Por Alejandro Maidana

Aquellos que peinamos canas y tenemos una profunda remembranza por los 80, recordaremos la taquillera sería V Invasión Extraterrestre, una propuesta que se destacaban personajes como Mike Donovan, el líder de la resistencia y Diana, el malvado reptiloide que interpretaba Jane Badler. En aquella propuesta televisiva lanzada por la NBC de los Estados Unidos y reproducida por Canal Trece de Argentina, se mostraba como llegaba a la Tierra desde el cuarto planeta de la estrella Sirio, una flota de 50 enormes platillos voladores que se posarían sobre las principales ciudades del mundo.

Los visitantes parecen ser amigables, y buscan la ayuda de los seres humanos para obtener ciertos productos químicos que necesitan en su propio planeta. A cambio, prometen compartir su avanzada tecnología con estos. Los gobiernos del mundo aceptan y los extraterrestres ganan una gran influencia en las más altas esferas de poder del mundo. Pero claro, con el tiempo se pudo conocer cuál era su verdadera finalidad, allí luego de peligrosas investigaciones, la resistencia logó conocer su verdadero objetivo, los extraterrestres venía por el agua.

Claro está que se trataba de ficción, pero es inevitable analizar el mensaje subliminal que nos dejaba una serie que, como tantas otras, nos mostraba que el único gran peligro que podría enfrentar la raza humana, solo podría llegar desde otros arrabales cósmicos. La realidad es mucho mas concreta y cercana, la problemática a la que estamos sumidos por la faltante de agua dulce, tiene su único anclaje en el destrato constante al ecosistema, y de un negocio que impulsan desprejuiciadamente las corporaciones, que entienden que, manejando el vital elemento, se erigirían como los marionetistas de quienes habitan este planeta.

Si bien hay sectores que niegan el calentamiento global, gracias a numerosas investigaciones científicas se pudo conocer que el mismo está generando un estrago de magnitudes catastróficas. Es evidente que a medida que se vayan acentuando los efectos del calentamiento global, la pugna por el control de los recursos hídricos cobrará relevancia para acentuarse de sobremanera. El agua es un recurso natural estratégico cuya importancia será cada vez mayor a medida que pasen los años y los conflictos ambientales se agudicen.

El cambio climático impacta en la disponibilidad de agua dulce, pero el mayor impacto es la forma de gestionarla. El problema no es la escasez de agua sino su mala gestión. Su distribución en el tiempo y en el espacio es más impactante que su contaminación o la sequía. Las ciudades consumen las tres cuartas partes del agua, y el 70% de los habitantes mundiales vivirá en ellas en 2050 ¿Habrá agua para todos en 2050? Todo dependerá de la buena gestión de la misma y el rol de los distintos gobiernos a la hora de adminístrala alejándola de los negocios que intentarán hacer unos pocos en detrimento de las mayorías.

Si bien el agua es un recurso renovable pero finito, por lo que su control estratégico empieza a ser importante. Si utilizásemos toda el agua que cae, habría suficiente, pero su distribución es tan irregular que hay zonas en auténtico estrés hídrico. Es por ello que el agua que se manifiesta como lo que es en su origen mismo, un bien preciado vital para la vida, para la industria alimenticia y la energética. Esto nos obliga a enfrentar un nuevo desafío en materia de ahorro, consumo, distribución y control, tal es así, que distintas corporaciones ya comenzaron a movilizar sus tentáculos a la hora de hacerse de un recurso que puede comenzar a escasear en muy poco tiempo.

Casi el 79% de esa agua dulce se encuentra en forma de hielos polares y glaciares, lo que significa que no está disponible para su uso. Esto quiere decir que solo el 0,025% del agua en todo el planeta cumple con los requisitos necesarios (dulce, accesible y líquida) para que podamos usarla. En nuestro país, la acelerada urbanización, el incremento en las actividades agrícolas, el uso de fertilizantes y plaguicidas, la degradación del suelo, las altas concentraciones de población y la deficiente eliminación de desechos afectan la disponibilidad de los recursos de agua dulce.

Según la Organización Mundial de la Salud, el 85% de las causas de enfermedades y muertes en el mundo se asocian al agua contaminada y a la falta de acceso al agua segura. Anualmente, la disentería, diarrea y otras enfermedades, cobran las vidas de tres millones de personas. Una explícita demostración de la importancia del acceso al agua seguro, un derecho que sigue siendo vulnerado en distintos arrabales del mundo. Entender al vital elemento como un objetivo de las grandes potencias que a través de sus corporaciones buscan hacerse del control del mismo, es menester para comprender lo complejo de una situación que permanece solapada y operando entre las sombras.

La mercantilización de un vital elemento para la vida

El 70% del agua pura de la tierra se usa para el consumo humano, convirtiéndose en el recurso mar preciado del planeta. Para salvar a la humanidad, Wall Street quiere impulsar una revolución, hacer que el gua sea rentable creando mercados de agua, como los mercados de petróleo. Mientras que muchos empresarios y hombres de bolsa definen al vital como un producto financiero más, desde la otra vereda se fija una postura concreta y racional ¿Qué pasará con aquellos que no puedan pagarla?

