abrumado pero con la voz firme la mayor parte del tiempo, Alberto Perassi relató con todo el detalle que le pemitieron su memoria y los permanentes planteos e interrupciones de las defensas, que ocurrió el día en que su hija desapareció, cómo era su relación con Gabriel Strumia, uno de los principales acusados, las idas y vueltas de la investigación y la desidia de la Justicia que no cesaba de apuntar contra Paula, «la mala víctima». «Siempre apostaron a que me muera, a que me pare, a que me quede sin aire. Siempre era yo el viejo loco y mi hija la puta»

Minutos después de las 14, ese hombre de 70 años, que dijo ser mecánico desde los 17 , se presentó ante los jueces Griselda Strologo, Alvaro Campos y Mariel Minetti y describió a su hija como «una chica normal, que era ama de casa y adoraba mucho a sus hijos». Afirmó que no sabía que la relación de Paula con su pareja estaba rota, a pesar de que convivía a diario con ella. «Vivíamos en distintas casas, pero era una convivencia permanente, ella venía todos los días a casa, cuando llevaba o buscaba a los chicos, y hablábamos por teléfono varias veces al día, a veces conmigo o con mi mujer». 

Cuando los fiscales preguntaron que relación lo había unido a Gabriel Héctor Strumia, Perassi afirmó que «era una amistad muy especial». «Yo lo conocía de vista, pero después surgió una convivencia muy especial por los autos. Yo competía con los jeeps y el también participaba. Yo le hice el motor del jeep y nos fuimos acercando. Al final estábamos siempre juntos, y yo siempre lo consideré un amigo, a pesar de las edades. Y él me decía que continuamente que yo era su segundo padre». 

Mientras Perassi describía una amistad que fue creciendo con el tiempo, a tal punto que compartieron fines de semana y vacaciones familiares en varias oportunidades, los juegos de miradas se multiplicaron en diversos momentos de tensión. Mientras él miraba fijamente a Strumia, el hombre fijaba sus ojos en su esposa, Roxana Michl, también acusada y sentada a su lado. Y a su vez, con expresión casi desafiante, la esposa de Strumia, antes amiga, mantenía su vista firme en Alberto Perassi.

«Pasamos su cumpleaños de 40 juntos», continuó el hombre. Es más, la foto que circuló durante la búsqueda de Paula, fue tomada en esa fiesta. «Él me trajo esa foto a la puerta de la comisaría. Sobre el hombro de Paula hay una mano, es la mano de él».

El 19 de septiembre Perassi se entera de que, supuestamente, la noche anterior Paula habría ido a casa de una tal «Elsa», a buscar las tareas para su hijo. Como él sabía que Strumia conocía a esa mujer, corrió a casa de»Gabi»  quien, aparentemente la conocía.

«¡Uhhh!, hizo una expresión así, se agarró la cabeza, caminó varios metros y volvió -relató Alberto sobre la reacción de su amigo cuando le dijo que su hija no había vuelto a su casa. «Me sorprendió, me dije que amigo que tengo».  «Fui a Puerto San Martín a casa de esta mujer y me dijo que Paula no había estado ahí. Y cuando vuelvo, lo encuentro en mi casa, llorando abrazado a mi mujer».

Pistas falsas, policías distraídos

Alberto también recordó que dos días después de la desaparición de su hija, a las ocho de la mañana le sonó el teléfono. Era su amigo que, llorando, le dijo que le había llegado un mensaje de Paula «Vino hasta casa y me mostró el celular. Me dijo que lo recibió a las tres de la mañana. Le temblaba tanto la mano que se la tuve que sostener para poder leerlo». «Estoy bien, estoy llegando a San Juan. Ahora sí estoy libre. Porfi no digas nada», decía el mensaje.  Perassi recordaba que el número de teléfono terminaba en 414, número que luego descubrió pertenecía a un celular que usaban Paula y Gabriel para comunicarse entre ellos. 

Desde ese momento, y a pesar de la relación de amistad que ambos tenían, y de la promesa de conseguir la ayuda de Daniel Puyol, jefe de Cuerpos de la Unidad Regional XVII, todo comenzó a desmoronarse entre ambos amigos. Y desde ese momento, comenzaron a aparecer las pistas falsas, distracciones y los desvíos de la investigación.

