Por Carlos Duclos

Una sucesión de hechos ocurridos esta semana en el país son el botón de muestra para conocer cuál es la realidad y qué es dable esperar. El presidente Mauricio Macri, en razón del descontento general, debió dar marcha atrás en la modificatoria del modo de calcular los aumentos a jubilados y mandó a “fojas cero”, como él mismo lo dijo, el acuerdo del Estado con el Correo que comandaba su padre.

De todo este desaguisado, la oposición se sirvió para hacer esa tan típica politiquería argentina, consistente en destrozar a su rival con miras al rédito político, pero nunca con miras a una sociedad mejor. Y ello como si dicha oposición, y más precisamente el kirchnerismo, nadara en aguas calmas y favorables.  Como (al decir de un viejo dirigente) “todos tienen un muerto en el placard”, le tocó el turno a los K. (otro turno más en la cadena de irregularidades que se le atribuyen) y fue preso el ex jefe del Ejército durante la era de Cristina Kirchner,  César Milani, tan defendido en su momento por la ex presidenta y muchos de sus acólitos.

Para no quedar atrás en la lista de conductas inapropiadas, el opositor Sergio Massa parece que le bajó línea a su tropa para que salieran a cuestionar a Macri por la medida de calcular el aumento de las jubilaciones y que lo compararan con de la Rúa. La filtración de un audio en el que el jefe del Frente Renovador presuntamente bajaba esa línea,  dio para la polémica. Desde el massismo salieron a decir que el gobierno hacía espionaje, como si esto fuera nuevo y no se supiera que los espías argentinos  están para las necesidades de los políticos en lugar de los intereses de la Patria.

Desde luego que en este contexto en donde prolifera cierto progresismo burdo y grotesco, una centro derecha boba que se parece más al juego de la oca que otra cosa y un centro descentrado, están muchos seres humanos argentinos todavía no contaminados por la mediocridad y el fanatismo que esperan.

En realidad la espera argentina sigue siendo histórica y salvo eventuales bocanadas de oxígeno que dio la política,  aquí todo sigue como siempre. Y casi todos, como decía el viejo dirigente, con un muerto en el placard mientras los argentinos no fanatizados deben soportar estos olores nauseabundos.