Por Carlos Pissolito

Sabemos que el Papa Francisco es un devoto lector de textos estratégicos. Ha leído a Carl von Clausewitz, a Von der Goltz; pero su autor preferido es el inglés Basil Liddell Hart, creador de la Estrategia de la Aproximación Indirecta. Una que como tal propone cuestiones como las siguientes:

● «Los profetas han sido fundamentales para el progreso porque expresan la verdad; pero la aceptación de esa verdad depende de los conductores de masas, que deben conciliarla con la sensibilidad de la época. El destino del profeta es morir lapidado. Pero si el lapidado es el conductor de masas, es porque ha fracasado.»
● «Para que la verdad sea aceptada hay que evitar el ataque frontal y buscar el flanco del otro que es más vulnerable a esa verdad.»
● «La verdadera victoria consiste en obligar al adversario a abandonar su propósito con la menor pérdida propia.»
● «El mejor general es el que sabe convertir la guerra en paz.»
● «Como dijo Napoleón, en la guerra «lo moral está con lo físico en relación de tres a uno».»
● «El único principio invariable es que los medios y las condiciones varían sin cesar.»
● «Cortar al enemigo su última vía de escape es el modo más seguro de infundirle el valor de la desesperación.»

Principios de acción que plantean una sorprendente similitud con las estrategias apostólicas de Francisco. Quién además se referencia en San Francisco Javier, un jesuita como él y que se propuso catequizar, nada más ni nada menos, que China.

Se cuenta una anécdota que lo describe de cuerpo entero, cuando, en una charla entre cardenales antes de un sínodo para elegir a un nuevo Papa, le preguntaron qué le hubiera gustado ser si no fuera sacerdote, y contestó: «Comando».

Sea como sea, él ha elaborado cuatro principios en el marco de una ciencia novedosa, cual es la Metapolítica y que reina, debajo de la Teología, pero por sobre los cánones de la Política, de la Estrategia y la Geopolítica. Con ellos, en mente, nos proponemos analizar la particular situación que atraviesa el Mundo, la Región y nuestro país.

El primero de esos principios enuncia que el tiempo vence siempre al espacio. Lo que resulta lógico y aplicable frente a una situación que de aguda se ha transformado, con el paso de los meses, en una de naturaleza crónica. Vale decir en una que al margen de sus efectos catastróficos iniciales, los que no se dieron en su totalidad, está produciendo efectos que se van prolongando en el tiempo y que obligan a una apreciación constante de la realidad.

A nivel global la pandemia no duró los esperados 70 días como había sido el caso de las anteriores. Por el contrario, al momento, parece estarse desarrollando por olas consecutivas o mejor dicho como un incendio de campos que se va expandiendo por focos localizados y conectados entre sí.

En el caso de nuestro país, por ejemplo, parece que el primer pico ya tuvo lugar en la CABA; pero las llamas han comenzado a desplazarse a los sucesivos cordones del Gran Buenos Aires. Por lo que es de esperarse que allí, también, alcance un pico y que continúe su camino hacia las capitales del Interior del país. Obviamente, que la voracidad de las llamas va a estar en proporción directa al material combustible con el que se encuentre en su camino (básicamente, cuan cerca están los árboles secos o sea la calidad del aislamiento social existente) y a la eficiencia del cuerpo de bomberos (sistema médico) que le toca enfrentar.

Por su parte, el todo será siempre mayor que la parte como sostiene el segundo de sus principios y que nos anuncia no hay medidas aisladas y que nadie está, totalmente, aislado en este mundo globalizado. Sin embargo, la pandemia está produciendo efectos bien diferenciados, especialmente, en relación a las distintas funciones económicas y laborales. Ya que hay actividades que se han visto perjudicadas (viajes aéreos, hotelería, turismo, etc.); así como otras se han visto beneficiadas (alimentación, servicios a distancia, etc.).

Es más, algunos de esos prejuicios y/o beneficios pueden transformarse en permanentes, lo que está llevando a una nueva reorganización de todo, espacialmente, del mundo laboral. Un buen ejemplo de ello es la actual puja entre el sindicato de camioneros con la compañía unicornio “MercadoLibre” pone esta diferencias de manifiesto.

Lo anterior nos lleva al tercer principio, el que establece que la armonía debe primar sobre el conflicto, ya que asume que sin una razonable ganancia compartida por todos es, casi imposible, mantener un status quo de convivencia pacífica. En ese sentido y volviendo al punto anterior, es obvio que la ya mencionadas compañías unicornio están ganando posiciones con la actual situación de aislamiento social; pero todo indica que habrá que buscar la forma para que compartan, de algún modo, esa prosperidad; cuanto que hay una gran masa que ha perdido sus ingresos.

En ese sentido, no son pocas las voces que alertan sobre la necesidad de una suerte de renta universal que le garantice a la masa de los seres humanos, al menos, satisfacer sus necesidades básicas. Probablemente, los países como la Argentina que han sabido practicar un asistencialismo temprano, se encuentren mejor preparadas que aquellos que han hecho del individualismo y del darwinismo social su consigna. Como queda a la vista en nuestra región con el estallido social prolongado en países como Chile.

Todo ello nos lleva al cuarto principio, el más importante de todos y que establece que la realidad está antes que la idea. Vale decir que antes de obrar hay que haber hecho un esfuerzo para tratar conocer a la realidad a la que se pretende modificar. En este marco los esquemas ideológicos, sean éstos de Derecha (insensible a la injusticia) o de Izquierda (que desprecia la Tradición) y que pretenden arreglar la realidad con ideas preconcebidas a priori, están condenados al fracaso de antemano.

Es más, ese principio nos impone un estado de alerta mental que alienta una capacidad de rápidos ciclos de decisión basados en una permanente observación del mundo real a los efectos de reorientar nuestras decisiones para la toma de las mejores decisiones en tiempo y forma. Porque como sabemos no habrán de sobrevivir los más fuertes, sino aquellos que hayan sabido adaptarse mejor a las nuevas circunstancias, pero respetando los viejos principios de la Verdad, del Bien y de la Belleza.