La fiebre del oro azul ha comenzado, y ahora las preguntas que suelen plagar los muchos debates que se vienen instalando, es si existirá aún la posibilidad de poder detenerla. El derecho humano debería dejar en claro que no se trata de caridad, es un tema de justicia. La crisis del agua refleja explícitamente la crisis de estos tiempos, la batalla por el agua ha comenzado, pese a que millones de desprevenidos considere que solo se trata de un furibundo lobby o en todo caso, de un análisis catastrofista.

El agua en la mira de los tiburones financieros, de aquellos que parafraseando al juez de la Corte Suprema de Justicia Carlos Fernando Rosenkrantz, tienen la deshumanizante certeza que en donde existe una necesidad, no puede existir un derecho. Fue en Londres tres décadas atrás donde comenzó la relación del agua con las finanzas, siendo la primer ministra Margaret Thatcher quién lanzaría la propuesta, sosteniendo que la privatización del agua sería muy exitosa.

Así fue como todo el sistema físico y la concesión fueron vendidos a las compañías privadas, una de las primeras incidencias fue que estas empresas comenzaron a cortarle el suministro a aquellas personas que no podían pagar, sin ánimo alguno de restituir el servicio esencial para la vida. Queda claro al mercado poco le importa que la gente pueda morir por enfermedades relacionadas al no acceso al agua segura, su trabajo es hacer dinero y a eso lo hace muy bien. En gran parte del mundo el agua ha dejado de ser un recurso natural para pasar a ser una mercancía, como los diamantes, con la única salvedad que estos no son vitales para el sostenimiento de la vida, pero al sistema financiero poco le importa.

Mike Young es economista de la Universidad de Adelaida (Australia), quién se graduara en Harvard y fue el pionero de los mercados del agua, indicó que “la escasez del agua ya llegó, y forma parte del futuro del mundo. Las predicciones globales son que para el 2050, mas de la mitad del planeta vivirá con recursos limitados de agua, ya que su abundancia será cosa del pasado. Por ello el agua debe ser gestionada como algo preciado, de tal modo que se impulse la innovación, que se de a nuestra agua los mejores usos posibles, que nosotros ganemos dinero y nos alimentemos bien”. Esto ha llegado a los mercados del agua generando una revolución, convirtiendo el desequilibrio climático en una fuerza del mercado.

El economista sostiene que lo sofisticado de estos mercados, ha hecho que por ejemplo si existen pronósticos de lluvias, los granjeros que utilizan este recurso vital, puedan saber que el precio del vital elemento descenderá, ya que no van a tener que regar. Entendiendo que si la temperatura aumenta y la sequia se hace presente, el precio del agua subirá. Mike Young ha abierto los mercados del agua para todos, granjeros, pequeños ahorristas e inversores profesionales, hoy en día se puede comprar agua en la Bolsa, para su consumo o simplemente para especular, pero claro ¿Qué lugar ocupan en esta historia los que no tienen acceso ni siquiera a los derechos básicos?

El agua era el último recurso natural que había escapado al mercado, ya hay países como Australia que la ha convertido en una mercancía, y otros que, habiendo culto de un pacto de silencio desprejuiciado, avanzan en el mismo sentido. Para el mercado ¿Es el agua el próximo petróleo? A la necesaria discusión que gira en torno a los cuidados y el derroche de un recurso que la raza humana siempre creyó ilimitado, se le suma el negocio, el control por parte de aquellos que se presentan como salvadores, como administradores humanistas de un recurso vital para la vida. La emergencia climática requiere cambios radicales, Wall Street reinicia su misión, por ello en los Estados Unidos el Citigroup, uno de los bancos más grandes, anuncia en uno de sus informes el fin del agua gratuita.

El ardid discursivo que el mercado utiliza como ariete, es la falta de responsabilidad que pulula en la sociedad en torno al cuidado del agua, encontrando el hilo conductor en la gratuidad de la misma. El dique se ha roto, los suaves golpes del liberalismo suenan cada vez mas fuerte para celebrar la unión entre las finanzas y el agua ¿Veremos mercados de activos vendiendo derivados del agua? Todo es válido cuando el dios mercado es quien marca la agenda de un planeta que se encuentra a merced de los negocios de un puñado de facinerosos.

Los nuevos señores del agua son banqueros, aseguradores, gerentes de fondos de inversión y pensión, gradualmente toman control del oro azul. Rentar el agua como otros lo hacen con la tierra, la mercantilización de la vida en todo su pavoroso esplendor. Los grandes inversionistas apoderándose del agua, harán lo propio con la vida y el destino de las mayorías, un regreso tan deleznable como preocupante a la Edad Media ¿Ganancias que indirectamente le harían un bien a la humanidad? Un verdadero disparate, sin duda alguna un panorama sombrío que vuelve a desnudar el paradigma mercantilizado de la vida.