Por Carlos Duclos

Es entendible, aceptable y razonable que un medio de comunicación o un periodista trate de obtener una primicia o una entrevista exclusiva. Si lo logra, es plausible. Ello forma parte de la práctica periodística. Lo que no es plausible, por supuesto, es que los gobernantes no atiendan a los periodistas que reclaman una declaración  para informar a la comunidad sobre un asunto que es de interés social. Lo que no es plausible, es que un presidente, o un funcionario, lleguen a una ciudad, a un pueblo del interior, y decidan hablar con un solo medio, o con dos, y dejen al resto en la cola de espera y sin ser atendidos. Y esto no es responsabilidad del medio, ni mucho menos, porque lo que el medio o el periodista busca es, como queda expresado, justificado. La responsabilidad de la exclusión, en este caso, es de los funcionarios.

No todos los días los periodistas del interior, en un país con espíritu tristemente unitario, tienen la posibilidad de obtener declaraciones de un presidente, y que se les niegue esa posibilidad, o no se les brinde a todos por igual en una rueda de prensa es muy lamentable. Algunas voces de periodistas rosarinos, en las últimas horas, han dado cuenta de que en su visita a la ciudad de Rosario el presidente de la Nación, Mauricio Macri, atendió sólo a un medio. Seguramente hay un error en esto y no es así, pues de otro modo es de lamentar semejante acto de discriminación.

No sería el único en el ámbito político, por otra parte y si así fuera, porque esto suele ser frecuente. Hace unos días atrás, un colega de un medio escrito rosarino trató de comunicarse con un ministro de la provincia de Santa Fe para que abundara en detalles sobre aspectos de la última y dramática inundación. El periodista envió un mensaje y recibió como toda respuesta del funcionario que lo que tenía que decir lo había dicho en un comunicado (¡!). A las pocas horas había declaraciones ampliadas del mencionado ministro a otro medio.

No asombra. Y no asombra porque hay testimonios infinitos de ministros, funcionarios provinciales y legisladores, que no atienden el teléfono a los periodistas (o al menos a “algunos periodistas”). O bien leen los mensajes y nunca se dignan responder. No se sabe si esta actitud es por estupidez, por soberbia, por ausencia de tacto o por qué.

Cuando alguna vez, y por milagro, responden y se les informa de las infructuosas llamadas se escucha la respuesta de rigor: ¡”es que estoy tan ocupado!” Si fuera por la preocupación y ocupación de tantos funcionarios que no atienden a “algunos periodistas”, este país, esta provincia, esta ciudad, deberían ser un edén ¿Lo son acaso?

No ocurre sólo en el ámbito político, desde luego, también en el Poder Judicial hay jueces y funcionarios a los que encontrarlos es más difícil que establecer contacto con el mismo Jehová.

Hace algún tiempo, un experimentado hombre de prensa rosarino dijo algo que parecería ser bastante cierto: “algunos de estos muchachos se la creen, el poder marea”. Debe ser así. Deberían  saber los tales mareados que el poder no es eterno, que son algo importante eventualmente y que más tarde o más temprano compartirán la llanura con ese pueblo afligido al que se le priva de información. Sí, porque no se trata, en definitiva del periodista, sino de lo que éste debe transmitirle al ciudadano común, a la sociedad.

Todavía impera en algunas mentes de dirigentes, el viejo, obsoleto y jurásico pensamiento judicial  de que “el juez habla por su sentencia”, lo que suele venir bien para disimular mediocridades y trastadas. O ese otro: “para eso tenemos la oficina de prensa”, como si la labor de un  periodista fuera la de replicar gacetillas.

Macri, el presidente, el que pocas veces anda por el interior, estuvo en Rosario ¿Es verdad que se olvidó de muchos medios locales y atendió sólo a uno? Si es así ¿Cuál es la diferencia con la señora Kirchner, la presidenta que jamás atendía a un periodista y por la que tanto se la criticó? Muy bien por el medio, desde luego, porque ¿quién no hubiera tratado de obtener una exclusiva? El asunto es lo otro. Lo otro tan común en los funcionarios de hoy en día, esa ausencia de humildad de corazón, de sentido común, de cintura política, de darse a todos por igual, la ausencia de poner el rostro y el corazón al más humilde y al más grande.