Por Aldo Battisacco – Enviado especial a Buenos Aires

La duda se generó a partir del reportaje que Conclusión le realizó al ex juez Daniel Llermanos. La charla corría por distintos andariveles, como cual era el balance sobre la Justicia en Argentina, cuando se despachó sin cortapisas y expresó que había sido invitado ser parte de la Orden del Martillo, ofrecimiento que rechazó. Pero poco después, preocupó al afirmar que el «no sabía que se trataba de una horda de jueces federales que cobraban 6 mil dólares por mes por estudiar más».

Llermanos relató a Conclusión que la propuesta que le formularon se fundó en un argumento vinculado a la llegada que el entonces magistrado tenía con «la opinión pública».

Para contextualizar su dichos, explicó que cuando él era juez recibió «la visita de la embajada americana», que le propuso «formar parte de la Orden del Martillo», y agregó: «Yo no sabía que la orden del martillo era una horda de jueces federales que cobraban 6.000 dólares por mes, al solo efecto de ayudarlos a estudiar más».

Filicales y jueces en la Embajada

Aun cuando parezca un anécdota de las que es común enterarse en los países cuasi coloniales, la revelación de Llermanos prontamente tuvo sentido al referir que cuando se daba la detención de un narco argentino «después lo extraditaban para que los juzguen los yanquis, porque los yanquis a la hora de la droga no tienen competencia».

Según manifestó el letrado, «tuvimos un montón de jueces que cuando a cualquier narco argentino, colombiano o peruano, había que extraditarlos aunque el delito lo había cometido en jurisdicción nocional- los despachaban a Estados Unidos».

El patrocinante legal de Hugo y Pablo Moyano, recordó durante la nota que había preguntado por qué lo querían afiliar a la Orden del Martillo, porque no era un juez federal; le respondieron que resultaba «muy influyentes en la opinión pública».

Llermanos precisó que este episodio le ocurrió «en los años 90» y que se los sacó de encima a los enviados de los EE.UU, respondiéndoles que él estaba «presente en la opinión pública porque no pienso como los jueces federales», y apuntó con cierto grado de sarcasmo que «era un poco el Padre Paco de la justicia. Si sería monseñor Plaza no me hubieran llamado los medios».