Por Daniel Siñeriz

Como hace varios meses, el humo de la quemazón de la vegetación de las islas ha invadido las ciudades y pueblos ribereños del Paraná y sigue contaminando ferozmente nuestra respiración.

En este contexto tan desfavorable y peligroso por demás, les anuncio aquello que dice también nuestro cuerpo, señalando lo más valioso y mayormente necesario para sus funciones vitales.

Podemos estar 30 días sin comida, tres días sin agua y sólo tres minutos sin aire, para seguir viviendo. Lo más sutil resulta ser lo más imprescindible y lo que da consistencia y vitalidad a nuestras células, a nuestro corazón y a todos los órganos con el dinamismo de sus tareas y funciones.

Por algo será que allá en los Orígenes, según el Relato Bíblico, cuando Dios crea al Ser Humano de barro, para que tuviera Vida “sopló en su nariz un aliento de vida”. Una forma muy sencilla para describir lo que resulta totalmente necesario para tener y sostener la vida.

Empezar a respirar y dejar de hacerlo, son las dos puntas de un camino en el que transitamos no sólo necesitados de aire, sino también de aliento, de ánimo. “Soplame”, le decíamos al compañero en la Escuela cuando hacíamos una prueba con escasos datos. Todos los deportistas sienten, en mayor o menor medida, la importancia del Aliento en sus competencias; y, para solucionar problemas de fondo se necesitan, decimos, “medidas de largo aliento”.

Los Santos decían que la Oración en la respiración del Alma. Y, cuando Jesús Resucitado se aparece a sus Discípulos, sopló sobre ellos y les dio su Espíritu. Hoy los Seres Humanos necesitamos aire puro y largo aliento…que sería lo mismo que decir: Necesitamos tener y dar un amor que aliente y transforme la historia.