Por Walter Graziano

Algunas cuestiones muchas veces dejan boquiabierto al lector. El gran problema sobreviene en cambio cuando es el autor el que queda boquiabierto. A veces parece que la capacidad de asombro no tiene límites. Pero la siguiente cuestión la colma por completo: si vamos a la edición de Ámbito Financiero del 18 de septiembre pasado encontraremos una nota que se intituló “Grave: OMS advierte por crecientes amenazas de pandemias en todo el mundo”. Se la puede ver aquí. Y no es el único medio argentino donde apareció la noticia. La misma se difundió con similar tratamiento en muchos otros. En resumidas cuentas, la información mencionaba la preocupación de la OMS por la posible aparición de pandemias que podían llegar a causar la muerte de 50 a 80 millones de personas en solo 36 horas, llegándose a perder así el 5% de la economía mundial -como si ello tuviera alguna importancia frente a la gravedad de lo que se profetizaba- .

Cuando se intenta saber cual podía ser la causa de esas “pandemias”, la OMS mencionaba vagamente que la aparición de agentes patógenos mortíferos era cada vez más difícil de controlar por la extensión de los conflictos y las migraciones forzadas. Mencionaba además la OMS como causas “la pobreza y la fragilidad”. Note por favor el lector que esto es puro “bla, bla, bla”. Durante todo el siglo XX -mejor dicho, durante siglos y siglos- hubo conflictos extendidos y migraciones forzadas y no por eso surgieron pandemias. Ni que hablar de las espantosas pobreza y fragilidad experimentadas a lo largo de toda la historia de la humanidad, cuando ni siquiera existía la OMS sin que por ello se pudiera predecir milimétricamente la aparición de “pandemias”, como si una pandemia fuera un grato evento social, como un recital musical, que puede programarse con fecha, hora y lugar cierto.

En realidad, hubo muchas pandemias, pero no por eso deja de llamar la atención que la OMS anuncie un 18 de septiembre que estamos a las puertas de pandemias generalizadas -cuando no venía insistiendo con esa letanía- y solo 45 días más tarde la misma se desata al punto que la gente se aterra en medio planeta de la sola idea de salir a la calle… Desde esta columna hacemos una apelación a la OMS: que por favor nos indique a todos dónde podemos comprar el diario del lunes porque a todos nos gustaría “tener la fija”.

Dicho esto, huelga todo otro comentario. Podríamos despedirnos aquí, dedicándonos autor y lector cada uno a otra cosa. Después de todo ¿Qué importa sufrir o no sufrir una pandemia? ¿Qué importa si la misma es causada por agentes biológicos naturales o por procedimientos artificiales “de laboratorio”? ¿Da lo mismo, verdad? Cada uno metido en lo suyo lo que importa es no morir en el intento -cada vez más difícil , ¿no es cierto?- de seguir cada día un día más en el planeta. Ni más ni menos. Para terminar con esta parte inicial de la nota solo cabe saludar al lector diciéndole : “Bienvenido al Nuevo Orden Mundial”. Y preguntarle: ¿Así que eran puras pamplinas conspiranoicas el advenimiento del New World Order? Se podría contestar con ironía que no era más que “un cuento chino”.

Bueno, como nada más hay que decir acerca de esto, pasemos ahora a un mero detalle, a un asterisco a pie de página. Y ese “detalle” no es otro que preguntarse qué es lo que debe hacer el Gobierno nacional para reducir lo más posible los efectos terriblemente -como pocos- negativos que va a tener en la economía este gigantesco maremoto, este tsunami mundial de todavía inciertas proporciones, porque la verdad es que no solo nadie tiene la vida comprada, sino que nadie tiene siquiera el mañana alquilado, menos aún si la pandemia se acelera y la OMS vuelve a acertar con la bicoca de 50 a 80 millones de muertos en el maratónico récord de 36 horas…

Pues bien, yendo al meollo de lo que hay que hacer en la economía cabe mencionar el -supuesto o real da lo mismo- enfrentamiento entre el Ministro de Producción Matías Kulfas y el presidente del Banco Central Miguel Pesce ( al respecto, se debe pronunciar “Peye” y no “Pece”). El primero querría aplicar un muy fuerte -fortísimo- programa de naturaleza expansiva, mientras que el segundo se opondría a eso ante el temor de que ello implique un “brote inflacionario”. Pues bien, como de la noche a la mañana el planeta entero se ha transformado en “mega híper ultra plus keynesiano” hay que declarar ganador por nocaut en el primer round -más bien a la primera trompada- al ministro de Producción. Y acá no se trata de argumentar acerca de las dudas que presenta para una parte del establishment financiero el ministro, ni sobre la bien ganada fama de técnico cauto y mesurado que sin dudas es Pesce, un auténtico piloto de tormentas en siete mares.