Con algunos momentos de confusión Alberto Perassi siguió declarando y lo hizo por casi cinco horas. Durante su largo testimonio, que aún no terminó y que continuará este martes, fue relatando los detalles. Accedió a una lista de llamados del segundo teléfono que habría tenido Paula y que pertenecía a la flota familiar, y allí encontró más de cuarenta llamadas entre ella y Gabriel Strumia. «Fui a hablar con él y le dije «Gabi, que pasó con Paula. No me importa si ustedes tienen algo, ustedes son grandes y saben lo que hacen, yo solamente quiero saber que pasó con mi hija». Pero la única respuesta que obtuvo fue un críptico «yo sabía que esto iba a pasar».

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Perassi también señaló que durante años sin respuestas de la policía y de la Justicia, buscó a Paula por su cuenta en todos los lugares posibles, y detalló diversas situaciones irregulares que fue viendo con la policía. Por ejemplo, supuestos intercambios entre la agente Maria Jose Galtielli y Gabriel Strumia con un Nextel que no estaba intervenido.

«Me llegaban datos y yo iba, porque la policía no me daba respuestas» afirmó y contó que primero le hablaron de que la habían tirado a un pozo ciego, otras veces que la habían cremado o que estaba en otra ciudad. «El día del padre de 2012 me mandaron un mensaje del celular de Paula. Estaba mi hija más chica, sonó dos veces y la segunda vez, mi hija lo vio y casi se cae muerta. ‘Papi, es la Paula’, me dijo. Decía feliz día o algo así, estaba medio enredado, pero no era su modo de escribir». 

También relató que fue a Timbúes con un amigo, donde le dijeron que habían visto un buzo. En la zona encontró dos tanques de 200 litros,uno relleno con concreto y lo agarró a mazazos «Que sea lo que sea, me dije. No estaba adentro, sino no estábamos acá. Pero todas las investigaciones que pude las hice». Y continuó:» otra vez me mandaron a hablar con un tipo que era drogadicto y que decía que sabía que había pasado con  Paula y se la habían llevado a Misiones», detalló Perassi.

Alberto relató además sobre la versión que le hizo llegar una integrante del Colegio de Abogados de San Lorenzo, quien le contó que un cliente suyo afirmaba que a Paula la habían obligado a hacerse un aborto y que se lo había hecho su suegra, Mirta Rusñisky.  Esa información es la que tiempo después Perassi le dio al fiscal Donato Trotta que, según sus palabras «cambió radicalmente la investigación».

«Así llegaron a enloquecerme. Yo creo que fabricaban las pruebas los policías y ellos mismos las iban a levantar, yo escuché que había dinero en el medio cuando Strumia estuvo preso y por eso salió. Y bueno por eso yo en algún momento dije que había dinero y me lo terminó de confirmar su mujer, cuando dijo que vendió cuatro camiones para pagar a todos los que estorbaban». 

«Llevo siete años y seis meses luchando por esta causa. Tengo 70 años y un dolor… que me han metido y que no lo puedo soportar más. En la justicia de San Lorenzo también se hicieron los tontos. Siempre era contra la víctima, que la víctima era una puta. Ybueno, si era una puta, nadie tiene el derecho de hacerla desaparecer y matarla y dejarme siete años y seis meses sin saber de ella. Quiero que llegue un final, acá tiene que haber un culpable, yo no se quien es».

Incidentes

La jornada fue agotadora. Durante la mañana había declarado Rodolfo Ortiz de Eleguea, el concubino de Paula al momento de su desaparición. La característica que cruzó a ambos testimonios fueron los permanentes planteos de las defensas para evitar que se introduzcan las pruebas de la mano de los resquicios que deja abierto el Código Procesal Penal.

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Los incidentes se repitieron una y otra vez a lo largo de todo el día, hasta que el fiscal Sebastián Narvaja advirtió sobre la gravedad de la situación. La cosa fue in crescendo hasta que el funcionario pidió la suspensión del juicio y señaló sobre el «grave perjuicio» a la causa ya que no se le permitía la posibilidad de producir las pruebas. Además, el abogado de la querella, Adrián Ruiz señaló la revictimización a la que estaba siendo sometido Alberto Perassi y criticó un sistema en el que los testigos la pasan realmente mal. «Hoy vimos cómo se destruye a los familiares de una desaparecida, esperando casi horas, viendo si una pregunta se iba a admitir o no se iba a admitir».