El pasado jueves el INDEC confirmó el derrumbe de dos sectores clave de la producción y el trabajo en Argentina: la industria y la construcción. Los informes del Estimador Mensual Industrial (EMI) y del Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (ISAC), arrojan que en noviembre la industria manufacturera registró la peor caída en la era de Cambiemos, incluso es la peor caída que se registra desde mediados de 2002. En cuanto a la construcción, es la peor caída registrada en los últimos dos años.

En términos interanuales, la producción manufacturera cayó 13,3% en noviembre de 2018, y un 3,8% en los primeros once meses del año. Diez de los doce sectores de la industria manufacturera se contrajeron producto de la caída en la demanda interna; sólo las industrias de metálicas básicas (acero y aluminio) y del tabaco que subieron, respectivamente, 4,1% y 1,5% interanual.

Esta caída del sector se relacionó directamente con el propósito de frenar la economía para cerrar el déficit fiscal y el externo, habida cuenta del contexto de volatilidad cambiaria extrema y al repunte de una inflación que nunca cesó. Los altos niveles de tasas de interés resultaron (y aun resultan) incompatibles con la actividad económica.

Además, también impactó que en los últimos meses se haya contraído fuertemente el consumo privado (gastos de las familias) y el público (gastos del Estado). La industria textil es la que mayor caída presentó en términos interanuales (específicamente, cayó 32,2%). Le siguió la metalmecánica con una contracción de 26,2%, los productos de caucho y plástico con 17,4%, la edición e impresión (-16,7%), la industria automotriz (–4,8%), los productos minerales no metálicos (-10,5%), la refinación del petróleo (-6,7%), el bloque de papel y cartón (-5,7%), la elaboración de sustancias y productos químicos (-5,5%) y la industria alimenticia (-4,0%).

Por su parte, a noviembre de 2018, el sector de la construcción se derrumbó 15,8% en términos anuales y un crecimiento acumulado de 2,7% respecto a igual acumulado de 2017. Al igual que la industria, la construcción se ve afectada por la caída en la actividad y las altas tasas de interés, pero en este caso, el recorte de las erogaciones estatales en obras de infraestructura implicó un fuerte impacto sobre el sector.

La mayoría de los insumos para la construcción registraron caídas interanuales en su consumo; el que más cayó a noviembre de 2018 fue el asfalto (-55,7%), obviamente relacionado con la merma en la obra pública. Las demás bajas fueron de 42,1% en artículos sanitarios de cerámica, 32,2% en pisos y revestimientos cerámicos, 25,7% en ladrillos huecos, 20,4% en pinturas para construcción, 20,4% en mosaicos graníticos y calcáreos, 17,9% en hierro redondo y aceros para la construcción, 17,8% en cemento portland, 13,7% en placas de yeso, 3,0% en hormigón elaborado y 0,2% en yeso.

La caída en estos rubros no sólo es una mala noticia para los empresarios del sector, sino para los trabajadores que participan de la actividad. Entre octubre de 2017 y octubre de 2018, la construcción perdió alrededor de 6.772 puestos de trabajo en blanco. Pero vale mencionar que se trata de una actividad con gran cantidad de empleos “en negro”, por lo que, si bien es difícil precisar el verdadero impacto de la caída, no caben dudas de que los puestos de trabajo destruidos son más de los que indican las cifras oficiales.

El desplome en la actividad económica y las principales actividades demandantes de empleo en el país se agudiza por la profundización de la receta contractiva implementada por el gobierno de Macri, por órdenes del FMI. El hecho resulta aún más preocupante en vista de que los pronósticos para los próximos meses no son alentadores. El último Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) publicado por el BCRA en el primer mes del año (incluye las previsiones futuras a diciembre pasado) reveló que las principales consultoras y entidades financieras prevén que la tasa de interés de referencia promediará entre 57% y 50% entre enero y abril, y entre 45% y 50% para mayo y junio. Además, se espera que la inflación de 2019 roce los 30% anuales, el tipo de cambio cierre el año cerca de los 49 pesos por dólar y el PBI caiga un 1,2%.

No hay dudas de que el gobierno ha empobrecido al país. Lo que sí parece no estar claro son las causas de este desastre económico. Algunos siguen afirmando que esto es culpa del gobierno anterior, lo cual quiere decir que no había chance de eludir este desenlace. Esta es una respuesta mediocre a las diversas alternativas que tiene un país con riqueza material y humana como para emprender caminos alternativos; por lo menos, alguno que deje de cargar los costos sobre los más pobres para seguir haciendo fácil y ligera la carga de los poderosos.

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