Por Ricardo Alonso

Entre los bocinazos que resonaron en el Monumento a la Bandera y las marchas en todo el país, para pedir por Vicentin y en contra de una intervención de la empresa cerealera; los pedidos por “la república” y demás indeterminaciones militantes, aún hay espacio para la racionalidad. Esta semana la planteó con toda claridad el presidente de Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) Claudio Soumolou: “Nosotros vamos por dos instancias frente a Vicentin. Somos acreedores así que vamos por nuestro dinero. Pero también vamos por el rescate de esa empresa porque entendemos que es vital para todos los productores y acopiadores que nos nucleamos en las cooperativas”. El que habla es representante de cientos de víctimas de la gran estafa de la cerealera que debe la friolera de 99 mil millones de pesos. Adentro y afuera de la Argentina.

Soumolou pronunció estas palabras en el momento de inauguración del nuevo puerto de ACA en Timbúes. Mientras una empresa se quedó con sus cosechas y fugó divisas al exterior, los cooperativos asociados fundaron un nuevo puerto. Esa es la racionalidad del asunto, o como dice el gobernador Omar Perotti cuando pregunta ante el enojo de los dueños de la empresa de Avellaneda, en el norte provincial: “Cómo piensan pagar, eso es lo que nunca explican”.

A regañadientes el juez de la causa, que hasta el momento no demostró gran independencia y tampoco facilitó demasiado los procesos; convocó para mediados de este mes a distintas partes en lo que podría ser el inicio de un camino de entendimiento para recuperar a Vicentin.

La grieta está instalada en la gente y no hay que creer que es sólo una tarea que se han dado los grandes medios de comunicación.

Ya no tiene sentido tratar de entender o enojarse con el hecho de que la empresa violó todas las normas, estafó al campo y fugó dinero de los argentinos a través de créditos del Banco Nación que sabía que no iba a pagar. Esos argentinos son minoría, representan al antiperonismo histórico y están muy lejos de entender o pretender entender lo que pasó y pasará con Vicentin. Es una excusa para expresarse en contra del gobierno. Pero el gobierno tiene que seguir gestionando más allá del ruido en la calle y encontrar una solución que signifique poder cumplir con los acreedores y conservar alrededor de 7 mil puestos de trabajo.

Se cree que en las marchas de este 9 de julio hubo más de cien mil trolls activos en las redes sociales fogoneando las movilizaciones organizadas, en muchos casos, directamente por Cambiemos. Los que gobiernan no tienen tiempo para estas cosas y asumen los costos de sus decisiones. La oposición busca su lugar en el mapa político argentino cerrado por la pandemia y no tiene el menor escrúpulo en hacerlo a través del discurso del odio. Ese mismo que dijo el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, hay que esforzarse por “no alimentar”.

Lo primero que hicieron es dejar de pensar en la soja como un grano, como el producto de un trabajo.

La grieta está instalada en la gente y no hay que creer que es sólo una tarea que se han dado los grandes medios de comunicación. Esa misma división se puede detectar casi en cualquier parte del mundo y es producto de procesos, fracasos y desilusiones. También del avance desenfrenado del capitalismo financiero, ese mismo desenfreno que hizo creer a los directivos de Vicentin que podían hacer lo que hicieron.

Lo primero que hicieron es dejar de pensar en la soja como un grano, como el producto de un trabajo. Y empezaron a creer que la soja era un activo financiero más. Elementos no le faltaron para llegar a esa conclusión que terminó, como no podía ser de otra manera, en un gran desastre.