Por Hugo March

La naturaleza humana es la bondad, la maldad sólo es una mínima expresión comparada con todo el bien que los seres humanos desarrollamos cotidianamente en este mundo, el único problema es que tal vez tenga poca prensa y pague menos y a largo plazo. Pero, ¿quién nos hizo creer que somos una basura? ¿Quién fue capaz de llenar el aire que respiramos de suspicacia permanente hacia el otro? El mismo otro que a su vez se cruza con nosotros desconfiando de todo el daño que supuestamente somos capaces de hacerle.

Hagamos un ejercicio muy sencillo, pensemos cada uno de nosotros en un par de docenas de personas que conocemos: de la familia, del barrio, del trabajo, del súper al que vamos todos los días, de la iglesia, de los padres de los compañeritos de escuela de nuestros hijos, de nuestros compañeros de primaria y de secundaria, del chofer del colectivo que saludamos todos los días, del barrendero, el sodero, el empleado de la gran cadena, nuestros médicos, psicólogos, maestros, etc. etc. etc. Y hagamos la comparación y la cuenta: ¿cuántos verdaderamente jodidos encontramos? ¿Cuáles de ellos se levantan por la mañana pensando en causarnos daño? Yo les aseguro que si existen, son en realidad muy pocos, porque todos somos seres humanos sensibles atrapados en armaduras que hemos ido construyendo tomando el discurso diario de los grandes medios de comunicación, y su permanente réplica a veces involuntaria que nos ha grabado a fuego que la maldad ha copado la parada. Y es falso. Pero es la mejor manera de controlarnos y conducirnos, hacernos desconfiar del congénere para que busquemos salvado-res, que terminan siendo los únicos verdaderamente peligrosos y perversos, pero la realidad indica que son una ínfima minoría.

Todos y cada uno de nosotros hacemos lo que hacemos verdaderamente convencidos de que estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos. Siempre intentamos hacer lo mejor para no hacer daño ni perjudicar a nadie, aunque por supuesto nos equivoquemos seguido y ocasionemos dolor, pero en el 99% de los casos sin ninguna clase de mala intención.

Claro que también es común que guardemos resentimientos y rencores, pero las venganzas que mentalmente planificamos casi nunca se llevan a cabo y el tiempo termina transformándolas en olvido o en perdón. Porque nada más pesado de llevar que un resentimiento, que únicamente sobrevive durante el tiempo que lo alimentemos con nuestros pensamientos recurrentes, pero a medida que va trascurriendo el tiempo los dolores van cediendo y vamos retornando a nuestra vida, incluso por una cuestión de supervivencia.

Obvio que existen las personas que ocasionan el mal a sabiendas, pero son una inmensa minoría y a mi entender se trata de seres espiritual o psíquicamente enfermas. Si así no fuese este mundo hubiera dejado de existir hace siglos. E incluso esas personas también merecen comprensión porque posiblemente se encuentren con algún desequilibrio, y que obviamente deberán cumplir con la ley si lo que ocasionan son delitos.

La regla general entre los seres humanos es el amor, y el amor no tiene contrarios ni antónimos. Sólo tenemos que esforzarnos en agudizar la vista y los sentidos y observar cuántas veces no es maldad sino dolor lo que expresamos en nuestras conductas.

Hugo March
hugomarch@hotmail.com