MIéRCOLES, 27 DE NOV

Puerto de la Música ¿SÍ O NO? Un análisis desde una perspectiva popular

El arquitecto e integrante del Insituto Soberania analiza desde su genesis el proyecto inconcluso que el galardonado arquitecto brasileño le obsequió a Hermes Binner.

 

Por Arq. Javier Corizzo*

El gobierno provincial ha reflotado la discusión para la potencial construcción del Puerto de la Música. La ejecución del proyecto realizado por el Arq. Niemeyer supondría, en términos generales, un gran estímulo para la región. Sin embargo, para aquellos que estamos interesados en que esta obra se concrete, se despiertan algunas alarmas. La propuesta de relocalización, la modificación del proyecto original, los acuerdos hechos oportunamente con el estudio Niemeyer, la financiación, son algunos de los temas a estudiar para tener una posición clara con respecto a lo que podría llegar a ser un hito cultural de enorme peso para todo el sur provincial.

Por eso, en este momento nos proponemos hacer un análisis integral con una perspectiva popular para aportar elementos a una discusión que deberá colectivizarse.

Quien es Niemeyer, y porque el Puerto de la Música para Rosario

Para quien no lo conozca, nos permitiremos hacer una sintética semblanza de Oscar Niemeyer.

Niemeyer fue un arquitecto brasileño nacido en 1907 en Rio de Janieiro, que se convirtió en uno de los principales referentes mundiales de la arquitectura moderna. Trabajo en colaboración con varios de los arquitectos más prestigiados del siglo XX como Le Corbusier y Lucio Costa. Fue diseñador de grandes obras que asombraron al mundo en diversas partes del planeta por su espectacularidad en el uso de la curva, las formas orgánicas y el aprovechamiento técnico que hacía del hormigón, entre otras cosas. Fue ganador del premio Pritzker en el año 1988 (una especial de premio Nobel de arquitectura) y su obra esta diseminada por numerosos puntos del planeta, aunque el grueso de la misma se encuentra en su Brasil natal.

Es tan grande su producción que resulta inabarcable para un artículo de estas características, pero podemos enumerar que la mayoría de los edificios públicos de Brasilia, el Museo de arte contemporáneo en Niteroi, la sede del Partido Comunista de Francia, varias catedrales (entre ellas la de Rio de Janeiro), etc, son de su autoría. La mayoría de ellos lleva como sello distintivo de su arquitectura las curvas que rompen permanentemente con el ángulo recto, predominante en la primera etapa de la arquitectura moderna. Fue el mismo Le Corbusier quien un día le dijo a Niemeyer, que él llevaba las curvas de su Rio de Janeiro Natal en los ojos.

La participación política

“Para mí, la arquitectura no es lo más importante. Importante son la familia, los amigos y este mundo injusto que debemos modificar”

Pero Oscar Niemeyer, no fue solamente uno de los más prestigiosos arquitectos del Siglo XX. También fue un activo militante político que enfrento lo que siempre considero como un sistema injusto. Afiliado al Partido Comunista Brasilero desde el año 1945, al final de la segunda guerra mundial, fue un portavoz de las demandas de los pueblos oprimidos.

En sus crónicas escribe “…solo en el terreno de la política me siento cada vez más radical, apegado a mis antiguas convicciones, a mis viejos camaradas, a los que luchan en las calles y las plazas de este país contra la injusticia social, la miseria, el desempleo, la violencia, las amenazas a nuestra soberanía…”

Interesante es analizar el punto de convergencia entre su concepción ideológica, sus posiciones políticas y la arquitectura expresada en sus obras. ¿Cómo debería ser una obra de interés social?

¿Cuáles deberían ser las preocupaciones de un arquitecto con aspiraciones transformadoras?

Existen determinados “mandatos” que hacen suponer que la única función de la arquitectura de interés popular es la de aportar a la solución de los déficits habitacionales estructurales que afectan a la mayoría de las sociedades a través de las mal llamadas “Viviendas sociales” (toda vivienda es social). Niemeyer polemiza con esta apreciación, entendiendo que la obra pública tiene un componente nivelador, y que por lo tanto su calidad arquitectónica, su capacidad para asombrar al usuario, su “espectacularidad” es democratizante. Poniéndolo en otras palabras, los sectores populares tienen derecho a sentir la misma sorpresa que las clases acomodadas al recorrer la ciudad, sus parques, sus edificios públicos y habitar esos espacios comunes.

