Intento de golpe de Estado en Venezuela. Normal. La estupidez congénita de la dirigencia «chavista» al permitir el «poder dual» ha llevado a esto. Se debió disolver el parlamento cuando se aprobó la Asamblea Constituyente, hace un año y medio, y no se hizo. Se dejó a la reacción seguir trabajando, erosionando y cimentando relaciones. Ahora toca lamentarse, otra vez.

Desde de la muerte de Chávez, que también tuvo su parte de culpa en la situación que vive Venezuela, sus sucesores sólo han hecho dos cosas bien: abandonar la OEA y poner en marcha el petro. Pero lo han hecho a su ritmo y dejando siempre formas de respirar a la burguesía. Hasta que se llega a esto. Ahora el «poder dual», el «gobierno paralelo» tiene apoyo formal del extranjero (con reconocimiento de «presidente» incluido), y el camino se hace mucho más pedregoso.

Toda la derecha internacional, la vieja y la nueva, apoya el golpe. ¿Derecho internacional? A la mierda otro de los «valores democráticos». Está bastante claro el interés de EEUU de expulsar a Rusia y a China de América Latina -y de Venezuela en particular, de forma especial tras los apoyos recientes recibidos de estos países- y de ahí su movimiento, que ha sido seguido por todos sus vasallos, de reconocer al «gobierno paralelo». Hay una forma fácil de constatar cómo está el mundo: la de quienes apoyan el intento de golpe dirigido por EEUU y la de quienes no. El sarcasmo y el esperpento lo pone Macron al apoyar las protestas contra Maduro mientras reprime a los «chalecos amarillos» en casa.

El gobierno venezolano dice que tiene el suficiente apoyo para parar el golpe. Cierto. Tiene apoyo interno, de una gran parte del pueblo, y externo. Y aquí hay un país crucial: México. López Obrador ha actuado bien, como hay que actuar, al respaldar la legitimidad del gobierno pero… Ha utilizado una expresión conocida: «por ahora». Este «por ahora» es un toque de atención muy serio a Maduro y su camarilla, que están obligados, sí o si, a dar los pasos que han estado evitando con tanta ineptitud.

El Ejército venezolano ha dicho que no reconoce al «presidente» nombrado por EE.UU. y aceptado por sus vasallos. Lo mismo han dicho las Regiones de Defensa Integral. Maduro es el presidente constitucional y eso lo han dicho y lo defienden. Es decir, los militares lo ven como lo que es: un intento de golpe de Estado.

Eso va a frenar durante un tiempo la fuerza de la ofensiva, pero no la va a parar del todo. Se volverá a las guarimbas, se intentarán nuevos levantamientos policiales y/o militares y arreciará la agresión externa a nivel diplomático.

Dije, y mantengo, que no tengo ninguna esperanza en la dirigencia pero sí en el pueblo. Dije hace año y medio que era entonces el momento y entonces decía que era «ahora» cuando había que dar el salto definitivo. Eso fue hace año y medio. Volved a leerlo porque no ha perdido nada de actualidad.

Dije, y mantengo, que había que retirar el capital de los bancos occidentales -y no se hizo, como ha tenido que comprobar el personal con la negativa de Gran Bretaña a repatriar el oro venezolano-, que había que nacionalizar todas las industrias de los instigadores del desabastecimiento alimenticio, dejar de pagar la deuda externa y amenazar con romper relaciones diplomáticas con todos los países que dan sustento a los golpistas. Todo ello es más urgente que nunca. Imaginaos sólo un momento si Fidel Castro hubiese perdido tanto tiempo desde las agresiones imperialistas en dar los pasos necesarios para romper con EE.UU. y nacionalizar todos los sectores productivos vinculados al imperialismo.

Hay gente que está comparando esto con el golpe de Estado contra Chávez en 2002. Error. Con lo que hay que compararlo es con la Libia de 2011. Entonces, igual que ahora, los «mercados», es decir, el capital internacional, apostó por el «cambio de régimen» y lo hizo provocando las revueltas internas y, sobre todo, provocando el desabastecimiento del país para alimentar esas revueltas. Al igual que hizo Gadafi, Maduro todavía mantiene irresponsablemente miles de millones de dólares fuera del país, muchos de ellos en EEUU, que los tiene retenidos ilegalmente. Entonces, al no poder disponer de todo ese dinero que estaba fuera del país, los bonos libios perdieron casi todo su valor y Gadafi fue derrocado, aunque tuvo que haber una intervención exterior, una guerra impuesta. Al desaparecer Gadafi, esos bonos subieron como la espuma y el capital internacional fue bastante más rico mientras Libia se sumía en el caos. Venezuela lleva el mismo recorrido pero con una diferencia: EE.UU. no necesita ahora la agresión pura y dura, le basta con las sanciones y el descongelar esos miles de millones de dólares que tiene retenidos y dárselos a su «presidente». El «poder dual» tendría dinero para repartir y eso erosionaría mucho más al gobierno legal y legítimo. A esto es a lo que ha abocado la inacción de Maduro y su camarilla.

Se ha perdido un tiempo precioso en Venezuela y se ha complicado mucho más la situación. Pero no hay que buscar las culpas fuera. Están dentro. En Maduro y su camarilla. Cómo reaccionen será determinante para el futuro y la ruptura de relaciones con EEUU es incompleta si no va acompañada de medidas similares con el resto de países vasallos (Brasil, Colombia, Argentina, Ecuador, Perú, Costa Rica…) y un combate total contra el «poder dual», la corrupción, la acaparación de bienes y el sabotaje económico. Y de la nacionalización de los bienes de estos países. Por ejemplo, EE.UU. acaba de prometer 20 millones de dólares en «ayuda humanitaria» a la «oposición». Es el primer paso para lo que decía más arriba. ¿Maduro y su camarilla necesitan alguna excusa más para las nacionalizaciones y para dar fuerte a la oligarquía o van a seguir tonteando como hasta ahora? Porque su tiempo puede acabarse muy rápidamente.

Fuente: elterritoriodellince.blogspot.com