Por Carlos Duclos

No era imposible; después de todo ya había sido la más votada en las Paso. Pero no resultaba fácil aceptar y creer que el PRO acabaría haciéndose de la provincia de Buenos Aires. Pero… María Eugenia Vidal lo hizo. ¿María Eugenia Vidal? ¿Y al Frente para la Victoria? ¿Y puntualmente a la presidente no le cabe responsabilidad?

Para entender esta situación es menester volver en el tiempo unos meses atrás. Según algunas fuentes, de esas que suelen estar bien informadas, el papa Francisco bajó líneas y dijo en un momento crítico para el país, cuando se hablaba en el marco de una fantástica operación encubierta de la salida de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que había que respetar la institucionalidad y acompañarla para que terminara en tiempo y forma su mandato. Fue un espaldarazo a la figura presidencial de esos que no se dan todos los días.

Sin embargo, en ese mismo contexto, el Papa, siempre a estar por las mismas fuentes, le habría solicitado a Cristina y a los altos círculos del kirchnerismo que apoyaran en las Paso a Julián Domínguez, precandidato en las Primarias a gobernador de la provincia de Buenos Aires junto con Aníbal Fernández por el Frente para la Victoria. El Papa no fue escuchado, y Domínguez, un hombre de confianza de Francisco, y uno de los cuadros políticos más lúcidos y con mejor imagen del peronismo, se quedó afuera. Un grave error.

Tal parece que otra de las sugerencias del Papa argentino (hincha declarado de San Lorenzo y peronista en un rincón del corazón, aunque el Vaticano lo niegue) fue que quien acompañara en la fórmula a Scioli, un hombre también bendecido por Francisco, fuera alguien acorde con su perfil. El kirchnerismo prefirió al Chino Zannini y todo eso, siempre según los consultados, provocó la decepción papal quien, durante su viaje a Cuba, decidió no recibir a la presidenta. Es que para los jesuitas la palabra es sagrada y los compromisos no se rompen, ni aún en la puerta de la tumba. Algunos no lo entendieron.

Por supuesto, que quede claro, no se trata de sugerir que la derrota en la provincia de Buenos Aires, donde siempre se da la ‘madre de todas las batallas’, fue obra y gracia de Bergoglio. Nada de eso. Sí se trata de señalar que la derrota es el efecto de que no se habrían seguido las sabias sugerencias de un hombre que está transformando a la Iglesia Católica, que ha sido el autor de la reanudación de las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos, que tiene influencia y acciona con éxito en la política internacional y que ha dado muestras de un talento y una sagacidad política fuera de serie, equiparable a la de Juan Pablo II, pero con otra visión del mundo y de la cuestión social.

Incapacitado para olfatear debidamente la realidad, el kirchnerismo dejó de lado en la provincia de Buenos Aires a un hombre de la valía de Domínguez quien, seguramente, hubiera escrito otra historia en estas elecciones.

Habrá segunda vuelta y, como se dijo en una opinión precedente “que nadie se ponga el traje”, porque lejos está de definirse todavía la cuestión. Es claro que dentro del Frente para la Victoria algunos tendrán que dar un paso al costado, deberán dejarle a Scioli (quien no en vano mencionó anoche en su discurso al Papa) espacio para que se mueva según lo requieren las circunstancias.