Por Daniel Oscar Siñeriz Griffa

En la situación de Pandemia que estamos transitando, surgen propuestas amplias que propician la construcción de UNA NUEVA NORMALIDAD. Más allá de lo que significa “adaptarnos” a lo que sobrevino a nivel planetario, se trataría de lograr que “salgamos mejores” que antes de la crisis.

No será tan fácil responder a este desafío, dado que vemos acentuarse distintas formas de violencia y el aumento de la pobreza e indigencia que parecen irreversibles. En contraste saludable estamos viendo también cómo se multiplican iniciativas solidarias, aún en sectores muy humildes que garantizan al menos un nivel de subsistencia.

Mucho parece poco y algo parece nada ante la magnitud de las necesidades que surgen, también en sectores de pequeños y medianos empresarios y, sobre todo, en el sector de trabajadores que han perdido empleo o están sufriendo un fuerte deterioro de condiciones y salarios. Aunque también es cierto que, más allá de las “cantidades” de lo que se necesita y se puede dar, hay algo más profundo que anima y sostiene las mejores y más generosas iniciativas.

En una carta dirigida a su hija Lieserl, Albert Einstein le escribía:

”Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR”.

Y para alentarnos a desplegar esta energía transformadora nos asegura que “cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada”. No tengo dudas que aquí tenemos el criterio y el impulso necesario para ir plasmando, desde ahora, la NUEVA NORMALIDAD.