El Puerto de la Música

Niemeyer tenía interés de realizar la emblemática obra de carácter público en Rosario, por tratarse de la ciudad natal del Che Guevara. A principios del año 2008, el entonces gobernador de la provincia de Santa Fe, Hermes Binner, es convocado en su estudio en Rio de Janeiro y allí se compromete a apoyar la iniciativa.

Se define como área para el emplazamiento el sector céntrico de la barranca conectando la zona del monumento a la bandera con el Puerto de Rosario. Además, en la idea original que integraba el “Complejo Puerto de la Música – Monumento a la Bandera” el estudio Niemeyer donaba el proyecto del Paseo Lucio Fontana, como elemento vinculante entre el área urbana y el teatro, propiamente dicho.

El proyecto del Complejo del Puerto de la Música consiste en un teatro cuyo auditorio queda cubierto bajo una cúpula con capacidad de hasta 2500 espectadores. También incluye la escuela de música y teatro, área de exposiciones, restaurante, sector administrativo y de servicios. En total cuenta con una superficie de más de 20.000 m2 y una explanada exterior con capacidad para 30.000 personas.

A este respecto, el mismo Niemeyer manifestó:

«Al proyectar este teatro para Rosario, en Argentina, mi preocupación fue garantizar que el espectáculo no se limite sólo a los que están en la platea, sino que también alcance a los de afuera, veinte o treinta mil, pudiendo participar del mismo. Solución que me espanta no haber adoptado hace más tiempo”.

La estructura de hormigón, visible desde toda la ribera del Paraná, reafirma los conceptos del genial arquitecto con relación al aprovechamiento técnico del material para lograr esa plasticidad monumental.

También me preocupa dar al nuevo teatro una forma diferente, creando sorpresa arquitectónica con la que busco caracterizar mis obras.”

De esta manera Niemeyer brindaba a nuestra ciudad la posibilidad de contar con un proyecto único en el país, que permitiría no solo dotar a Rosario de un gran espacio para el desarrollo cultural, sino también generar un hito arquitectónico destacado, patrimonio de los rosarinos, comparable  a  otras  obras emblemáticas que son admiradas por el mundo, como por ejemplo la opera de Sidney, el Guggenheim de Bilbao, entre otros.

Las dificultades

Naturalmente, al intentar llevar adelante el emblemático proyecto surgieron algunas cuestiones a resolver. Entre ellas, el financiamiento. El gobierno impulso la creación de la “Fundación Puerto de la Música” a cargo de Ricardo Silberstein. Dicha fundación buscaba implementar “un modelo de gestión del teatro que integre lo público y lo privado, como así también en la búsqueda y recepción de donaciones de empresas y particulares para la financiación conjunta de la obra”. Es decir, planteaba un sistema mixto de recepción y administración de fondos para la ejecución de la obra. De acuerdo a lo publicado por el diario La capital el 31/5/2012, “La licitación de la obra de Oscar Niemeyer, en diferentes etapas, rondaba los 300 millones de pesos, y la primera parte estaba estimada en 40 millones.”

Por otro lado, el sector elegido por el estudio para el proyecto ocupaba un área del actual TPR (Terminal Puerto Rosario) generando una supuesta contradicción entre las funciones productivas que desarrolla el puerto. Además, se generaban dudas sobre la garantía del mantenimiento de los puestos laborales de los trabajadores portuarios. De hecho, según informa La Capital en el mismo artículo “La concesionaria a cargo de la obra debió haber comenzado las tareas el 26 de abril del año pasado, pero un piquete del sindicato de estibadores portuarios frenó a unos 25 operarios contratados por la firma Pecam.”

Por otro lado, no había un apoyo manifiesto del Gobierno Nacional a la iniciativa con lo cual existía por delante una difícil gestión para lograr los permisos por parte de Nación necesarios para trabajar en esos terrenos.

Otro argumento es el supuesto deterioro que, de acuerdo a informes del ENAPRO, existe en el terreno y la consiguiente inversión necesaria para dejar el terreno en condiciones. A aquello se le agrega la compensación que debería hacerse con otros muelles para reemplazar el espacio utilizado

Con el cambio de gobierno (pero no de signo político) en la provincia, El Puerto de la Música perdió el impulso, al punto que terminó siendo cajoneado. Para el nuevo gobernador, Bonfatti, la obra no era prioritaria y se frenaron todas las gestiones. La Fundación dejó de recibir donaciones y cesó en su funcionamiento.

