Por Marcelo Chibotta

La renuncia forzada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia tuvo como consecuencia hechos de los que el pueblo de ese país se lamenta (y lo seguirá haciendo), que van de las duras acciones represivas hasta la muerte de muchos de los más humildes.

Así fue que durante la controvertida sesión legislativa que se realizó sin quórum reglamentario, Jeanine Áñez se declaró presidenta del Senado e inmediatamente presidenta de la República, para retirarse del palacio legislativo con una Biblia en la mano.

Por otra parte, y sumado a la coerción y a la violencia a la que se vieron sometidos los periodistas de otros países por parte de las fuerzas de seguridad, muchos otros acontecimientos arrasaron con aquellos detalles que en condiciones normales hubieran cobrado un significado más notorio.

Tal es el caso del acto de jura de quienes secundan a la autoproclamada presidenta, que bajo la nominación de ministros y de jefes de las Fuerzas Armadas hicieron una inusual señal a la hora de tomar sus cargos.

Después de que la abogada de 52 años les rogó “hacer la señal de sus creencias”, de los 11 primeros funcionarios que la secundan, 9 emularon una cruz con los dedos índice y pulgar de sus manos, exhibida delante de sus caras, mientras que los dos restantes apelaron a poner sus manos derechas sobre la izquierda de sus pechos.

Así fue que después de que Áñez les preguntara si “juran por Dios, la Patria, la Constitución política del Estado” y por “la sagrada memoria” de sus “mártires”, se escuchó el “si juro” tradicional, a lo que Jeanine respondió : “Si así lo hacen, la patria, nuestros mártires y el pueblo los premien, si no, se los demanden”.

El cierre del rito se completó con un beso sobre la supuesta cruz, mientras que dos de ellos lo reforzaron con la señal de la cruz católica.

Lo mismo sucedió después, cuando les tomó el juramento a los cinco militares integrantes de la cúpula de las Fuerzas Armadas. Cuatro de ellos repitieron la cruz y su posterior beso, en tanto que el quinto posó su mano derecha sobre su pecho.

Durante la noche del 14 de noviembre, al otro día, cinco nuevos auxiliares cumplieron con el mismo protocolo donde cuatro de ellos realizaron el mismo signo con sus manos derechas, mientras que la quinta integrante sólo dejó sus brazos caídos y realizó un leve movimiento de cabeza.

La fórmula cambiada de un día para el otro

Jeanine Áñez les tomó el compromiso a los primeros 11 ayudantes civiles y a los cinco militares con la misma fórmula leída: “¿Juran por Dios, la patria, la constitución política del Estado, la sagrada memoria de nuestros mártires, defender los intereses de Bolivia y cumplir responsablemente las funciones que se les han encomendado y las instrucciones que imparta la máxima autoridad del Estado Plurinacional de Bolivia, asimismo, acatar las normas y regulaciones del Estado boliviano?”

Lo especial del caso se puso de manifiesto cuando en la segunda tanda de cinco miembros cambió la fórmula denotando que la variación tuvo al menos dos objetivos: corregir una cuestión vinculada a lo formal y legal, y dejar sentada una legitimidad que necesitaba explicitar.

Tanto fue así que donde dice que los colaboradores deben cumplir funciones y recibir instrucciones “que imparta la máxima autoridad del Estado Plurinacional de Bolivia…”, fue reemplazado por  “del gobierno legalmente constituido del Estado Plurinacional de Bolivia…”.

En síntesis, la declamada “legalidad” del gobierno de Áñez no hace que el resultado de sus acciones sea diferente a la de cualquier dictadura, ni que las manifestaciones simbólicas expresadas con la Biblia ingresada al Palacio Quemado o las cruces expuestas por sus colaboradores, hayan logrado que el mensaje de hermandad y paz legado por Cristo evitara las 23 muertes y el más de medio millar de heridos entre los humildes de Bolivia.