La estridente renuncia del secretario de Hacienda de México, Carlos Urzúa, el pasado martes 9 de julio, marcó el inicio de una nueva fase agresiva en la campaña de Wall Street y de la City de Londres, para amansar al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) , o para ponerle un fin anticipado a su Presidencia, como se hizo con la Presidente de Brasil, Dilma Rousseff, en 2016, si se rehúsa a imponer sus programas, y mantiene su compromiso con el desarrollo y la soberanía. El problema es que AMLO muestra muchas de las mismas fortalezas y algunas de las debilidades estratégicas de su homóloga brasileña, Dilma Rousseff, quien peleó duramente contra el complot para derrocar a su gobierno en base a un absurdo escándalo de corrupción, pero perdió en gran medida porque se limitó a contraatacar en la arena meramente nacional y se negó a enfrentar a las fuerzas internacionales y políticas que, para empezar, controlaban la operación en su contra.

Urzúa, un defensor recalcitrante de la política económica neoliberal de Wall Street, publicó una incisiva carta pública de renuncia a través de Twitter, en la cual acusó a AMLO de haber adoptado políticas económicas incompetentes “sin suficientes fundamentos” y que no poco “extremistas”, lo que quiere decir que a Wall Street no le gustaban. Como era de predecir, ese mismo día el peso cayó bajo ataque financiero en los mercados internacionales, y la prensa financiero aprovecho par publicar sus diatribas contra las políticas de AMLO. Le cayeron encima por haberse atrevido a oponerse a la privatización total de los sectores de energía y electricidad de México, y por haber propuesto la construcción de infraestructura para el desarrollo del país. Tampoco están muy contentos por la disposición de AMLO a trabajar con el Presidente Trump para resolver el problema de la migración a través de proyectos de desarrollo conjunto en México y en Centroamérica.

El mismo AMLO señaló las agudas diferencias con Urzúa frente al Plan Nacional de Desarrollo (PND) que se acaba de adoptar, como la causa inmediata de su centelleante partida. Urzúa escribió un proyecto r del PND, que AMLO rechazó porque significaba una continuidad inaceptable con la política económica neoliberal que siguieron los gobiernos mexicanos desde 1983 (después de la Presidencia de López Portillo), y en su lugar redactó personalmente su propio proyecto de PND, el cual presentó finalmente ante el Congreso y fue aprobado.

El PND de AMLO está marcado por un vigoroso y preciso ataque a la economía neoliberal que destruyó a México durante los últimos 36 años, y culmina con una valiosa “Visión de 2024”, que establece las metas que se propone alcanzar durante sus seis años de gobierno. “Después de un período de 36 años de deterioro sostenido, los salarios habrán logrado en un sexenio una recuperación de cuando menos el 20 por ciento de su poder adquisitivo… Nadie padecerá hambre, la pobreza extrema habrá sido erradicada, no habrá individuos carentes de servicios médicos o de medicinas y los adultos mayores recibirán pensiones justas y podrán vivir sin estrecheces materiales”.

“En 2021 deberá cumplirse la meta de alcanzar la autosuficiencia en maíz y frijol y tres años más tarde, en arroz, carne de res, cerdo, aves y huevos”, señala el programa de AMLO. “En el último año del sexenio habrá cesado la emigración de mexicanos al exterior por causas de necesidad laboral, inseguridad y falta de perspectivas” y “la delincuencia organizada estará reducida y en retirada… los índices delictivos… se habrán reducido en 50 por ciento”, destaca el PND.

Metas muy encomiables, pero el PND de AMLO está plagado de tres errores fatales:

Primero, señala casi en su totalidad a las causas nacionales de los problemas a resolver, y lo que plantea de política exterior es casi nada, tanto en lo político como en lo económico. No hay ninguna mención para nada del sistema económico mundial alternativo que está surgiendo con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de china, sin el cual México (al igual que el resto del mundo) no podrá alcanzar ningún avance significativo.

Segundo, relega la mención al papel de la ciencia y la tecnología para logar el crecimiento económico a una acotación de dos frases en la página 58 de un documento de 63 páginas. El PND habla de la infraestructura, pero señala que: “El Tren Maya es el más importante proyecto de infraestructura, desarrollo socioeconómico y turismo del presente sexenio… El Tren Maya es un proyecto orientado a incrementar la derrama económica del turismo en la Península de Yucatán”. Argumenta que el crecimiento se pude financiar con la quimera de utilizar únicamente los recursos que se recuperen en el combate a la corrupción, mientras que se mantienen los onerosos pagos de México al servicio de la deuda, y se aceptan las exigencias de Wall Street de mantener la “autonomía del banco central” de manera religiosa.

Tercero, el PND propone la legalización de las drogas, una de las debilidades estratégicas del programa y de la visión de elementos importantes del gabinete de AMLO, de lo cual EIR llamó la atención desde antes que tomará posesión de su gobierno en diciembre de 2018. Y el argumento no se detiene en la en la marihuana, sino que de hecho habla de toas las drogas. “En materia de estupefacientes, la estrategia prohibicionista es ya insostenible, no solo por la violencia que ha generado sino por sus malos resultados en materia de salud pública… La “guerra contra las drogas” ha escalado el problema de salud pública… La alternativa es que el Estado renuncie a la pretensión de combatir las adicciones mediante la prohibición de las sustancias que las generan… La única posibilidad real de reducir los niveles de consumo de drogas residen en levantar la prohibición de las que actualmente son ilícitas y reorientar los recursos actualmente destinados a combatir su trasiego y aplicarlos en programas – masivos pero personalizados— de reinserción y desintoxificación. Ello debe procurarse de manera negociada, tanto en la relación bilateral con Estados Unidos como en el ámbito multilateral, en el seno de la ONU”.

Dado que son los grandes bancos de la City de Londres y de Wall Street los que controlan el narcotráfico desde la cima, y que son también los principales promotores de la legalización de las drogas, por medio de voceros tales como el despreciable George Soros, el enfoque de AMLO es una estrategia perdedora, y muy peligrosa.

Información obtenida del portal spanish.larouchepac.com