Desde entonces ha habido algunos intentos de gobiernos posteriores de reflotar el tema sin mucha insistencia, hasta el momento actual en que volvió a convertirse en uno de los centros del debate de la política regional

Perotti, Pullaro, el intento de reubicación y el financiamiento

EL primero que reinstala la discusión del Puerto de la Música fue el entonces gobernador Perotti en el año 2022. Mientras firmaba el acuerdo con nación para que se pague lo adeudado por coparticipación anunciaba que iba a reimpulsar la idea. Sin embargo, en la idea de Perotti, hoy apoyados por el vigente gobernador Pullaro, aparecen cambios substanciales al esquema original acordado por la provincia con el estudio Niemeyer.

Una de las principales modificaciones consiste en el planteo de relocalización del complejo en la ciudad de Granadero Baigorria, al lado del puente Rosario-Victoria. Esto no solo es un debate alrededor del cambio de jurisdicción en donde se desarrollaría el teatro, sino que además hay varios elementos particulares a tener en cuenta.

Los defensores de la nueva localización esgrimen que lo principal del concepto de implantación del proyecto de Niemeyer estaba determinado por la relación con el rio, y que ese aspecto se mantiene vigente en el plan actual. Esto es cierto solo a medias. La relación del proyecto con el monumento a la bandera dejaría de existir y el paseo costero Lucio Fontana como elemento bisagra entre el área urbana y el teatro ya no tendrían razón de ser. Además, reiteramos que dicho paseo fue donado por el estudio con la condición de que se respeta íntegramente el complejo, por lo que la provincia estaría dilapidando esta contribución.

Y si de verdad queremos ir al hueso del asunto, solo falta asomarse al predio propuesto por el gobierno para relocalizar el teatro para descubrir que está pegado al mega emprendimiento inmobiliario de la constructora PECAM quien recibiría directamente los beneficios del alza del valor del suelo. Es la misma constructora que está interesada en la ejecución de la obra, y dicha relocalización le calzaría como anillo al dedo para aumentar significativamente los márgenes de ganancia.

Agreguemos que esto supondría la “transformación” del área donde habitan hoy los pescadores del remanso Valerio. De acuerdo a lo que plantea el gobierno, el sitio se reconvertiría en “espacio turístico”, una especie de San Telmo de pescadores. Nada se dice de los verdaderos “paisanos serios del Remanso”, como los llamaría Fandermole, y de su necesaria relocalización al sacarlos del entorno donde viven y desarrollan su labor productiva. Imagino que las desarrolladoras inmobiliarias estarán satisfechas con el servilismo del gobierno provincial al eliminar un barrio de características precarias que les ofende la vista (y las inversiones).

El otro aspecto que muestra la desnaturalización del proyecto original es el que se refiere al financiamiento. Como mencionamos antes, la “Fundación Puerto de la Música” gestionaría donaciones y aportes públicos para llevar adelante la obra. En el esquema de Pullaro (y previamente de Perotti), no hay lugar para lo público. Al contrario, será la misma empresa constructora que gane la licitación de los terrenos aledaños que quedan aún sin consignatario las encargadas de la ejecución y el financiamiento.

Por lo pronto, lo que podemos decir es que subordinar la realización de esta obra al mero apetito de la especulación inmobiliaria es una concesión desproporcionada al poder económico, sin relación con las aspiraciones originales de aquellos que soñaron este proyecto. En esto, pareciera que al gobernador solo le falta entonar el grito de guerra Mileista de “Viva la libertad Carajo”.

Los debates necesarios

Existen también varios cuestionamientos al proyecto desde perspectivas progresistas.

Uno de ellos es que no están dadas las condiciones para encarar una obra de estas características. Que existen aún, principalmente en el plano social, una inmensa cantidad de necesidades irresueltas por el estado. El déficit habitacional, la precariedad de nuestros barrios populares, la falta de saneamiento, entre otras, son realidades que nos afectan como sociedad, y que ninguno de los estamentos del estado atacó en profundidad. Estos reclamos son justos y es necesario sostenerlos.

