El 2015 es un año electoral en el que los argentinos nos enfrentamos con la responsabilidad de elegir entre candidatos a cargos de gobierno, cada uno de los cuales expresa o representa una determinada posición sobre temas que nos afectan a todos.

El capítulo económico es uno que acapara especial atención, sobre todo teniendo en cuenta el antecedente de un año 2014 muy movido en este sentido, marcado por la puja distributiva, el debate sobre los precios y el poder sobre los mercados, sumado al conflicto con los denominados fondos buitre, que alcanzó significativa repercusión, incluso a escala mundial.

En vista de lo que viene, vale plantear la discusión y participar del debate en torno a las bases y acuerdos esenciales que los argentinos deberíamos establecer como pilares fundamentales de cualquier política económica, ya que el tiempo y las circunstancias determinarán, en su momento, la pertinencia y viabilidad de las medidas que se implementen para alcanzar tales objetivos. Esta cuestión (la de fondo, y no la de las formas) es una asignatura pendiente en los espacios de participación política del pueblo en general; el análisis de la economía que queremos no puede quedar reservado al ámbito gubernamental o al espacio académico, para que la ciudadanía entera simplemente se limite a “aceptar” lo que dictan los especialistas, “la mano invisible” de los mercados, o cualquier grupo de poder con interés ajeno a la voluntad popular.

Sentar las bases fundamentales de la economía que queremos es, inicialmente, decidir si el todo será más importante que las partes, lo que en otras palabras significa estar convencidos de que nadie se salva a costa del otro, y de que no habrá felicidad individual en una comunidad que no ha resuelto las necesidades básicas de todos sus compatriotas.

No se trata de filosofar, sino de asumir el día a día como miembros de una comunidad que, con sus defectos y virtudes, nos pide muestras visibles de estos valores con lo que se dice y se hace, en todos los ámbitos de la vida cotidiana: la familia, el trabajo, la comunidad.

Esta práctica, que comienza en el interior de cada uno, se difunde y propaga en el diálogo responsable y la participación política en todas las esferas sociales, y es fundamental para que luego, los que asumen cargos de gobierno, reciban una indicación clara e ineludible de lo que el pueblo demanda en cumplimiento de su voluntad marcando la orientación y el fin último de las políticas, inclusive las económicas.

Parecería una utopía, pero deja de serlo en cualquier instancia en la que se produce el encuentro y la participación comunitaria para ponernos de acuerdo acerca de esa Argentina que queremos.