Por Carlos Duclos

Mañana el Vaticano será el escenario de un encuentro que podría ser determinante para las clases más vulnerables argentinas, esto es los pobres, los desocupados, los jubilados, los trabajadores y todas aquellas personas (millones) que con esfuerzos extraordinarios apenas si sobreviven, paradójicamente, en un país inmensamente rico. Mañana el Papa, uno de los hombres más poderosos del planeta, no por él mismo, sino por lo que representa y a quien representa, recibirá al flamante presidente argentino Mauricio Macri.

Francisco recibirá a Macri en medio de una relación tensa entre ambos. Tensa por muchos motivos entre los que se podría enumerar algunos, a saber: que Macri utilizó, vía Durán Barba y mediante declaraciones periodísticas, como recurso de campaña, la permisividad del aborto; que Macri desautorizó al Vaticano para que prosiguiera con la mediación en la enojosa situación por el traspaso de mando, entre otras cuestiones que vienen de antaño, cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires y el entonces jefe de Gobierno porteño, Macri, dio vía libre a un protocolo para aborto «demasiado permisivo».

Pero estas son apenas algunas de las diferencias que Francisco tiene para con un presidente que, no más asumir, incumplió con varias de sus promesas hechas durante su campaña. Entre ellas una contundente: «Durante mi gobierno los trabajadores no pagarán ganancia», había prometido el candidato de Cambiemos, y hoy la verdad es otra, pues al amparo de un eufemismo, muchos más trabajadores y más jubilados pagarán el injusto y repudiable impuesto.

Todo esto Francisco lo sabe y, según fuente de la Iglesia allegadas al Vaticano, «lo tienen contrariado». Como lo tiene contrariado el protocolo anti piquetes, una disparatada creación de Patricia Bullrich, una mujer que está en funciones sólo por los «contactos» que la respaldan, pero no por sus dotes de estadista precisamente. Un protocolo que podría funcionar, y de hecho funciona, en países del primer mundo en donde los derechos vulnerados de los ciudadanos son mínimos y por tanto mínimas y a veces injustificables las protestas severas, realidad que no es la que se puede apreciar en nuestro país, en donde casi todo los derechos de las personas están avasallados escandalosamente.

No es novedad para nadie, por otra parte, que entre el pensamiento de Francisco y el de Macri, política, social y económicamente hablando hay una diferencia abismal. El dejar hacer, dejar pasar (laissez faire, laissez passer) del liberalismo, está en la antípodas del pensamiento de la Iglesia (del mismo Cristo) que jamás podría dejar a la deriva a los más débiles, arrojándolos al principio darwinista de que la realidad natural es que la especie más fuerte devora a la más débil, dando sustento a la supervivencia del más apto. ¿Qué diferencia hay entre esta libertad de acción para cualquier cosa sobre el prójimo y el mejoramiento de la raza del nazismo?

El Papa ha aclarado muy bien algo que ronda en la mente de algunos trasnochados de extrema derecha (y en consonancia con lo que se dijo aquí en una columna anterior): el profeta Isaías criticaba a los poderosos mezquinos y avaros y «no era comunista», recordó en una audiencia. «La riqueza y el poder pueden ser buenos y útiles al bien común -dijo el Papa- si son puestas al servicio de los pobres y de todos con justicia y caridad» ¡Más claridad imposible!

Ciertamente, no es ser rico el pecado (como algunos pretenden hacer creer cuando recuerdan las palabras de Jesús respecto de que difícilmente un rico pueda entrar en el Reino de los Cielos), el pecado está en la avaricia, en la mezquindad, en la injusta distribución de la riqueza, en pasar por alto la «comunión» de los bienes. A eso se refiere el Evangelio.

El pecado, en un gobierno, está en salvar al Estado hundiendo al hombre y la familia de los trabajadores, de los jubilados, de los desocupados, mientras se acciona en favor de los más poderosos.

Todo esto, sin ninguna duda, le dirá Francisco a Macri en el Palacio Apostólico (no en Santa Marta al parecer y esto es todo un detalle a tener en cuenta). Un Francisco quien a través de sus allegados en la Argentina, como Gustavo Vera, le ha mandado mensajes contundentes en los últimos días al presidente.

Resta esperar si Mauricio Macri acepta los consejos de quien logró el restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba o comete el desaguisado de no escucharlos.