Por Daniel Siñeriz

En estos días difíciles, un planeta entero lloró y aplaudió a “un grande entre los grandes”; y dicho por tantísimos: UN SER ÚNICO E IRREPETIBLE. Mafalda dijo alguna vez, hermosamente, que “todos somos iguales, pero hay algunos que son más iguales que otros”. Aquí también: todos somos únicos e irrepetibles, pero también parece que alguien fue y será más único e irrepetible que todos.

Únicos e irrepetibles. Condición fundamental y fundacional de SER que nos caracteriza y nos identifica desde el primer encuentro y desdoblamiento celular en silencio y soledad. Allí emerge nuestra identidad genética para acompañar todo nuestro camino hasta el final; y así señalar con claridad meridiana la “novedad” del acontecimiento.

Si a esta condición básica le sumamos un despliegue intenso y generoso de aptitudes marcadamente inéditas, creativas y sorprendentes el resultado empieza a dibujarse como un acontecimiento social llamativo que suscita oleadas de admiración. Cuando el fenómeno trasciende fronteras y se reitera sin límites, se acerca al terreno de lo divino y es capaz de desatar traviesamente la adoración y la idolatría.

Y cuando aparece la “Parca” queriendo arruinar la fiesta, sale “perdiendo por goleada”, porque el ídolo queda plantado en multitud de altares, en incontables imágenes cercanas y en infinidad de corazones donde se fue a vivir ahora, como nueva y graciosa “gambeta” final y eterna.

Ser únicos e irrepetibles no quiere decir que estaremos cercados a no ser como otros o como todos, sólo distintos o diversos. Es, sobre todo, el maravilloso desafío para cada uno de desplegar a pleno nuestras posibilidades, aptitudes y condiciones.

Porque también, como tantas y tantos de la Gran Familia Humana, el DIEGO nos regaló la POSIBILIDAD CIERTA de los SUEÑOS CUMPLIDOS, naciendo y creciendo en un rincón poblado de pesadillas y postergación.

Soy único cuando “me hago cargo” de mis posibilidades y las desarrollo al máximo; soy irrepetible cuando comprendo que nadie puede hacer y brindar lo que solamente yo tengo que dar. Somos un Pueblo único e irrepetible cuando descubrimos nuestra identidad, nuestras posibilidades y nuestros talentos para hacerlos crecer y brindarlos a la humanidad como ofrenda valiosa, sagrada y respetable.