El tema es que Kulfas tiene razón. Frente a la debacle económica que se viene ni bien se termine esta locura de cerrar la atención al público de los bancos y el “corralito físico” que implica la cuarentena sea relajado, las consecuencias -eufemismo de la palabra “pérdidas”- pueden ser incalculables, incuantificables, inconmensurables frente al previsible quiebre de la cadena de pagos. Frente a eso, temer a un rebrote inflacionario es como temer haberse olvidado el Sapolán Ferrini en medio de un maremoto. Si la locura mundial no se frena y la pandemia no es dominada -digamos en no más de 30 o 40 días- a un bajo costo económico, acá no hay más remedio que gastar, emitir y devaluar. Hay que ser ultra plus keynesianos, y quizás ni así haya un “terrible efecto inflacionario”. Sobre todo si la demanda de efectivo del público llega a ser formidable como bien puede ocurrir durante un prolongado período de tiempo. Porque como bien lo saben todos los que han experimentado trastornos en estos pocos y pesadillescos días para poder comprar y vender cualquier cosa, en un escenario de cuarentena, aunque sea incluso moderada, el “cash” vale oro.

Y al respecto vale efectuar un muy serio tirón de orejas que debiera servir de advertencia a todos aquellos que se espantan frente a la presunta e inexistente “grave” expansión monetaria inexistentemente causada por el Banco Central en los últimos tiempos. Cabe preguntarse: ¿Cuál emisión? ¿La liberación de cerca de $500.000 millones de Leliq del último mes? ¿Eso es emisión? Pues bien: ¡No señores! ¡Eso no es emisión! ¡La emisión es la generación de pasivos monetarios totales del Banco Central! ¡Las Leliq ya son un pasivo monetario del Banco Central! ¡Ya son emisión! ¡Ya están emitidas desde su creación! Su canje por base monetaria lisa y llana no es emisión. La emisión monetaria en el último mes fue de solo el 6% al pasar los pasivos totales del Banco Central de 3,4 billones a 3,6 billones. Frente al apocalíptico escenario económico que transcurre -si no cesa la locura de la pandemia mundial- se trata de una módica tasa de emisión. Casi podríamos decir simbólica.

Entiéndase bien -porque hay que decirlo muy claramente- frente a lo que ocurre el Estado no debe ahorrar ningún esfuerzo –léase bien, ninguno- para aliviar lo que se viene. Evitarlo es imposible. Ahora, aliviarlo, se puede. Emitir 20% sería poco. Un paquete de ayuda fiscal de 2% del PBI parece moco de pavo. Estamos en e-m-e-r-g-e-n-c-i-a. En grave emergencia y hay que atenderla.

Miremos lo que se hizo acertadamente en Estados Unidos: la Reserva Federal promete comprar cantidades ilimitadas de bonos de todos los colores y sabores -entre otras muchas medidas- y el Congreso aprobó en un abrir y cerrar de ojos un paquete de ayuda de 2 trillones de dólares. ¿Y acá estamos en cambio con la inmensa idiotez de si hay que bajar o no bajar los salarios de los funcionarios públicos? Gran sandez. ¿Qué se pretende? ¿Qué para ser funcionario haya que ser rico entonces? En última instancia si a alguien le parece importante esta idiotez mejor dejarla para cuando pase la emergencia, lo que puede ser en futuras generaciones si no surge una cura efectiva para este virus en los próximos dos o tres meses, tras los cuales el devastador efecto económico de la pandemia y su peor engendro -la cuarentena forzosa o mitigada- puede ser irreversible.

Mientras tanto -siempre hay un mientras tanto- mejor pensar con algún optimismo que hay un mañana, aunque el mismo sea dentro del encuadre del “New World Order”, iniciado por la caída de las “torres gemelas” sanitarias con el anuncio, en el mes de septiembre pasado por parte de la OMS, de que se venían de manera inminente pandemias en todas las naciones y con un nivel de profecía digna de Nostradamus ese organismo sombríamente titulaba ( ver aquí), entre otras cosas: “Siete acciones urgentes para preparar al mundo para emergencias sanitarias” .Y mucho peor aún: “Preparándose para lo peor: una pandemia causada por un agente patógeno respiratorio letal de rápido contagio”. ¿Se necesita más?