Por Carlos Duclos

La endeblez de ciertas medidas del gobierno nacional, algunas de ellas grotescas y hasta con cierto tinte de afrenta, como las recientemente anunciadas respecto del bono de fin de año y los 1.000 pesos para los jubilados, de a poco van poniendo sobre el tapete de la escena nacional la duda sobre si el llamado grupo de empresarios, o Ceos devenidos funcionarios, están capacitados para rescatar a las clases sociales más frágiles del pozo en el que se encuentran, y si es intención gubernamental apuntalar a una clase media golpeada desde hace tiempo, o si el plan es seguir exprimiéndola hasta que por fin se seque. Hasta ahora, y a estar por lo que cuenta la historia del casi año transcurrido, parecería que los más vulnerables no verán la luz y que la clase media entra en un cono de sombras.

Pero la responsabilidad no es sólo del gobierno, pues cuando quienes tienen la obligación de defender a la sociedad a través de las organizaciones sociales legalmente constituidas, como los gremios, se entregan, o sellan acuerdos que se parecen mucho a una humillación para la dignidad humana que otra cosa, entonces las responsabilidades son compartidas.

Y esto es lo que forma parte ya de la realidad desde hace unas horas, cuando se concretó  el ofrecimiento a la CGT para evitar el paro y ésta aceptó. El gobierno nacional propuso la eximición del Impuesto a las Ganancias sobre el aguinaldo de diciembre y el “beneficio” (entre comillas) para jubilados y beneficiarios consistente en la entrega de 1.000 pesos para las jubilaciones mínimas (es decir que esos beneficiarios en lugar de percibir 5.000 pesos se llevarán a sus bolsillos 6.000) y el flamante triunvirato cegetista dijo “sí”.

Es, en opinión de muchos, una ofensa para los trabajadores que tendrá su correspondiente coletazo (junto con otras medidas recaudatorias) en la clase media. El mercado interno detenido es fatal y la voracidad tributaria sigue.

Si debe decirse con todas las letras que la propuesta del gobierno ha sido lamentable, la aceptación por parte de esta “junta” de gobierno cegetista ha sido deplorable ¿Hay otras palabras que definan más justamente la situación?

No es extraño que Pablo Moyano, el hijo de Hugo, y secretario gremial de la nueva CGT, se hubiese malhumorado con este acuerdo y estaría rumiando por estas horas la renuncia. Es que cualquier ser humano más o menos pensante, sabe que aceptar un acuerdo de tal naturaleza es más una carta en blanco dejada sobre la cama antes del suicidio que otra cosa. Porque, ¿con qué letra, con cuál palabra se puede avalar o fundamentar semejante convenio cuando hay desempleo, salarios insuficientes, pérdida del poder adquisitivo, más pobres y un extenso etcétera?

Por otra parte, la confusión del gobierno es tal y la interna en su seno de tal magnitud, que un nuevo grotesco se presenta a la sociedad argentina. Dice la noticia: “El presidente Mauricio Macri repondrá a Juan José Gómez Centurión al frente de la Dirección General de Aduanas, luego de que fuera denunciado por el Ministerio de Seguridad por presuntos hechos de corrupción”. Primero echado, ahora retomado. Según indicaron fuentes oficiales a la agencia Noticias Argentinas, el decreto será firmado por el mandatario en las próximas horas y está previsto que sea publicado en el Boletín Oficial de este jueves.

La marcha y la contramarcha, la improvisación y la rotura y luego el remiendo son la política de Estado de Cambiemos.

En cuanto al tristemente célebre y reciente acuerdo que ha evitado el paro, no cabe más que repetir las palabras de un sindicalista rosarino pronunciadas hace pocas horas: “una vergüenza, para el llanto ¿Y estos muchachos (por el triunvirato) van a venir a Rosario a sellar la unidad del movimiento obrero?” Sin más palabras.