Sin embargo, supeditar un proyecto de renombre mundial, especialmente con las características inclusivas con que fue diseñado, a la solución de estos problemas seria perder la oportunidad única de hacer un verdadero aporte a la identidad rosarina. Como ejemplo me gustaría que imaginemos los debates de la sociedad rosarina en 1940, cuando se ponía en consideración el Monumento Nacional a la Bandera. Seguramente fueron cuestionados los costos que supuso encarar una obra de esa magnitud, revestida íntegramente con toneladas de mármol travertino y decorada por estatuas de Lola Mora. Más allá del gusto de la época, o de si el monumento resultaba ostentoso o no, creo que la gran mayoría de los rosarinos hoy sentimos el monumento como una parte vital de nuestra identidad rosarina, de nuestro patrimonio.

Lo mismo sucedería con el Complejo Puerto de la Música. De más está decir que también redundaría en muchos beneficios económicos para la región considerando el turismo, la posibilidad del desarrollo cultural a gran escala y el fortalecimiento de la marca Rosario en el mundo.

Una respuesta similar tendría la objeción en relación a la matriz productiva local y el uso parcial de terrenos donde hoy funciona el importantísimo puerto estatal de Rosario. Es imposible negar la trascendencia de nuestro puerto en el esquema exportador considerando la longitud de muelle, la infraestructura y la geoforma del territorio donde está implantado. Pero convertir esto en una “puja” entre una función cultural o una función productiva para un mismo espacio no tiene razón de ser. En primer lugar, porque el área involucrada es muy menor, comparándolo con la superficie integral del puerto. En segundo lugar, porque el sector donde estaría proyectado en el esquema original es en su gran mayoría playón y deposito, y no involucra los espacios donde están ubicados los silos, grúas y demás obras infraestructurales.

Discutir la matriz productiva de rosario es una tarea importante, pero ese debate es mucho más complejo que la presencia o no del Puerto de la Música.

Recuperar el carácter productivo que tuviera una vez nuestra ciudad será posible en tanto y en cuanto pongamos en discusión el modelo agro-minero exportador que ha inclinado la balanza para que, en un proceso, nos vayamos convirtiendo en una ciudad que se dedica mayoritariamente a brindar servicios de logística y transporte. Seremos parte de esa pelea.

Otro debate que se abre al calor de este tema es la necesidad de una cultura popular, accesible para las grandes mayorías. Esto es importante. Necesitamos el puerto de la Música, no como un teatro de las elites sino como un espacio que genere condiciones para la apropiación del mismo por parte de la sociedad completa. Un elemento integrador en una sociedad desintegrada. No debe contraponerse con el florecimiento de espacios culturales barriales, ni las maravillosas expresiones artísticas que nuestro pueblo genera en cada rincón donde puede hacerlo. El proyecto lo contempla, la gestión deberá garantizarlo

Finalmente, y vinculado con cada uno de los puntos anteriores, surge la pregunta sobre el financiamiento. Más allá de los números estimados para la obra, que fueron variando con el tiempo (originalmente algunos hablaban de U$40 Millones, otros U$50 Millones y los más pesimistas cerca de U$100 Millones) no debemos someternos al concepto de la “frazada corta”. Especialmente en la provincia de Santa Fe, una provincia rica, es posible arbitrar los medios para conseguir el capital considerando sobretodo que es para una obra de infraestructura cultural tan trascendente.

Una conclusión

Es innegable que encarar una obra de tamaña envergadura implicará dificultades y costos. Las negociaciones con el estado nacional, el acondicionamiento del terreno original para que pueda ejecutarse con seguridad la obra, la compensación al ENAPRO, etc. requerirían de un trabajo constante. Pero también es innegable que el significado de lo que representará el “Complejo Puerto de la Música” para la identidad de los rosarinos y las rosarinas será de una trascendencia cuya única comparación sería nuestro querido Monumento a la Bandera.

De concretarse, se convertirá en un hito identitario incuestionable, que pondría a nuestra ciudad como faro cultural para América Latina.

Si resultara imposible ejecutarse en el lugar elegido, deberíamos ser el conjunto de la ciudadanía los protagonistas de un debate que ponga de relieve lo que el complejo supondría para la ciudad, su gente, su cultura y seamos los propios rosarinos los que definamos donde debería emplazarse.

Hay que hacer el Puerto de la Música. Es una gran oportunidad.

* arquitecto e integrante del Instituto Soberanía

 

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